Dieciséis

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"Así que... El matrimonio" Soltó Percy, en un intento de iniciar una conversación. 

"Ajá. Es un ensayo, lo que no es difícil. Mil palabras sobre cómo el amor es un concepto creado por los comerciantes y escritores tratando de vender... ¿Qué?" Preguntó la rubia, al ver los ojos de Percy sobre ella, expectantes. Era increíble lo mucho que resaltaban sus ojos en su habitación llena de azul y blanco. Sus ojos eran bonitos, ella jamás había visto un verde con tanta intensidad en la mirada de alguien. Pero no, ella prefería los castaños. Así que se obligó a apartar la mirada, y la llevó hacia un cuadro, el único cuadro que estaba colgado en la pared. Era una explosión de color, muy parecido al que ella tenía en su cuarto. Lo señaló. "¿Charles Lovelace? Yo lo adoro. Tengo la misma pintura en mi cuarto." 

"¿Eh?" Percy sonrió, haciendo que Annabeth se sonrojara. No. No podía gustarle. "Sí, a mi padre le encantaba el arte. Me recuerda a él." 

"¿Cómo se llamaba?" Él negó con la cabeza. "Lo siento, no quería ser entrometida." 

Él le regaló una blanca y perfecta sonrisa falsa, lo que hizo que parte de ella se sintiera avergonzada. Sí, definitivamente le gustaba. Pero, vale, no era algo importante. No era como si su corazón saltara cuando la tocaba ni como si se sonrojara al verlo. No. Sólo le gustaba... Tal vez sólo como amigos. Sí, tenía que convencerse de ello. 

Annabeth tomó asiento en el suelo y con cuidado empezó a sacar las cosas de su mochila; un par de lapiceros y un cuaderno. Percy colocó su computadora en el suelo y abrió un nuevo documento para empezar a redactar el trabajo. Y así se quedaron, concentrados en el trabajo y sin cambiar el tema hasta que Sally tocó la puerta para que bajaran a comer; y sí que se había esmerado. 

En la mesa se encontraban tres bandejas grandes, llenas de puré de patatas, pollo y ensalada. Sally habló durante toda la cena, contando anécdotas sobre cuando Percy era un bebé; la vez cuando manchó todas sus sábanas blancas con pinturas azules, y cuando tomó todas sus joyas y las pegó en la pared formando un gran pez. Annabeth podía ver cómo Percy veía a su madre, muy diferente a un adolescente normal, avergonzado. Él la veía como si fuese la persona más importante en su vida, y Annabeth sabía que así era. Ellos dos tenían un vínculo muy especial. 

Al fin de la cena, ellos subieron a su habitación para imprimir el trabajo y recoger sus cosas. 

"¿Annabeth? Gracias por actuar normal. Nunca traigo chicas a casa por esta razón. Amo a mi madre, pero está desesperada porque tenga novia y eso me enloquece". 

"¿Me vas a decir que eres gay?" soltó Annabeth, curiosa. Ese era su error; soltaba cosas y, cuando el daño ya estaba hecho, se daba cuenta de su error. 

Percy soltó una carcajada. 

"¡No!" Respondió entre risas. "¿Por qué todos me preguntan eso?"

Ella sonrió, y su teléfono sonó. La imagen de Vania saltó en su celular, y la mirada de Percy se dirigió a él. Su sonrisa se desvaneció y fue reemplazada por un tono rosa intenso en sus mejillas. Una punzada recorrió el pecho de Annabeth. 

"Uh, am, ¿No... No vas a contestarle?" Preguntó. 

Ella asintió y contestó la llamada. 

"¡Cariño! He encontrado al chico perfecto para ti. Ah, y no me vengas con eso del acertijo..." Gritó por el auricular la chica pelirroja. 

"Lo del acertijo es algo serio, Vee." Percy miraba asombrado a Annabeth, y sin darse cuenta, tiró la lámpara de la mesita de noche. 

"¿Estás con alguien, Annie? ¡No me digas que ya resolvieron tu misterio!" 

"Estoy con Percy por un trabajo de la sra. Shepard. Ya me iba." 

"¡Percy Jackson! Es muy guapo, lo reclamo como mío." 

Annabeth miró a Percy, confundido, recogiendo los restos de la lámpara. 

"Todo tuyo. Bien, cariño, ya me tengo que ir." 

"Espera, ¿Vas a mi fiesta, sí o no? Ya quiero presentarte a James. Sé que te va a encantar."

Annabeth resopló y dijo que sí, luego cerró. 

"Te gusta Vania, ¿verdad?" Preguntó a Percy, cuando ya se había calmado. La verdad es que le dolía. Era algo idiota, puesto Percy no era nada de ella y jamás mostró interés; pero era eso lo que le gustaba, que no había intentado resolver ese estúpido acertijo. 

Él asintió. 

"Voy a ayudarte a conquistarla" Prometió. Necesitaba quitarse ese sentimiento. Tal vez si él estaba con otra...

"¿Y qué ganas tú?" Preguntó. 

Deshacerme de este sentimiento, pensó. 

"No todo en la vida es ganar, Perseus."




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