Capítulo 44: Sinceridad

6.7K 567 35
                                    

Lexie se había puesto de pie de golpe, llevaba unos cinco minutos caminando de un lado a otro sin saber qué decir o hacer ante la pregunta no tan pregunta de Nick. Él lo sabía, no tenía idea de cómo pero lo sabía. Por su lado, Nick seguía en el sillón sin moverse pero ya lo estaba poniendo nervioso que su ex no se quedara quieta ni por un segundo.

—¿C-cómo lo sabes? —por fin se atrevió a preguntar.

—Si querías que fuera un secreto no debiste contárselo a Cielo.

—No es un secreto, te lo iba a decir ahora.

—Está bien, Lex. Si hubieses querido que fuera un secreto o si no, está bien, es solo tu decisión y sé que te mereces ser feliz.

—¿Qué? —no pudo evitar preguntar estupefacta, se esperaba una reacción muy diferente. Al parecer los tiempos habían cambiado de verdad ya que ni sus hijos ni su ex le habían puesto armado una escena.

—Que mereces ser feliz, no te voy a negar que se siente como si fuera una patada en las pelotas, tampoco que me gustaría ser yo el que te haga feliz pero sé que mi tiempo ya pasó, tuve la oportunidad de hacerte sentir la mejor mujer del planeta y no la aproveché, te dejé ir y aunque duela tengo que aceptar que estás rehaciendo tu vida y está bien. No conozco muy bien al italiano pero sé que es un buen tipo y te cuidará como yo no lo supe hacer.

Lexie se quedó en silencio unos momentos, de nuevo sin saber qué contestar. Estaba analizando una a una sus palabras para comprobar que escuchó bien y su mente no la estaba engañando.

Por más que sintiera cosas por Gianluca, todavía había algo, una pequeña chispa de amor por Nicolás que si la dejaba crecer un poco más, podía provocar un incendio del cual sería muy difícil salir ilesa. Pero esa chispa, aunque pensara que existiría durante toda la vida por ser él su primer amor, no era más que eso. Lo único que podía optar a tener con Nick era una amistad porque ya no podía verlo como pareja. Perdonó su engaño, pero eso no significaba que lo hubiese olvidado.

—¿No me vas a decir nada? —preguntó él luego del nuevo silencio incomodo—. Estás pálida.

—La verdad no sé qué decir —confesó ella—, me sorprende un poco, pero nada más. Gracias, es muy importante para mí todo lo que dijiste y sé que no lo crees pero tú también mereces rehacer tu vida con alguien que de verdad te quiera y ser feliz.

—Sinceramente no creo que lo merezca, he sido tan hijo de puta contigo que a estas alturas lo único que deseo es que ni tú ni nuestros hijos me odien. Si tengo eso, lo tengo todo.

—Todos merecen a alguien, Nick. Te podrás haber mandado un par de cagadas pero todavía estás a tiempo de remediarlo, no vuelvas a cometer los mismos errores. No te cierres al amor, te lo dice alguien que estuvo alejándose de cualquier tipo de relación por años. Cuando menos te lo esperes, llegará alguien que pondrá tu mundo de cabeza otra vez y no querrás soltarla nunca más.

—No va a ser tan fácil olvidar lo nuestro.

—¿Y me lo dices a mí? —Lexie soltó una pequeña risita—. Dudo que algún día podamos olvidar lo nuestro. Es imposible borrarlo porque yo sé que, independiente de cómo terminó todo, nos amamos como muy pocas personas saben hacerlo. Tuvimos dos maravillosos hijos que nos recuerdan, no solo el enorme amor de ese entonces, sino también que hemos sabido superar los distintos obstáculos que nos ha puesto la vida y seguiremos haciéndolo, no como pareja pero sí tal vez más adelante como amigos.

—Sinceramente, creo que será difícil formar una amistad.

—¿Cuándo algo ha sido fácil para nosotros? Y seguimos aquí, dando la pelea. Es nuestra forma de ser.

Ambos se quedaron en silencio nuevamente, solo que esta vez no parecía ser incomodo. Los dos estaban tan inmersos en sus pensamientos que ni se daban cuenta de que los minutos seguían corriendo.

Para cuando se dieron cuenta, el reloj marcaba las doce de la noche y Nick decidió que era un buen momento para irse. Sentía como si le hubiesen quitado un peso de encima al saber que Lexie lo había perdonado y al parecer no sentía ningún rencor hacia él; y por su parte, ella se sentía liviana al poder decir esas palabras. Nunca habían hablado tan directamente desde antes de que de separaran y lo más probable era que no hubiese sido una charla tan sincera como la que acababan de tener. Fue en el momento perfecto, el momento en el que las heridas del pasado estaban sanando ya casi por completo y sin el miedo de que algo las pudiera volver a abrir. Ya no dolía, por lo menos, no como lo hacía un par de meses antes.

Ya sola en la sala, se debatió entre si llamar a Gianluca para darle las buenas noches o no. No sabía si tal vez iba muy rápido, de verdad había olvidado todo lo que era comenzar un noviazgo. Estaba en eso, cuando su teléfono comenzó a vibrar. Era él.

—¿Hola? —contestó al segundo tono sin poder esperar más.

—¿Estabas pegada al teléfono? —preguntó Gianluca divertido.

—Sí, estaba a punto de llamarte.

—Así que estamos conectados.

—Al parecer sí, doctor Marcconi.

—¿Cómo está Cielo?

—Hoy ha sido un día bastante bueno, ha estado muy animada. En la tarde estuvimos viendo una película y me preguntó si eras mi novio.

—¿Qué le respondiste?

—La verdad. Al principio se asustó porque pensó que reemplazarías a su papá pero luego cuando se lo aclaré se puso contenta y dijo que le gustaba que fueras mi novio.

—Me alegra escuchar eso, una persona menos de la que preocuparte por decirle.

—La verdad tres —admitió Lexie—, también se lo dije a Adán y Nick. Bueno, a Nick se lo dijo Cielo primero pero yo igual iba a contárselo hoy.

—¿Fue muy malo?

—Al contrario, te prometo que quedé sin palabras. Sigo sin poder creer que lo único que dijeron fue que merecía ser feliz.

—Tienen razón, mereces toda la felicidad del mundo y si me lo permites yo puedo dártela.

Lexie se comenzó a resbalar por el sillón hasta quedar totalmente tendida. Rendida ante los encantos de ese italiano que tanto le gustaba.

—¿Cómo quieres que no me derrita con esas frases que dices?

—Te las puedo decir también en italiano si quieres —bromeó él—. Dicen que a las mujeres les gusta el idioma y me parece que no eres la excepción.

—Dios, sí. Dilo, dilo.

Siguieron hablando por un largo rato, de vez en cuando Lexie le pedía que volviera a decir cosas en su lengua materna y él encantado lo hacía. Todo por darle en el gusto a la rubia que lo volvía tan loco. 

La vida sucede (LIH#1)Where stories live. Discover now