PREPARATIVOS

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En el silencio de la noche, un ninja caminaba con pasos silenciosos por los corredores de una antigua mansión de madera. Ginza avanzaba con cautela, sus ojos estaban atentos a cada detalle, sus oídos afinados intentaban captar algún sonido por si despertaba a alguien.
Al llegar al final de un largo pasillo deslizó una puerta corredera y salió al exterior. El aire frío de la noche lo envolvió de inmediato, haciendo que su respiración se convirtiera en nubecillas de vapor. Frente a él se extendía un profundo bosque, oscuro y silencioso. La brisa nocturna agitaba suavemente las hojas, creando un susurro constante que parecía susurrarle secretos olvidados. Con un último vistazo a la mansión detrás de él, se adentró en la espesura del bosque.

Había decidió que era el mejor momento para entrenar. En medio del claro bosque, bajo la luz plateada de la luna, se preparaba para una sesión de práctica intensa y solitaria.
Desenfundó su katana con un movimiento fluido, el acero brillaba a la luz de la luna. Su postura era firme, sus pies plantados con seguridad en el suelo. Comenzó con una serie de cortes básicos, cada movimiento ejecutado con precisión y fuerza. El silbido de la katana al cortar el aire era el único sonido que rompía el silencio nocturno.

A medida que avanzaba, sus movimientos se volvieron más complejos. Realizó giros rápidos y ágiles, combinados cortes horizontales y verticales con una fluidez casi artística. Cada paso y cada golpe estaban perfectamente calculados, su cuerpo se movía en sincronía con su espada, como si fuesen hechos el uno para el otro. La concentración en sus ojos azules era palpable, reflejando una determinación imposible de quebrantar.

Posteriormente sacó de su cinturón algunos shurikens pequeños y letales. Con un movimiento rápido y decidido de la muñeca lanzó el primero de ellos hacia un árbol cercano. El arma giró en el aire, clavándose en la corteza con un sonido seco. Continuó lanzando uno tras otro, cada vez apuntando a diferentes puntos en el árbol, demostrando una puntería impecable.

Termino su entrenamiento con una serie se saltos y movimientos evasivos, simulando combates imaginarios. Su cuerpo se movía con gracia y velocidad, esquivando ataques invisibles y contraatacando con la misma fuerza. Cada salto mostraba la flexibilidad y fortaleza de su entrenamiento intensivo. Finalmente, respirando profundamente, se detuvo quedándose quieto, escuchando el latido de su corazón y el suave murmullo del bosque. Guardó sus armas y cerró los ojos, permitiéndose un momento de calma y satisfacción antes de volver a la mansión. Su entrenamiento le había recordado la importancia de su constancia y preparación, fortaleciendo su espíritu y cuerpo.

Al regresar a la antigua mansión de madera, Ginza no mostraba señales de sueño. Sabiendo que al día siguiente se celebraría una importante ceremonia, decidió ayudar con los preparativos.

Con pasos ligeros, recorrió los corredores silenciosos hasta llegar al armario donde se guardaban los utensilios de limpieza. Tomó una escoba de bambú y un cubo saliendo al jardín exterior, donde la luna iluminaba tenuemente el paisaje.
Comenzó barriendo el camino de piedra que llevaba a la entrada principal. Con movimientos rítmicos y precisos, el ninja despejó las hojas caídas y suciedad acumulada, dejando el sendero impecable.

Después de barrer, se dirigió a la pequeña fuente de piedra en el centro del jardín. Con cuidado limpio las piedras musgosas. El sonido del agua corriendo añadía una tranquilidad serena al ambiente nocturno.

A continuación, recogió y arregló las linternas de papel que se mantenían guardadas y que adornarían el perímetro de la mansión. Verificó que todas estuviesen en buen estado, reemplazando las velas y ajustando las cuerdas para que colgaran a la altura correcta. Las linternas, con sus suaves luces darían la bienvenida y crearían una atmósfera única y especial.

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