Doce

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La pizzería estaba vacía a excepción de los repartidores, que viajaban a toda velocidad del mostrador hacia las calles para hacer sus entregas. 

Percy reía junto a Nico a cerca de uno de los últimos videojuegos que había salido recientemente. Nico era muy agradable, y en esas últimas horas Percy se había enterado de que él era italiano y que se había mudado junto a sus padres y su hermana hace más de dos años. 

"¡Y ahora...!" Soltó Piper, cuando se ubicaron en una mesa y tomaron los menús. "¡Invitan los chicos!"

Todos en la mesa rieron, a excepción de Leo, quien trataba de arreglar su sombrero, el cual había quedado algo golpeado cuando lo tiró al suelo. 

"Y no se olviden del postre." Resaltó Rachel, golpeando suavemente a Leo con su codo, haciendo que el latino sonriera. 

El mesero no tardó en tomar el pedido: Una pizza hawaiana, una de cuatro quesos y una vegetariana, juntos a diez refrescos. 

A Percy no le importaba pagar, había pasado un buen rato con aquel grupo al que consideraba sus amigos, y si no fuera por ellos, habría pasado todo el día en casa, viendo televisión o durmiendo. 

Aunque lo de dormir no sonaba tan mal. 

...

Era hora de despedirse, y el grupo se disolvió. Reyna, Rachel y Leo caminaron juntos hacia el norte, pues la casa más lejana estaba a veinte minutos caminando. Además Percy tenía la ligera sospecha de que Leo quería estar a solas con las dos únicas chicas disponibles del grupo. A Nico lo recogió su hermana en una camioneta oscura, mientras que las dos parejas restantes se fueron por su cuenta en diferentes direcciones. 

"Eso nos deja solos." afirmó Percy, mientras se colocaba la gorra de lana azul que su madre le había regalado para su decimoquinto cumpleaños. El frío congelaba sus huesos, y la respiración de ambos dejaba un rastro de vapor frío en el aire. 

Annabeth y él empezaron a caminar en silencio, y la tensión entre los dos podía ser cortada con tijeras. 

"¿Me tienes miedo, Perseus?" preguntó la chica, que guardaba sus manos entre los bolsillos. 

¿Esa era la imagen que tenía ella de él? Él no le tenía miedo. Tal vez sólo estaba un poco intimidado, y el hecho de que, desde el primer día ella hubiera sobresalido, no ayudaba. 

En los pasillos, el sesenta por ciento del tiempo, todo lo que escuchaba era su nombre. Algunos comentaban que estaban cerca de completar el acertijo, otros, que alguien más ya lo había hecho. Los rumores llegaban a decir que ella había declarado que la competencia había terminado. 

Ellos la hacían ver tan irreal, como las modelos de las revistas. Aquellas que ves perfectas, sin errores y con toda la seguridad del mundo en sus rostros. Su madre siempre le había dicho que los ojos eran engañosos, y que las mujeres que veía en las revistas eran iguales a todas, con inseguridades y miedos. 

Así veía a Annabeth. 

Él sabía que había mucho más en ella que ser la chica del acertijo. 

"He escuchado mucho sobre ti." Optó por decir. Una respuestas indirecta no es mentir. 

Ella asintió, tal vez un poco decepcionada por sus palabras. 

"¿Tienes frío?" Continuó Percy. No quería que la conversación muriese. 

"¿Vas a darme tu chaqueta o algo? Porque esto no es una novela." respondió ella, frunciendo el ceño. 

Él paró, y cuando Annabeth giró a verlo, él le regaló la más dulce de las sonrisas. 

"¿Sabes? Nunca hemos hablado más de cinco minutos. Esto es un nuevo récord." 

Ella asintió y le tendió la mano. 

"¿Vas a caminar o no, eh? Hace frío y casi son las nueve de la noche." 

Él tomó su mano por un instante, lo que sorprendió a la chica de cabello rubio. No esperaba que lo hiciera; era sólo una seña. 

Él la soltó cuando vio su expresión. 

Perfecto, Percy, pensó, acabas de hacer una situación incómoda más incómoda aún. 

"No era mi intención..." 

Ella negó.

"Olvídalo." 

No sabía si responder o no, así que continuó caminando. 

Ninguno de los dos era bueno haciendo amigos, así que el silencio permaneció por minutos que parecieron horas. 

"¿Te mudaste, verdad? ¿Por qué?" 

Percy se sorprendió al escuchar su voz; pensó que estarían en silencio hasta que llegaran a sus casas. 

"Papá murió en un accidente hace unos meses, mamá tenía dificultades con las cuentas y eso. Pensó que aquí nos iría mejor, y hasta ahora ha tenido razón." 

"Oh." respondió y prosiguió su camino. 

"¿Eso es todo?" 

"¿Quieres que te diga que lo siento, que te tenga pena? ¿En qué ayudaría eso?" ella se acercó a él, y tomó su rostro entre sus manos. "Eres más que tu historia." 

Annabeth lo soltó y siguió caminando, esta vez sin decir una palabra más. 



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