[DOCE]

90.4K 7.4K 516
                                    

Hay personas que no tienen ni idea de cuánto nos desordenan los pensamientos con solo aparecer.

X

.

KEA

Apoyo mi mejilla en su hombro, sus labios pegados contra mi frente, y lo siento jugar con un mechón de mi cabello. Sonrío.

Es dulce.

—Puedo verte —dice en voz baja—. ¿Por qué sonríes?

Mi sonrisa se amplía ante su pregunta y muevo mi rostro para que nuestros ojos se encuentren.

—Estaba pensando que eres dulce —admito.

—¿Dulce?

El horror en su voz me hace soltar una carcajada.

—Sí —reitero—, tus gestos conmigo. No sé, eres lindo porque lo haces sin pensar. Jugar con mi cabello y eso. —Frunce el ceño cuando le digo esto y suelta mi pelo como si le quemara. Vuelvo a reír por su acción—. Me gusta —lo tranquilizo—, es... relajante. Agradable.

Me encojo de hombros y giro mi cabeza para apoyarme en su pecho una vez más.

Siento que está más tenso que antes. Deseo que hubiera podido ser capaz de mantener la boca cerrada. Ahora he matado el momento y me siento extraña. Trato de incorporarme, sin embargo un pesado brazo cae sobre mi cintura y me mantiene muy cerca de su cuerpo.

—No te quites —pide en un hilo de voz—. Quédate así conmigo, estoy muy a gusto.

—No quería incomodarte con lo que dije —confieso.

—Y no lo hiciste. Solo soy algo tonto. Yo... reacciono de las maneras más extrañas cuando te tengo cerca.

Suena tan serio que no sé si lo que dice es bueno o malo.

No pregunto, tengo miedo de saberlo. Me quedo así hasta que sus dedos comienzan a enredar hilos de mi cabello, arrullándome y llevándome a la deriva.

***

—¿Paso por ti mañana? —pregunta cuando estaciona frente a mi casa.

Me encojo de hombros y asiento.

—Sí. O mejor yo te digo. No sé si... Eh, mi papá ha estado... Yo te aviso —digo al final. Fidel asiente una vez y entonces no dice nada. Ni siquiera me mira.

Es igual de bipolar que yo, si no es que peor.

—Está bien.

—Descansa —le pido.

—Igual tú.

No parece tener la intención de acompañarme a la entrada como lo hizo el día anterior, así que bajo del coche y entro a casa, donde la situación me golpea.

No sé cómo fui capaz de olvidar todo lo que estaba pasando, pero Fidel lo logró. Su presencia, sus besos, todo eso me alejó de la realidad por un momento.

—¡Si vives bajo mi techo sigues mis reglas! —ruge mi papá. Es justo en estos momentos en los que se pone tan fuera de sí en los que prefiero verlo borracho.

¿Qué tan horrible es eso?

—¡Bien! A ver quién se hace cargo de tus cuentas cuando me largue de aquí —replica Diego.

—¿Qué estás tratando de decir?

La amenaza en el tono de mi papá es muy notoria.

—Que la mitad del tiempo estás tan ebrio que no puedes ir a trabajar —dice mi hermano en un murmullo lleno de ira—. Me sorprende que no te hayan despedido.

Besos que curan [ADL #2] ✔Where stories live. Discover now