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Hye-sung se encontraba en su rutina matutina, corriendo por el parque cercano a su apartamento en Seúl. Era una mañana típica de primavera, con el sol brillando suavemente y las flores comenzando a abrirse. Como siempre, sus auriculares le proporcionaban el ritmo perfecto para mantener su paso constante.
En medio de su carrera, Hye-sung notó a un grupo de personas reunidas alrededor de una fuente. Al acercarse, vio a un hombre joven y muy bien vestido hablando con un grupo de niños, mostrándoles cómo alimentar a los patos. Había algo en la forma en que el hombre sonreía y reía con los niños que atrapó la atención de Hye-sung.
Decidió hacer una pausa y observó la escena. El hombre, con cabello negro sedoso y una piel impecable, irradiaba una energía contagiosa. Su voz, suave pero firme, resonaba claramente sobre el murmullo del parque. Hye-sung sintió una chispa de curiosidad y atracción.
Mientras los niños se dispersaban, el hombre se levantó y caminó hacia un banco cercano, sacando un libro de su bolso de diseñador. Hye-sung, decidido a iniciar una conversación, se dirigió hacia él.
hye-sung. Hola, ¿te importa si me siento aquí?
preguntó Hye-sung, señalando el espacio vacío en el banco.
El hombre levantó la vista y le sonrió.
TN. Claro, adelante
respondió con una sonrisa que hizo que el corazón de Hye-sung latiera un poco más rápido.
Hye-sung se sentó y fingió estirarse, tratando de pensar en algo inteligente que decir.
hye-sung. Vi cómo interactuabas con los niños. Pareces tener un don con ellos
comentó, tratando de iniciar una conversación.
El hombre se rió suavemente.
Tn.Gracias. Me encantan los niños. Tienen una forma tan pura de ver el mundo —dijo, cerrando su libro—. Me llamo TN, por cierto.
hye-sung. Encantado de conocerte, TN. Yo soy Hye-sung
respondió, extendiendo la mano.
TN la tomó con una calidez que hizo que Hye-sung se sintiera más a gusto.
