Diecinueve

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Con el pasar de los meses el paisaje blanco empezó a desaparecer; el sol salía con más fuerza y las flores decoraban toda la ciudad, lo que causaba que los medios iniciaran la tan aclamada "Época primaveral", donde aprovechaban para embobar a los consumidores. Annabeth podía ver descuentos en cualquier tienda en la que mirara. 

Ella respiró hondo... Y no era lo mismo. Definitivamente extrañaba el invierno; hacía que, irónicamente, se sintiera más viva. 

Habían pasado tantas cosas alrededor de estos meses que Annabeth tenía que parar y pellizcarse de vez en cuando para comprobar que era verdad: Percy y Vania habían oficializado su relación, por lo que ya eran considerados novio y novia, lo que los hacía altamente calificables para ser el rey y la reina en el baile de graduación. Bianca y Leo andaban de la mano por todos lados, sin despegarse uno del otro. Al principio de su relación Nico había enloquecido, pero pronto se dio cuenta que Leo no buscaba jugar con su hermana. Ella era lo único que él tenía, así que entendía por qué la protegía tan fervientemente. 

Lo más sorprendente de todo es cuan cercana a Percy se había hecho. Cada vez que lo veía causaba que su pecho se hundiera del dolor, pero había empezado a controlarlo para que no se notara. Toda su vida no iba  a cambiar por un simple chico, en especial por uno con novia. 

Así que en ese momento ella tocó el timbre, y el chico de ojos café como el chocolate abrió la puerta. Había una pequeña niña corriendo detrás de él, con el cabello manchado de pintura azul, y no había rastro de su otra hermana. 

"¿Solo en casa, uh?" Preguntó Annabeth, mientras entraba al pequeño departamento donde vivía James. 

"Mamá las dejó aquí, tenía un compromiso importante y eso... Dime que vienes a ayudarme." Rogó James, mientras cerraba la puerta y se dirigía a la cocina. Pronto sería la hora del almuerzo y Annabeth estaba segura de que James no sabía cocinar. 

"Veo que mueres por mi ayuda." Soltó Annabeth, quien tomó a la pequeña Allison, de 7 años, para darle una ducha. La pequeña estaba llena de pintura azul y brillantina rosa, muy probablemente resultado de una pelea con su hermana, Carol. "Eh, Jay, ¿Dónde está Carol?"

Él la miró extrañado mientras empezaba a pelar las patatas en la encimera de la pequeña cocina. Ella sonrió; no podía dejar de admitir que era lindo cuando la miraba de esa manera, confiando en ella para conseguir la respuesta. 

"Hagamos un trato, yo cocino y tú bañas a Allison y buscas a Carol." Él asintió repetidas veces y plantó un beso en su frente mientras ella continuó con el trabajo que él había empezado.

Cuando terminó y empezó a servir todo era la una de la tarde y al sol lo cubrían grandes nubes blancas, cosa que Annabeth agradeció. Detestaba sudar. James había terminado con las niñas y ahora todos estaban en la mesa. Allison tomaba puré de patatas y Carol sostenía el plato de las ensaladas. Carol fue la primera de las hermanas de James a la que conoció, y conectaron de inmediato. Ella tenía el cabello castaño y largo, y siempre tenía el rostro escondido detrás de un libro. Su hermana y ella solían pelear seguido porque Allison detestaba que ella no le prestara atención. 

James llamó su atención apretando su mano, gesto que provocó que Annabeth se sonrojara. 

"Muchas gracias..." Susurró. 

Ella asintió.

Almorzaron sin ninguna interrupción ya que las niñas se portaron excepcionalmente bien. De vez en cuando le preguntaban a Annabeth cosas personales; si tenía novio, cuál era el nombre de su mejor amiga y cómo se llamaba su mascota. 

Cuando todos terminaron las niñas se retiraron a las habitaciones a descansar y James recogía los platos para lavarlos. Annabeth lo acompañó a la cocina para ayudarlo. 

"Son treinta dólares, señorito." Bromeó Annabeth, quien tomó un pañuelo para secar los platos y colocarlos en los estantes. 

"¡Treinta dólares! Podría haberlas llevado a un McDonalds y hubiera gastado menos." Sonrió él, mientras tomaba los platos y los enjabonaba. La cocina era pequeña, blanca y limpia, lo que hacía sentir en calma a Annabeth. Ella detestaba el desorden, y no podía creer cómo James, quien vivía solo, podía mantener el orden en aquel departamento. No era grande, tal vez unos 60 metros cuadrados, lo que era perfecto para su vida como soltero. Ella hizo una mueca. 

"¡Eso crees! Oh, no volveré a ayudarte así me ruegues, James Lovelace." Soltó ella, y le tiró el pañuelo mojado a la cara. 

Él rió, cerró la llave y no se molestó en secarse las manos antes de abrazarla fuertemente. Ella se relajó entre sus brazos; James olía al shampoo de manzanilla de sus hermanas, a jabón y algo más que era indetectable para Annabeth, pero que le encantaba. Ella suspiró y se alejó. 

"Gracias por empaparme mi camisa favorita." Él abrió la llave y empezó a enjuagar los platos, mientras silbaba el canon de Pachelbel. Compartían el mismo gusto por la música en general, en especial la clásica, excepto por la electrónica, que él amaba con la vida aunque ella no le encontrara sentido. 

Cuando terminaron se tiraron al sofá de cuero de la sala de estar, donde pudieron descansar. 

"Tienes que ayudarme, Anne. De verdad quiero resolver el código." Annabeth se removió incómoda. En todo el día aquel tema no había salido, por lo que se sentía aliviada... Hasta ahora. 

"No puedo." Respondió.

Por un lado ella realmente quería que él lo resolviese. Le gustaba, no como lo que sentía por Percy, pero realmente le gustaba. Mucho. Fácilmente ella podría quitar esa estúpida mezcla de números y letras y besar a James en este momento, pero no podía. El otro lado de ella necesitaba que él lo hiciese para no sentir remordimiento por Liam. ¿Cómo podría ella darle una oportunidad a él pero no habérsela dado a su mejor amigo? 

Él tomó su mano y entrelazó sus dedos, una costumbre que había tomado hace poco y que ella sabía que estaba mal, pero no podía evitar desarmarse cuando él la tocaba, así que no podía ni quería negarse. 

"Sé que tu número favorito es el 6 y que por eso está allí. Sé que es por el cuadro que te regaló Liam, y sé que tiene que ver con él... Pero no me das nada más." Él pasó la mano que tenía desocupada para despeinar su cabello, un gesto que Annabeth sabía que solo realizaba cuando pensaba demasiado. 

Ella asintió. 

"Vas por buen camino." Ella sonrió amablemente. Su celular sonó en ese momento con un mensaje. Era Hazel, quien tenía una cita con Frank y estaba desesperada por ayuda. En el mensaje decía que Piper estaba más nerviosa que ella y que no la ayudaba en lo absoluto. 

Annabeth dejó el celular a un lado y vio los ojos de James, oscuros, sobre ella. 

"Tengo que irme." Anunció. Se paró y se dirigió a la puerta. Él la acompañó. 

"Me despediré de Allison y Carol por ti." 

"Traten de no quemar la casa, por favor." Dijo Annabeth, y abrazó a James. 

Él la tomó por la cintura y no permitió que ella se separara de él. Annabeth ni siquiera lo intentó. 

James tomó su rostro entre sus manos y separó un desordenado mechón de cabello que rodaba por su rostro. 

El cerebro de Annabeth gritaba no, pero estaba cansada de pensar. 

Así que cuando los labios de James rozaron los suyos ella los recibió gustosa.  



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