[ONCE]

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A veces quedo perplejo con saber que nadie nota lo maravillosa persona que eres. Y qué mal por ellos. Y qué afortunado yo.

HEBER SNC NUR

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FIDEL

Llego a casa y no puedo hacer nada más que rememorar. Sus besos, su olor, su cercanía... y la paz. La tranquilidad que me hizo sentir el tenerla entre mis brazos. La alocada Kea brindándome calma. ¿Quién lo hubiera pensado?

Sacudo la cabeza, divertido por mis propias reacciones, y entro a la cocina, donde mi mamá se encuentra preparándose algo de cenar. Tiene puesta ropa que las chicas de mi edad usan, y eso me hace sentir algo avergonzado.

—Hola, má.

Su rostro gira ante el sonido de mi voz y ella sonríe viéndose feliz; la mancha en su mandíbula se está tornando verdosa y tengo que apartar la mirada cuando vuelvo a sentirme molesto.

—Hola, cariño. ¿Tiene mucho tiempo que saliste? —cuestiona volviendo su atención a la comida.

Tomo asiento sobre la barra, mis pies colgando, y niego con la cabeza aunque ella no puede verme.

—Nah. Estaba con... Eh, con una amiga. Estábamos viendo películas y luego fui a llevarla a su casa. —Me encojo de hombros y desvío la mirada cuando ella vuelve la vista a mí.

—Una amiga, ¿eh? —Deja escapar una risa y luego se acerca sosteniendo dos platos con pasta y tiras de lo que parece ser pollo.

—Sip.

—Bien. ¿De casualidad esa amiga no vino a visitarte hace unos días después de la escuela?

Se escucha tan feliz, tan diferente a otros días, que no puedo obligarme a ignorarla o decirle que solo es asunto mío. Me tiende un tenedor sin dejar de sonreír y pronto me encuentro asintiendo.

—Sí. Ella misma.

El grito emocionado que deja escapar parece de una niña a la cual le acaban de dar una muñeca nueva. Río y me dispongo a comer.

—Es agradable —dice después de algunos minutos—, dulce. Me gusta.

«A mí también», pienso.

—Es... refrescante. Diferente a como imaginé —confieso.

Continúo comiendo en el silencio que se instala después, solo el sonido de los cubiertos chocando llena el lugar.

—Sé que no he sido la mejor madre —la escucho murmurar—, pero te amo. Eres mi hijo y quiero lo mejor para ti aunque a veces no lo parezca. Lo sabes, ¿no? ¿Que eres lo más importante en mi vida? El regalo más precioso que me dio la vida. —Posa su mano sobre la mía y encuentro sus ojos sinceros. Aprieto sus dedos y le brindo una sonrisa ladeada.

—Lo sé, má. Tampoco he sido el mejor hijo, pero te quiero. Yo... Ah, no llores —pido cuando veo sus ojos cristalizarse.

—Lo siento —ríe—. Es que la charla me ha puesto sentimental.

La veo secar sus pestañas y sonreírme apenada.

—No pasa nada. Uh, creo que me iré a acostar. Mañana tengo clases y...

—Sí, ve. Yo limpiaré aquí. Descansa, hijo.

Me acerco a besar su mejilla y ella quita el cabello de mi frente.

—Buenas noches, má.

Me voy a mi habitación y me dejo caer sobre el colchón. Suspiro y me pongo a pensar en el día de hoy; en Kea y las cosas que me hace sentir, en mi mamá y sus repentinas ganas de ser una verdadera madre, en lo mucho que necesitaba una distracción.

Me quito los zapatos y cierro los ojos. Me siento cansado, pero alegre. Espero que la dicha que me llena dure mucho tiempo. Puedo acostumbrarme a ser feliz.

***

Por la mañana me visto con rapidez y voy a la escuela con prisa tras haberme desayunado un plato de cereal. Mis ojos deambulan por el patio en busca de Kea; lo mismo cuando entro al edificio y camino por los pasillos con rumbo a mi salón. Hago lo mismo durante todo el día, cada vez que estoy fuera del aula, pero lamentablemente no la encuentro, lo que me hace sentir un poco decepcionado y no me gusta.

No me gusta no verla, tampoco sentirme así por no verla. Nos estamos volviendo demasiado cercanos en tan poco tiempo y no estoy seguro de si me agrada o no. Quiero decir, me encanta estar con ella; tiene una actitud refrescante... a veces, en otros momentos es increíblemente molesta, pero la tristeza en sus ojos se evapora cuando está conmigo y es agradable sentirme importante para alguien por una vez en mi vida. Y luego está el hecho de que el tenerla cerca me hace olvidar todo lo malo en mi vida.

Lo malo es que, cuando una persona se vuelve importante para ti, llega el punto en que tienen el poder de lastimarte. No me gusta que nadie tenga ese privilegio. Y Kea... no sé, no quiero alejarme de ella, pero tampoco quiero que se vuelva indispensable para mí, cosa que está logrando muy pronto.

No ha pasado ni un día completo sin que sepa de ella y ya me estoy sintiendo desesperado por verla. Veo a Marisa, quien me explica que la fiesta será de disfraces, al idiota de Alex que, al igual que yo, está en busca de Kea, y a otros amigos. Pero de ella ni rastro.

Cuando el día escolar acaba, me despido de Asier y su novia y, sintiéndome derrotado, me monto en mi coche con dirección a casa. Mi celular comienza a sonar cuando estoy cerca de llegar y odio la manera en que sonrío al ver que se trata de un mensaje de Kea.

Kea: Pasas por mí y vamos por comida? Yo invito ;)

Ni siquiera contesto. Giro en la esquina más cercana y tomo rumbo hacia su casa. La emoción de saber que dentro de poco la veré hace que el trayecto se me antoje interminable. Los segundos son más largos y los metros más extensos. El tiempo y la distancia están en mi contra cuando se trata de llegar a su lado.

Cuando al fin logro estacionar frente a su casa, la veo corriendo hacia mí con la misma sonrisa que me imagino tengo yo.

—Hola —saluda jadeante cuando se introduce en el coche. Sus ojos brillan más de lo normal y sus sonrisa se extiende.

—Hey, ¿cómo estás? —Pongo el motor en marcha y nos llevo hacia un lugar que vende comida mexicana. Sé que se ofreció a pagar ella, pero no voy a permitirlo. Mientras tenga cómo invitarla, lo seguiré haciendo.

—Bien —dice—. De hecho estoy muy bien ¿y tú?

«Mejor ahora que te veo.»

—Igual —respondo sin quitar la vista del camino.

—¿A dónde vamos? —pregunta cuando se da cuenta de que sé con exactitud el rumbo que estoy tomando.

—Espero que te gusten los tacos —es lo único que digo. Ella ríe sin confirmar ni negar y enciende la radio; se acomoda en su asiento mirando por la ventana y comienza a cantar a todo pulmón sin importarle que la gente en los autos que pasan a nuestro lado la miren haciendo el ridículo.

No le importa lo que piensen de ella y eso me gusta porque no finge ser diferente solo para agradar a las personas. Ella es como es, dice lo que piensa y si a alguien no le gusta su actitud, entonces son idiotas que no saben de lo que se pierden. Kea es original, única, y me alegro de poder pasar tiempo con ella a mi lado.

Estiro mi brazo para tomar su mano y escucho que interrumpe su interpretación. Puedo sentir su mirada sobre mí, pero no me giro; en vez de eso sonrío y le doy un apretón.

***

Comemos tacos en mi casa, encendemos la tele, nos recostamos sobre el sillón... y nos besamos. Mucho.

De vez en cuando nos separamos y sonreímos para luego volver a unir nuestros labios. Es relajante y al mismo tiempo excitante. Es como escuchar el mar lamer la arena de la playa y tirarse de un bungee al mismo tiempo. Es paz y agitación; calma y bullicio dentro de mi cabeza, de mi cuerpo. Es sentir que todo es seguro... y al mismo tiempo que estoy en terreno inestable.

Kea es un mar de contradicciones y la reacción que me causa su contacto no es diferente. Y me doy cuenta... de que esto que me hace sentir está creciendo a una velocidad alarmante.

Y no sé si estoy encantado con eso, o completamente aterrorizado.

Besos que curan [ADL #2] ✔Where stories live. Discover now