Capítulo 52: Heridas del pasado

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Gianluca entró a la casa sin ninguna sutileza y por el silencio que había creyó que no había nadie, por lo que avanzó hasta su habitación pateando cualquier cosa que estuviera en su camino. Cualquiera diría que estaba borracho pero la verdad era otra, estaba sufriendo y perfectamente sobrio.

Lo que no sabía, era que en la habitación de su pequeña hija también estaba su novia jugando con ella. Lexie había pasado toda la tarde ahí esperando por él y ya comenzaba a preocuparse cuando sintió la puerta golpearse y algunas cosas caer. Con el ruido que estaba provocando, la pequeña Venecia estaba muy asustada por lo que la rubia intentaba distraerla hasta que el ruido fue más fuerte y no pudo evitar intervenir.

—Todo está bien, preciosa —la intentó tranquilizar por última vez—. ¿Por qué no te quedas acá viendo la película y yo voy a ver qué pasa?

La pequeña negó con la cabeza enérgicamente pero Lexie logró convencerla diciéndole que no tardaría demasiado.

Salió de la habitación y se dirigió a la de su novio, no se molestó en golpear la puerta ya que supuso que él tampoco la escucharía. Entró con cuidado por si a Gianluca se le ocurría lanzar algo contra la puerta sin verla a ella y la escena le partió el corazón; verlo golpeando las paredes con furia fue fuerte, pero fue aun peor cuando se dio vuelta, ver su cara empapada de lágrimas.

—¿Qué haces aquí? —preguntó confundido y sonó un poco más duro de lo que pretendía, Lexie se encogió un poco—. No deberías estar aquí.

—Te apoyo en un mal momento así como haces tú siempre —respondió con decisión aunque su voz tembló al final.

—No quiero que me veas así.

—¿Por qué no? Eres humano y los humanos se rompen de vez en cuando, tú mismo me lo hiciste ver. Lo importante es tener a alguien que esté contigo en las buenas y en las malas, ¿no?

—No quiero molestarte con mis cosas, no necesitas más problemas.

—Soy tu novia, tus problemas también son míos. No sería justo que solo hicieras mis problemas los tuyos y yo no, las relaciones son mutuas, solo así funcionan —se acercó para abrazarlo pero él retrocedió un paso—. Sinceramente, no puedo ver a mi novio en este estado e irme a casa como si nada. No te voy a dejar solo... Ahora, déjate de tonterías y abrázame porque te voy a dar apoyo aunque no quieras.

Él la escuchó atentamente y no dudo más en abrazarla, al parecer ambos estaban en la misma sintonía y saber lo mucho que le importaba le hizo que todo fuera un poco menos difícil. Aunque solo un poco.

Apenas estuvo en sus brazos no pudo resistirlo más y lloró como hacía mucho tiempo no lloraba. Lloró por su ex esposa, por Venecia que nunca podría llegar a conocer a su madre y por la mujer que tenía en sus brazos que a veces sentía no merecerla. Creía que acarreaba con él demasiados problemas para involucrarla a ella siendo que en realidad, ambos estaban en igualdad de condiciones.

Lexie no pudo hacer más que consolarlo, acariciaba su cabello mientras le susurraba que botara todo eso que le hacía mal, que siguiera llorando hasta que sintiera su alma limpia y que no se preocupara por ella, porque era fuerte y podía soportarlo. Fue bastante tiempo el que se quedaron abrazados pero, ¿qué es el tiempo? Lo que para ellos fueron unos minutos, en realidad resultó ser más de una hora, y ahí se pudo notar lo subjetivo que es el tiempo para cada persona.

—Perdóname —susurró él.

—¿Por qué tendría que perdonarte? —preguntó ella con media sonrisa y secando sus lágrimas con ternura—. ¿Qué has hecho?

—Primero, por haber estado alejado esta semana, no era un buen momento y solo me alejé como siempre lo hago.

—No tienes que disculparte, todos necesitamos espacio a veces. Y siento mucho que estés pasando por esto, me gustaría poder quitarte todo ese dolor, pero sé que no puedo.

—No puedes quitarlo, pero haces lo posible por calmarlo y atenuarlo y ni siquiera te das cuenta. Eres una de las mejores cosas que me pasó en la vida, Alexia, juro que creí que no volvería a sonreír, que no volvería a ver a ninguna mujer como la veía a Irina pero entonces, apareciste tú y comenzaste a destruir una a una mis murallas, te ubicaste en mi corazón para quedarte y pienso hacer todo lo que esté a mi alcance para que te quedes ahí y yo de a poco poder ir ubicándome en el tuyo también.

Lexie estaba conmovida, nunca le había dicho palabras tan hermosas como esas y se sentía muy afortunada de haberlo conocido. A ella también le pasó algo muy similar, cuando pensó que no volvería a confiar en ningún hombre, que no volvería a caer en las redes del amor, apareció él y cambió cada pensamiento respecto a eso, cada sentimiento.

—Ya estás ubicado en el mío, Gianluca —le afirmó la cara con ambas manos—. Y dudo mucho que puedas salir de ahí algún día.

Y entonces, él la beso con lentitud, como si fuera la primera vez que sus labios se unían, como si volvieran a estar en la clínica ese día en que Lexie lloraba por Cielo; solo que ahora era él quien lloraba. Por primera vez, era él quien la necesitaba a ella.

—Lo segundo es que me perdones por estar llorando por ella en frente tuyo, sé que no lo mereces.

—Me parecería extraño que no lo hicieras, era tu esposa, parte de ella siempre estará en ti y lo entiendo. ¿Qué clase de persona sería si no lo hiciera? —se pegó aún más a él—. Puedes llorar por ella en mis brazos las veces que sea necesario y no saldré corriendo, me quedaré a tu lado igual que tu haces siempre conmigo. Te escucharé siempre que lo necesites, pero por favor no me apartes cuando te sientas mal; búscame y ambos intentaremos arreglarlo. No quiero perderte, Gianluca y tengo miedo de que te cierres tanto que lo haga.

—Nunca me perderás, eres demasiado importante como para dejarte ir. No tienes idea de lo mucho que te quiero.

—Creo que estamos en igualdad de condiciones. Te quiero tanto, doctor Marcconi, tanto que no te imaginas.

Se volvieron a besar, esta vez con necesidad, ambos deseaban perderse el uno en el otro hasta que sintieron que la puerta comenzaba a abrirse y se separaron de golpe antes de que Venecia apareciera ahí. Gianluca abrió los brazos y recibió a su hija con cariño, se sentía muy culpable por también alejarse de ella durante esos días y se prometió no volver a hacerlo, iba a disfrutar a su hija cada día del año, iba a celebrar su cumpleaños por más dolor que eso le trajera porque Venecia era lo más importante de su vida y su felicidad dependía completamente de ella y de la rubia que tenía en frente. 

La vida sucede (LIH#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora