[VEINTICINCO]

70.1K 6.2K 568
                                    

Aun si te miro en el ángulo equivocado seguirás siendo perfecta. No sé cómo ni por qué, simplemente eres tú: Existes, eres real, eres preciosa, y te quiero.

HEBER SNC NUR
...


KEA

Cuando Fidel regresa de la cocina, lo primero que noto es que su mirada me evita. Sus ojos rehúsan a encontrarse con los míos y eso me hace fruncir el ceño en confusión. Todavía me siento algo adormilada por la siesta que tomé entre sus brazos, pero sé que no estoy imaginando esto. ¿Por qué demonios no quiere verme?

—Eh, aquí hay Doritos y acá Cheetos. No sé cuáles te gustan más. —Deposita el recipiente frente a mí y luego rasca su nuca—. ¿Quieres soda?

Gira sobre sus talones sin esperar mi respuesta y sale de la habitación, con dirección a la cocina, supongo. Cuando vuelve lleva un vaso grande que me tiende aún sin verme. Lo tomo, lo coloco en el buró a mi lado y me pongo de pie. Sus ojos me ven entonces.

—¿Por qué rehúyes mi mirada? —cuestionó curvando una ceja. Sus ojos bajan de nuevo a sus pies y yo río. No sé por qué parece tan nervioso, pero me causa gracia.

—Yo no rehúyo nada —musita mirándome por debajo de sus pestañas.

Me acerco un paso más y envuelvo mis brazos alrededor de su cintura. Entierro la nariz en su camiseta y aspiro sin importarme mucho si luzco como una psicópata obsesionada.

Huele a paz y felicidad. Por lo menos eso es lo que siento cada vez que inhalo su aroma; que todo está bien.

—Pues parece que no quieres verme —murmuro cuando siento su mano acariciar mi espalda. Sus dedos trazan la franja de piel expuesta entre mi blusa y mi pantalón y me erizo ante su contacto. Él lo nota y ríe.

—Es que te miro y es difícil resistir la tentación —se queja. Vuelvo a reír. A veces es tan adorable y yo no puedo resistirme tampoco. Deposito un beso en la curva de su cuello y lo escucho dejar escapar un suspiro. Sus dedos aprietan mis caderas—. Kea...

—¿Mmm? —Deposito otro beso y él da un paso hacia atrás.

Parece algo confuso, pero puedo ver sus pupilas dilatadas. Relame sus labios. Doy un paso hacia adelante.

—¿Qué haces? —pregunta. Introduzco mis manos por debajo de su camiseta y acaricio su piel. Fidel trata de dar otro paso hacia atrás, sin embargo la pared se lo impide. Lo tengo acorralado y me causa gracia su semblante asustado.

—Nada malo —digo con fingida inocencia. Mis dedos acarician sus costillas y él se encorva un poco, por lo que supongo que tiene cosquillas.

—Bueno, me estás poniendo nervioso. —Toma mis manos, las saca de su camiseta y da un paso hacia el costado alejándose de mí. Un pinchazo de decepción me recorre.

—Oh, lo siento.

Frunzo el ceño y sacudo la cabeza. Lo único que quiero es distraerme, lo necesito, pero por alguna razón él no parece querer darme el tipo de distracción que quiero. Muerdo mi labio y miro mis pies descalzos. Muevo los dedos y lo escucho suspirar.

—¿Qué pasa? —cuestiona—. Hace rato estabas muy molesta.

—No pasa nada —miento elevando mis ojos y brindándole una sonrisa. Entrecierra los párpados hacia mí.

—¿Segura?

«No.»

—Sí. —Paso por su lado y vuelvo a tumbarme sobre el colchón. Cojo una de sus almohadas frescas y entierro mi nariz en ella.

Ahora la noticia de mi padre siendo despedido vuelve a mí de golpe. No sé cómo haré y eso me molesta. Fue por eso que Diego y mi padre se pelearon, aunque mi hermano cree que solo se ausentó un día. Creyó que por su borrachera no asistió a su jornada, pero no le dijo que ahora está sin trabajo. Y yo tampoco se lo dije. ¿Qué caso hubiera tenido?

Tendré que comenzar a trabajar en cuanto termine la preparatoria y lo peor es que no sé hacer nada. No creo que vayan a contratarme en ningún lugar, no creo que haya trabajos de medio tiempo, pero tampoco puedo decirle a Diego que se vuelva y me ayude. No puedo hacerle eso.

Suspiro. Creo que tendré que posponer la universidad.

Percibo a Fidel sentarse a mi lado y luego su mano comienza a acariciar mi cabello.

—Cuéntame qué pasa. Dime qué te tiene así. —Su brazo rodea mi cintura y me hala hacia atrás, hasta que mi espalda queda presionada contra su pecho. No me di cuenta de que se había acostado también—. No me gusta verte triste.

—Es lo que te conté hace rato —murmuró. Es lo único que digo y él entiende.

Sus dedos comienzan a trazar círculos en mi vientre, sobre mi blusa, alrededor de mi ombligo. Me giro entre sus brazos cuando noto que su respiración cambia y me encuentro con sus pupilas dilatadas observándome con intensidad.

—¿Y quieres distraerte? —pregunta en un tono bajo, con la voz enronquecida. Asiento. Fidel cierra los ojos por unos segundos y suspira antes de volver a abrirlos y fijar la mirada en mis labios—. Bien.

Acerca su rostro al mío y, sin vacilación, me besa. Me acaricia, me hace sentir querida, especial, bonita.

Y logra distraerme del desastre que es mi hogar.

***

Apenas he tomado mi blusa del suelo, cuando él la arrebata de entre mis dedos e insiste en que vuelva a acostarme a su lado.

—Todavía es temprano —dice adormilado. Luce feliz; cansado, pero feliz, y eso hace que sonría en respuesta.

—Son las diez de la noche.

—¿Ves? Temprano. —Me toma de la muñeca y tira de mi brazo para que me siente a su lado. Yo opongo algo de resistencia y él suspira—. No quiero que te vayas todavía, Kealani.

Sacudo la cabeza divertida y me agacho para besar su mejilla.

—Debo irme. Mejor nos vemos mañana después de clases, ¿sí? —La verdad es que no quiero irme, pero debo hacerlo. Si por mí fuera pasaría todo mi tiempo con él.

—Bien.

El gruñido que es su respuesta me hace poner los ojos en blanco y terminar de vestirme. Fidel también se pone de pie y por un momento me distraigo al admirarlo sin camisa. ¿Cómo hace para estar así sin ir al gimnasio? Nos la pasamos juntos y nunca lo he visto ejercitarse. ¡Además come mucha chuchería! Yo tomo agua y me crece la panza. Subo de peso con solo respirar y eso es injusto.

Ríe cuando me ve fruncir el ceño mientras estudio su apariencia y yo me giro sobre mis talones.

—¿Disfrutando de la vista? —pregunta un deje de diversión en la voz.

—Ay, cállate, no seas egocéntrico. Ni que estuvieras tan bueno.

Suelta una carcajada porque sabe que estoy mintiendo, pero lo ignoro. Tomo mis zapatos, me los pongo y luego salgo de su habitación. Cruzo el pasillo y llego a la sala, donde su mamá está recostada sobre el sofá con la televisión encendida.

Se halla dormida. La miro por un minuto, veo el maquillaje alrededor de sus ojos, su cabello hecho nudos, y siento mi corazón encogerse. Me recuerda tanto a mi papá y odio que Fidel también tenga que lidiar con esto. Somos como los padres de nuestros padres cuando las cosas deberían ser al revés.

Escucho sus pasos acercarse y lo miro. Su expresión está en blanco. Sé que, al igual que yo, no le gusta que vea cómo vive. No es como si fuera a burlarme o juzgarlo tampoco. Al fin y al cabo vivimos en situaciones casi idénticas.

—¿Lista? —cuestiona pareciendo molesto. Hago una mueca y asiento.

Cualquier rastro de la dulzura y diversión de hace rato ha desaparecido de él, pero igual lo sigo cuando sale de su casa para llevarme a la mía, donde me esperan difíciles condiciones familiares.

Besos que curan [ADL #2] ✔Where stories live. Discover now