[TRES]

137K 9.9K 1.4K
                                    

Nada más caótico que encontrar el veneno, el antídoto, la herida y la espina, en la misma persona.

X

.

FIDEL

Logro ignorar por la siguiente semana a Kea, Alex y sus demostraciones públicas de afecto. Logro no lanzarme a golpear al imbécil cada vez que me sonríe con suficiencia. Logro contenerme y no gritarle a Kea cada vez que me mira con ojos de cachorro como si me hubiera decepcionado de una manera.

Y no es como si lo hubiera hecho. Para decepcionarme habría tenido que tener algunas esperanzas o ilusiones, sin embargo nunca esperé nada de ella. De nadie en realidad, así no corro el riesgo de desilusionarme con sus actitudes.

Este día es diferente. Llegué a la escuela y vi a Alex con Kea dentro de su coche un poco ocupados, aunque ella no parecía muy cómoda. No dije ni hice nada. Lo ignoré, o traté de hacerlo, pero no pude y ahora tengo esas imagenes en mi cabeza, cosa que me molesta.

—Hey.

Miro por encima de mi rostro y veo a Asier acercándose.

—Hey. ¿Qué pasa?

—Nada. Los chicos quieren jugar un partido de fútbol. ¿Vienes?

No dudo ni un segundo. Paso frente a él y camino en dirección a las canchas. Es justo lo que necesito para distraerme un rato de la maraña que son mis pensamientos.

Persigo el balón, lo pateo, grito, río, me desespero, y por algunos minutos Kea sale de mi cabeza, lugar donde parece haberse plantado de manera permanente.

No es hasta que Asier parece que va a desmayarse que el partido acaba. Victoria para nosotros.

—Voy con Nai —dice. La sonrisa en su voz es inconfundible.

—Te acompaño.

Caminamos lado a lado hasta que unas risas femeninas llaman mi atención. Naira y Kea.

—¿Qué es tan gracioso? —pregunta mi amigo tomando por la cintura a su novia. La pone de pie y entonces ella gira para besarlo en los labios.

Son tan dulces que me da diabetes solo de verlos.

—Agh, por favor, consíganse una habitación —bromeo.

Veo el rostro de Nai tornarse rojo por la vergüenza y luego tratar de esconderse dentro de los brazos de Asier.

Ambos reímos por su reacción tan inocente.

—Cállate, Fidel —espeta Kea con su voz firme.

La miro con ojos entornados y entonces exploto por todo lo que me provoca su actitud.

—¿A ti quién te habló? Hablo con el perro, no con sus pulgas, así que no te metas.

Son sus ojos ampliándose lo que hace que me arrepienta. Esta chica saca lo peor de mí.

Me giro ante la mirada sorprendida de todos y me largo de ahí. No quiero tener que dar explicaciones sobre mi actitud, ya que ni yo mismo las sé.

Entro al edificio y busco algo en lo que descargar todo lo que siento, mas no encuentro nada.

Un par de pasos resuenan tras de mí y me detengo al sentir una mano posarse sobre mi espalda.

—No sé por qué siento como si te hubiera hecho algo malo —dice una suave pero firme voz femenina—. ¿Acaso te hice algo y no lo recuerdo? ¿Por qué me odias tanto?

La mezcla de confusión y dolor en su voz me hace cerrar los ojos y torcer la boca en una mueca de desagrado.

Debería solo irme, ignorarla y dejarla con la duda, pero como siempre en su presencia, no reacciono como debería.

Soltando un suspiro, me giro y me encuentro con sus ojos oscuros pendientes de cada movimiento mío.

Mi mirada estudia sus rasgos. Grandes ojos marrones, piel canela, cabello castaño, nariz pequeña y boca besable.

Ese pensamiento me molesta. ¿De dónde carajos ha salido?

Me obligo a concentrarme solo en sus ojos y a pensar muy bien en lo que le voy a decir.

—No es que te odie, Kea. —Solo un poco—. Es que... sacas lo peor de mí. No me preguntes el porqué, ya que ni yo lo sé. Es solo... que no puedo verte sin sentir ganas de zarandearte. Me estresas con tus actitudes y tu toma de decisiones. Con tu... actitud de es mi vida, no te metas. Me recuerdas a alguien y supongo que no quiero ver cómo terminas igual que ella.

La campana para regresar a clases suena, no obstante ninguno de los dos se mueve de su lugar.

La gente comienza a entrar, a rodearnos, y nos quedamos ahí en silencio sin despegar los ojos del otro.

Parece algo confundida. Estudia mi rostro buscando alguna emoción. Parece querer decirme algo.

—Creo que debo ir a mi salón —susurra. Yo asiento y doy un paso hacia atrás, rompiendo el trance en el que sus ojos me pusieron—. ¿Crees que... puedas ir a mi casa saliendo de clases?

Su pregunta me toma por sorpresa, pero no dudo mucho tiempo y pronto me encuentro asintiendo.

—Claro.

—Genial. Entonces... hasta luego.

Sonríe de lado y se marcha a su aula. Y yo hago lo mismo.

***

Cuando Kea abre la puerta de su casa me hace una señal para que guarde silencio, entonces sale y cierra la puerta con cuidado tras de sí.

—Mi papá llegó temprano y está dormido —explica—, ¿quieres salir de aquí?

Señala mi auto con su cabeza y asiento.

—Seguro. ¿Qué tienes en mente?

Una sonrisa extiende sus labios y me da una mirada emocionada. Diez minutos después nos encontramos en el estacionamiento de un edificio abandonado.

—Siento como si me fueras a violar y matar —susurro viendo la fachada del lugar—. Que sea rápido por favor. La muerte, no lo otro.

Su risa me hace sonreír.

—Creo que podrías defenderte muy bien en caso de que ese fuera mi plan, pero de igual manera no lo es. —Suspira atrayendo toda mi atención—. Quiero contarte algo.

—Entonces hazlo.

Cruzo mis brazos sobre mi pecho y me recuesto sobre el respaldo. Estudio el perfil de Kea mientras ella ve por fuera de la ventana.

—No creo que lo sepas, pero igual. Hace algunos años mi madre enfermó de gravedad y... murió. Mi padre entró en depresión y mi hermano se había largado para ese entonces. Yo no tenía amigas, Naira y yo no habíamos empezado a hablar todavía, y el único consuelo que encontraba era en... los chicos.

Cierra los ojos con fuerza y hace una mueca.

»Estaba sola, ¿sabes? Y ellos me notaban. Me ponían atención... y comencé a salir con ellos. Nunca pasamos de besos y... caricias, pero los rumores empezaron. Aunque no me importaba. Nunca me había importado si alguien hablaba de mí o si me juzgaban. Jamás me ha interesado la opinión que los demás tengan de mi persona.

Mira por la ventana y entonces suelta una risa sin humor.

»Y no sé por qué, pero me importa lo que tú pienses de mí.

Besos que curan [ADL #2] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora