[OCHO]

118K 8.5K 729
                                    

Hay sonrisas que calman cualquier tormenta.

ANNA BAHENA

.

KEA

Algo acerca de él, de su actitud, de su forma de verme y hablarme, hace que quiera confiar en él. Es por eso que cuando se pone de pie y toma mi mano para sacarme de ahí, no lo detengo. Permito que me aparte de ese lugar y me lleve a su auto, aunque no tengo ni la menor idea de a dónde vamos.

Cuando escucho al motor cobrar vida y veo a Fidel sonreír con satisfacción, dejo que cualquier pregunta que ronda mi cabeza se esfume. No quiero preocuparme por nada. Justo ahora mi mente está lejos de malos recuerdos, de esa voz que siempre me critica, y así es como quiero permanecer durante un rato más.

Enciende la radio y una canción que jamás he escuchado comienza a sonar. Tiene suerte de que no la conozca, de esa manera no puedo destrozarla con mi intento de interpretación, que siempre termina siendo algo así como una masacre de letras. Él parece pensar lo mismo porque me mira y sonríe.

—¿No vas a cantarla? —pregunta divertido.

Bajo la ventana y dejo que el aire golpee mi rostro antes de contestarle.

—No la conozco.

—Gracias a Dios.

De verdad se escucha aliviado y eso como que me divierte y molesta a la vez.

—No canto tan mal —digo fingiendo estar indignada. Llevo una mano a mi pecho y lo miro acusadora.

Fidel solo se encoje de hombros, una secreta sonrisa asomándose en sus labios, y continúa conduciendo. Ni siquiera sé a dónde estamos yendo, pero por alguna razón no le pregunto. Tal vez sea porque, conociéndolo, no me querrá decir. Le gusta mantenerme ignorante y hacerme enojar. Es algo que tenemos en común.

Tras unos minutos de trayecto en silencio, veo que entramos a su área de residencia. Me sorprende, ya que me dijo lo mucho que le molestaba que la gente viera el lugar donde vive, así que le lanzo una mirada de reojo y veo que se ha puesto serio y algo tenso. No quiero que se sienta obligado a mostrarme, pero no sé cómo decírselo sin parecer que lo estoy rechazando.

—No es el lugar más deslumbrante, lo sé, pero es lo que hay; donde he vivido toda mi vida —expresa cuando estacionamos en la acera frente a su casa. Su voz es apenas un susurro lleno de resignación y el corazón se me apachurra dentro del pecho.

Comprendo el sentimiento. Lo que es conformarse con lo que tienes sin esperanza de conseguir algo mejor.

—El hogar siempre debería ser acogedor —murmuro, a lo que él resopla una carcajada sin humor.

—Si tú lo dices. Lástima que no sea así en mi caso. —Sale del auto y me hace una seña con la cabeza—. Vamos. Entremos.

Me asombro cuando da la vuelta al vehículo, me abre la puerta y me tiende la mano para ayudarme a salir.

—Vaya —exclamo algo aturdida. La sonrisa tímida que me lanza es casi demasiado para mi corazón.

—Puedo ser un caballero si me lo propongo.

—Tú lo has dicho. Si te lo propones.

Bajo del auto y nuestros dedos se quedan unidos solo un segundo más de lo necesario, pero es el tiempo suficiente para revolucionar mi interior. Lo sigo muy de cerca cuando comienza a caminar hacia su casa. La puerta se abre con un rechinido y el silencio nos da la bienvenida.

Besos que curan [ADL #2] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora