Capítulo 3: Enfrentamiento

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Cuando Lexie abrió los ojos, sintió unos brazos que la rodeaban pero no entendía nada; había pasado demasiado tiempo desde la última vez que había despertado así. Se dio la vuelta y vio a Adán profundamente dormido abrazado a ella, no pudo reprimir una sonrisa, hacía mucho tiempo llevaba soñando con eso y no se lo esperaba para nada ese día pero por otra parte, algo dentro de ella le decía que no se ilusionara porque tal vez cuando su hijo despertara todo volvería a ser igual que antes. De todas maneras, aprovechando el momento, abrazó a su pequeño y se quedó observándolo mientras este descansaba. Al verlo así, con los ojos cerrados no pudo evitar comprobar el gran parecido que tenía con Nicolás, cuando tenía un poco más de su edad.

Al poco tiempo de haberse conocido, Alexia y Nicolás se habían convertido en inseparables, decían que eran amigos pero en realidad los únicos que creían eso eran ellos. Tyler no dejaba de molestarlos y estaba seguro de que tarde o temprano terminarían juntos. Ellos no lo querían admitir, pero en silencio se estaban enamorando el uno del otro y no fue hasta la fiesta de quince años de Alexia, ocho meses después de conocerse, que Nicolás se armo de valor y le confesó todo lo que sentía por ella aunque ya se habían besado un par de veces antes, nunca habían formalizado nada pero desde ese día estaban juntos. Once años completos.

—Perdóname —la voz de Adán interrumpió sus pensamientos, podía sentir su dolor.

—¿Perdonarte por qué?

—Ya sabes, no tenía derecho a tratarte como te traté todo este tiempo—dijo el niño conteniendo algunas lágrimas—. Si hubiese sabido, todo sería muy distinto.

—¿Si hubieses sabido qué?

— Lo de Sierra. No debería haberte juzgado sin saber.

—Él te lo dijo? —las emociones de Alexia pasaron de estar en la felicidad al enojo en un segundo, no podía creerlo—. Tú no deberías saber eso, ese es un tema de grandes.

—No me lo dijo directamente, pero no lo negó cuando se lo pregunté. Fui un imbécil contigo, mamá y todo por culpa de él. Nunca lo voy a perdonar.

—No digas eso, no fuiste un imbécil yo entendía tu enojo. Cuando mis padres se separaron tampoco me lo tomé de buena manera —intentó tranquilizarlo al tiempo que apoyaba una mano en la mejilla de su hijo—. Y en cuanto a tu papá, tienes que perdonarlo. Él los quiere mucho y es un gran padre, solo se equivocó conmigo pero eso no tiene que afectar el cariño de ustedes hacia él.

Alexia tenía claro que jamás iba a poder perdonar lo que le hizo pero no podía dejar que sus hijos sintieran lo mismo; ella había perdido a su esposo pero sus hijos no podían perder a su padre. Así que, por más que deseara no volver a verlo nunca más, dejaba que pasara todo el tiempo que él quisiera con los niños.

Adán le pidió perdón por décima vez hasta que Lexie lo amenazó en broma con que si no dejaba de decirlo, le quitaría los videojuegos por un mes. Estuvieron un largo rato conversando, poniéndose al día de todo lo que no habían hablado en esos años. Adán le contó que estaba enamorado de una de sus compañera y habló bastante tiempo de ella, incluyendo su largo cabello rubio. Alexia solo lo escuchaba con una sonrisa en la cara. ¿En qué momento había crecido tanto?

Cuando terminaron de hablar, Lexie le pidió si podía quedarse cuidando a Cielo mientras ella salía a hacer un trámite. Él accedió sin preguntar nada, después de todo, sentía que era lo menos que podía hacer por su madre.

Ella se cambió el pijama por un pantalón de chandal y una camisera, se arregló un poco para no demostrar lo destrozada que estaba y luego salió a hacer lo que debía haber hecho mucho tiempo atrás.

—¿Hola? ¿Lex? —preguntó Tyler claramente sorprendido, al otro lado de la línea telefónica. No sabía nada de ella hacía bastante y estaba seguro que la razón era que seguía siendo el mejor amigo de Nick. Las amistades compartidas nunca habían sido una buena idea.

—Hola, Ty —saludó Lexie a su amigo con el que había perdido el contacto hacía meses—. Necesito un favor.

—¿Para qué sirvo?

— ¿Podrías darme la dirección de Nicolás? —preguntó nerviosa, no se imaginó nunca que algún día tendría que hacerlo.

—¿Cómo? ¿No sabes dónde queda el departamento? —Tyler estaba confundido—. Pero si vive en el mismo lugar desde hace casi tres años.

—Casi ni hemos hablado desde... —se detuvo un momento, decirlo en voz alta era difícil aún—. Tú sabes, desde que nos separamos. Nunca me interesó mucho saber dónde vivía pero ahora necesito hablar urgente con él.

—Te enviaré la dirección por mensaje, espera —el teléfono de LExie vibró por el mensaje recibido mientras su amigo continuaba hablando—. ¿Cómo está mi ahijado? ¿Y la muñeca?

—Ahí están, bien —Tyler era el padrino de Adán, ya que cuando nació este era el mejor amigo de Alexia y también de Nicolás. Y a Cielo también la adoraba—. Deberías visitarlos alguna vez, ¿no?

—Lo haré. Podríamos tomar un cafe algún día. Te extraño, Lex.

—Yo también te extraño, Ty. ¿Te parece el miércoles?

— Agendado. Cuídate, Lex.

Cortó el teléfono, tomó aire y encendió el auto para dirigirse al departamento de su ex esposo. Cuando llegó, estaba muy nerviosa y no sabía si le saldrían las palabras, pero de igual modo, se bajó del auto decidida a encararlo. Subió por el ascensor y se dio un segundo para tomar aire antes de tocar el timbre. Lo que no esperaba era que no alcanzaría ni a presionar el botón antes de que se abriera la puerta del departamento y saliera de ahí la persona a la que menos esperaba o quería ver.

—¡Alexia! —exclamó sorprendida la mujer en cuestión.

—Sierra —Lexie se había desinflado como un globo. Así que no había sido algo pasajero. Mientras ella sufría todavía, él ya había creado algo con su amante.

—¿Qué haces aquí?

—Perdón, pero no puedo hablar contigo como si no hubieses sido una de las responsable de destruir mi familia —intentaba parecer solida pero la voz le había comenzado a temblar.

—¿Lex? —apareció Nicolás en la puerta, secándose el pelo con una toalla y solo vestido con un pantalón de chandal. Alexia sintió un dolor en el pecho al imaginarse en lo que estaban. No debería haber ido sin avisar. Por su parte, Nicolás estuvo a punto de entrar en pánico al ver a las dos mujeres de pie hablando fuera de su departamento—. ¿Qué haces aquí?

—Yo... venía a —empezó a responder pero se interrumpió y negó con la cabeza, no valía la pena—. Nada, olvídalo. No debería haber venido nunca. Adiós.

Giró sobre sus talones y comenzó a caminar hacia el ascensor con pasos firmes para intentar parecer segura aunque las lágrimas en sus ojos estaban por desbordarse.

—¡Lexie, espera!

Alexia se detuvo un momento y Nicolás soltó el aire que llevaba conteniendo pero ella no se dio la vuelta. Una lágrima rodó por su mejilla y subió al ascensor. Se giró al final mientras las puertas se cerraban y vio que él tenía la misma cara que creía tener ella. Esperó a estar totalmente encerrada en esas cuatro paredes y ya no pudo contener las lágrimas; a diferencia de ella, Nicolás había pasado la página y continuado su vida con Sierra. De todas las mujeres que habían en el mundo, ¿por qué con ella?

Nicolás entró corriendo a su departamento ante la mirada sorprendida de Sierra, ni siquiera la miró y se dirigió a su habitación a ponerse zapatillas y una camiseta antes de seguir a la mujer que todavía amaba. Sabía que después de eso, la mínima oportunidad que tenía de que lo perdonara se había esfumado. Se golpeó la cabeza con las manos un momento, diciéndose lo estúpido que fue al haber llamado después de tanto a Sierra ese día y salió disparado por la puerta.

—Deja cerrado cuando te vayas —dijo fríamente a Sierra y corrió por las escaleras para alcanzar a Alexia. 

La vida sucede (LIH#1)Where stories live. Discover now