Veintiocho

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Annabeth releyó tres veces el texto, sin éxito. Decidió intentarlo una vez más, pero simplemente no podía concentrarse. Las palabras se alejaban de ella, y ella no tenía oportunidad de alcanzarlas.

Le divirtió cómo ese concepto se aplicaba en su vida.

Respiró profundo, una, dos y tres veces, y se rindió. Dejó el libro a su lado y se levantó de la cama. Era jueves en la noche, y mañana tendría que hablar sobre el libro en clase. Claro, siempre podría buscar dos o tres resúmenes en Internet, juntarlos, y tener una buena idea de lo que sucedía en el libro, librándose de la tarea, pero realmente le gustó lo poco que leyó y no quería arruinarse el final.

No pudo evitar enfocar la mirada en la bolsita roja que se encontraba en su mesa de estudios. Cada vez que la miraba, sentía que el corazón se estrechaba en su pecho. La curiosidad era muy fuerte, pero quería creer que su fuerza de voluntad lo era más.

Al final, volvió a concentrarse en el libro. O al menos, lo intentó. Era de noche ya, y la cabeza le latía por el dolor, y no sabía si era por todo lo que había llorado, por la preocupación, por la ansiedad o porque en serio necesitaba lentes. Tal vez era todo.

Colocó el libro en la mesita de noche, de todos modos aún tenía toda la tarde del jueves para poder leerlo.

Eran las nueve de la noche, y su padre se encontraba fuera, gracias a los antojos de su madre. ¿Cangrejo y pizza? Negó con disgusto. Sus hermanos estaban en sus cuartos, y deberían estar dormidos, pero ella sabía que no lo estaban, por lo que decidió ir con ellos.

Cuando abrió la puerta, los dos dieron un salto y fingieron estar dormidos.

"Soy yo." Annabeth se dirigió a la cama de Bobby y se recostó a su lado. "¿No deberían estar dormidos?"

"La vida es muy corta como para gastarla durmiendo." respondió él en un susurro, para evitar que su madre lo escuchara y con una sonrisa pequeña.

"Oh, me cuentas cuando entres a la secundaria." bromeó Annabeth, abrazándolo fuerte. Matthew salió de su cama, sumándose al abrazo. No importaba cuánto pelearan, o cuánta sea la diferencia de edad, sus hermanos eran lo más importante para ella. Por esa razón, el embarazo de su madre le afectaba tanto. Porque no vería crecer a su hermanita.

Y fue como si Matthew leyera su mente.

"Annie, ¿Estás enojada porque ya no vas a ser la única chica de la casa?" preguntó.

Annie negó muy rápido.

"Nunca lo estaría, Matt. Sé que el amor se multiplica, sólo crece. Pero... Yo los veo todos los días, y lo hice desde que nacieron. No quiero perderme eso con ella."

"Nosotros lo grabaremos todo para ti, así no te perderás de nada." Soltó Bobby, como si fuese la idea más genial del mundo.

A Annabeth se le hizo un nudo en la garganta al escuchar la inocencia de su hermanito.

"Agradecería mucho eso, Bobby." Y plantó un beso en su mejilla.

La habitación de sus hermanos era fresca, la cama cómoda y gracias a su compañía, el dolor de cabeza aminoró.

"Annie, ¿Te vas a casar con James?" Preguntó Matthew, cuando Annabeth estaba a punto de quedarse dormida.

"Uh, ¿Por qué? ¿No te agrada James?" Respondió con otra pregunta, para evitar responder.

Bobby y Matthew intercambiaron miradas.

"Sí, sí nos agrada." Dijo Bobby. "Es sólo que... Percy nos agrada más."

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