Capítulo catorce: Consejo entre las sombras

25 13 4
                                    


🌌🔥💨🌊


Mientras la oscuridad envolvía el claro de la selva y Mateo y Mi-Jeong dormían plácidamente vigilados por las prismaticas avecillas, un aura de misterio llenaba el aire. En el corazón del bosque, tres figuras etéreas se reunieron en silencio, sus presencias apenas perceptibles para los ojos mortales.

En el centro del claro, una guacamaya majestuosa con plumas de colores brillantes se posó en una rama, su mirada penetrante fijada en sus compañeros espirituales. Esta era Waman, el espíritu de la tribu perdida, cuya presencia irradiaba una sensación de antigua sabiduría y poder. Sus plumas brillaban con intensidad, reflejando los tonos del atardecer amazónico mientras comenzaba su transformación.

Con un parpadeo suave, las plumas de Waman se fundieron en una esfera de luz resplandeciente que envolvía su figura con un halo iridiscente. La luz se condensó lentamente, moldeando cada detalle hasta dar forma a un ser humano de una belleza sublime, con rasgos angulares que parecían esculpidos por la misma naturaleza y ojos profundos que centelleaban el fuego sagrado. Aunque había adoptado su forma más humana, aún emanaba la majestuosidad de su esencia aviar, con plumas resplandecientes que parecían arder con un fuego interior, como llamas danzantes que decoraban su ser.

A su lado, jugueteando sobre un arroyo cercano, se encontraba Waimi, el espíritu cristalino del agua, cuya forma de pez resplandeciente destellaba en una sinfonía de siete tonos de colores. Sus ojos centelleaban con curiosidad mientras observaba a sus compañeros con atención. De repente, un chapoteo suave hizo que las aguas se agitaran a su alrededor, formando un torbellino de luz que envolvía su figura con un resplandor hipnótico.

De las profundidades del remolino emergió una figura sirenica, envuelta en un manto de gotas cristalinas que resplandecían bajo la luz de la luna. Su cabello de algas se ondulaba suavemente como las olas del río, y sus ojos reflejaban la vastedad de los océanos. Waimi había asumido su forma más humana, pero su estrecha conexión con el agua se manifestaba en cada movimiento fluido y elegante.

Y finalmente, emergiendo de entre las sombras de los árboles, apareció Kuyaku, la Dama de la Noche, cuya figura aguileña era tan etérea como la luna que iluminaba el claro. Con su cabellera plateada ondeando al viento, se acercó a Waman con una reverencia respetuosa. En un destello de luz plateada, las plumas de Kuyaku se desprendieron, transformándose en una nube de estrellas que danzaban a su alrededor.

La luz de las estrellas se fundió con la oscuridad de la noche, formando la figura de una mujer de belleza celestial. Su cabello plateado brillaba con la intensidad de la luna, y sus ojos centelleaban con la luz de las estrellas. Kuyaku había tomado su forma más humana, pero su conexión con la noche seguía siendo tan profunda como siempre.

El canto del viento entre las hojas formaba una sinfonía misteriosa que envolvía el claro en un abrazo invisible, mientras la luna, como un ojo gigante en el cielo, observaba silenciosamente la escena desde lo alto.

—Saludos, primera flama—, susurró Kuyaku con voz suave, pronunciando el título con reverencia hacia Waman. —Es un honor verte después de tanto tiempo—.

Waman inclinó la cabeza en reconocimiento, sus plumas resplandecientes capturando los destellos de luz lunar que se filtraban entre las hojas de los árboles. —El honor es mío, Dama de la Noche—, respondió con solemnidad. —Han sido apenas un par de siglos.

Waimi observaba la interacción con interés, sus ojos brillando con una luz iridiscente. —Es inusual verte por estos lares, Waman —comentó con curiosidad. —¿Qué te trae a nuestro reino esta noche?

Waman extendió sus alas con gracia, su mirada contemplativa perdida en las sombras de la selva. —Los tres sabemos por qué estamos aquí —explicó con solemnidad. —:Yaniri.

Kuyaku asintió con comprensión, su cabello plateado brillando bajo la luz de la luna. —Entiendo —dijo con seriedad. —Es crucial mantener la armonía en nuestro hogar compartido. Bien sabemos que no podemos oponernos a la voluntad del primigenio.

Waman se volvió hacia sus compañeros espirituales, su mirada fija en sus ojos centelleantes. —¿Acaso intervenir no es lo que has hecho con estos dos jóvenes? —inquirió con determinación.

—Mi protección es ofrecida a aquellos que la merecen —respondió Kuyaku con tono poético.

Una risa tierna pero burlona los interrumpió a ambos. —Ninguno tiene derecho a desafiar la voluntad del antiguo —añadió la sirena con un tono de reverencia en su voz.

—Tu existencia lamentable se limita a complacerlo —respondió Waman con una voz ligeramente más elevada—. No eres más que eso...

—Cuida tus palabras, anciano —replicó la sirena con altivez amenazante—. Mis aguas nutren sus raíces; soy tan primordial como ella. Merezco el mismo respeto —concluyó, su tono mezclando arrogancia con una risa infantil.

—¿Acaso no se preguntan por qué ha despertado? —inquirió Waman, su tono rebosante de reproche hacia las dos entidades femeninas —¿Desde cuándo está despierto, Waimi? —exigió.

—Le gusta pasearse entre mis brazos... —respondió Waimi con una chispeante risa en su voz acuática, desviando la atención de la confrontación

—Eso no fue lo consultado. No te desvíes de tu propósito, espíritu del agua —Waman comenzó a caminar, trazando una media luna con sus pasos.

—Han pasado veinticuatro lunas llenas desde la última vez —respondió Waimi con firmeza—. Pero este asunto no debería ser discutido, mucho menos sin ella.

—Kuyaku, necesitamos guiar a estos humanos de regreso a su hogar... —solicitó Waman a su contraparte aviar femenina.

—Por mucho que comparta tus sentimientos, Primera Flama, no somos quienes para oponernos a los preceptos de la Primera Raíz —respondió Kuyaku con calma.

—Pero...

—Sin embargo... —interrumpió Kuyaku de inmediato—. Mis vientos soplan donde quieren y hacia donde quieren. Si la Primera Raíz que brotó ha despertado después de tanto tiempo, debemos estar atentos. Yo, que escucho el lamento de los árboles y me atavío con las estrellas, he dado mi palabra a estas dos almas. He hecho un pacto con ellos, y mi palabra nunca ha sido faltada. 

—¡No pienso permitir que conspiren contra el antiguo! —respondió la sirena con vehemencia.

—¿Y "El antiguo" sabe que tú también interactuaste con estos humanos, Primer Caudal? —inquirió Kuyaku con firmeza—. Dadas las circunstancias, queridos hermanos, todos hemos tomado la decisión de intervenir en favor de estos jóvenes, sin ir en contra de la voluntad de la Primera Raíz.

—Tu palabra será la antorcha que guíe mi camino, Dama de la Noche —respondió con respeto Kuyaku.

—Y estoy segura, Primer Caudal, de que tu discreción será esencial —añadió.

De repente, un estruendoso sonido se unió a ellos desde las sombras, y a kilómetros de distancia, unos enormes ojos verdes como esmeraldas captaron la atención del grupo. Un silencio tenso se apoderó del claro, interrumpiendo la danza del viento entre las hojas, mientras los espíritus intercambiaban miradas cargadas de significado. Conscientes del peso de la decisión que estaban a punto de tomar, se sumieron en un profundo y reflexivo silencio.

—Ya lo sabe —completó Waimi con una sonrisa maliciosa, sus dientes de piraña brillando en la penumbra del claro.

Con un gesto de acuerdo, los tres espíritus se unieron en un pacto silencioso, comprometiéndose a trabajar juntos para preservar la armonía de la selva amazónica. Mientras los espíritus debatían en la penumbra de la selva, en otro rincón del claro, Mateo y Mi-Jeong se removían ligeramente en su sueño, como si pudieran sentir la presencia de los seres ancestrales que decidían su destino.

Caminos entrelazadosWhere stories live. Discover now