Capítulo 28: Noche de chicas

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Llevaban unos cinco minutos en silencio una vez que Adán abandonó la habitación, Lexie estaba ordenando las ideas de lo que quería decir en su cabeza y Nick esperaba a que hablara ella primero.

—Es feo lo que haces —al fin ella supo por dónde comenzar.

—¿Qué cosa hago?

—Esta escenita —apuntó a su alrededor—, confundes a los niños con tus celos.

—¿Celos?

—Sí, celos. Y no te atrevas a negarlo que hasta Cielo se da cuenta.

—¿Cómo quieres que no me ponga celoso? Llegó con los niños y te encontramos con él y más encima, se estaba poniendo los zapatos. ¿Qué quieres que pensemos?

—¡Tengo derecho a tener amigos! —repitió.

—Un amigo no te mira como él lo hace, ni tampoco tienen encuentros amorosos en la casa que viven nuestros hijos.

—No hubo ningún encuentro amoroso. El único que tuvo ese tipo de encuentros en este lugar y sin mí, fuiste tú.

—Lo conoces hace nada de tiempo, Lex. Tú no eras así, no sé cuándo cambiaste tanto. No puedo creer que ya te acostaras con él como una...

La mano de Lexie estrellándose contra su mejilla lo interrumpió, en los catorce años que se conocían ella solo lo había golpeado una vez, cuando fue a encararlo y por un impulso, pero nunca más, por más fuerte que fuera la discusión.

—Nunca... en tu puta vida me vuelvas a hablar así —soltó Lexie furiosa—. No tienes ningún derecho a reprocharme nada y si quiero puedo rehacer mi vida con Gianluca o con se me dé la maldita gana, es mi problema.

—Lex...

—¡No! Yo no te debo nada, Nicolás. Si quisiera me podría acostar con cualquiera y daría igual porque llevamos tres años separados. Así como tú tendrás un hijo con tu amante yo tengo derecho a seguir con mi vida —ella respiró profundo e intentó retener las lágrimas, eso le había dolido en el fondo de su corazón—. Ahora te voy a pedir que te vayas.

—Yo no quería...

—¡Fuera!

Nick se rindió y salió, al momento que cerró la puerta Lexie se derrumbó en el sillón y no pudo seguir reteniendo las lágrimas. Le dolía profundamente, sabía que Nick siempre que estaba molesto, decía las cosas sin pensar y luego se arrepentía pero esa vez había ido demasiado lejos.

—¡¿Mamá?! —preguntó Adán saliendo de la habitación de su hermana preocupado—. Mamá, ¿qué te pasa?

Ella no pudo responder, así que el chico se sentó a su lado y solo la abrazó. Lexie intentó calmarse, no podía dejar que sus hijos la vieran así pero algo dentro de ella le impedía dejar de llorar. No supieron cuánto tiempo estuvieron ahí, el chico estaba asustado ya que nunca había visto a su madre así.

—¿Qué te hizo? —preguntó molesto. Estaba más que seguro de que su padre había vuelto a ser un idiota.

—Nada, ¿por qué no vas a jugar videojuegos?

—Porque no estás bien. Si estuvieras bien nunca me enviarías a jugar videojuegos.

—Necesito estar sola, me daré un baño y aprovecha de jugar que cuando salga del agua no podrás seguir haciéndolo.

Se dirigió al baño de su habitación y echó a correr el agua para llenar la bañera, necesitaba relajarse de alguna forma y así era como lo hacía en los viejos tiempos. Se sumergió en el agua, esperando que borrara todo el mal momento que había pasado. Cuando ya se sintió un poco mejor, salió con una bata a su habitación y se encontró con Jo sentada en la cama con toda confianza.

—Hola, extraña —saludó su amiga sonriéndole.

—¿Qué haces aquí? —Lexie estaba extrañada pero contenta, lo que más necesitaba en ese momento era a su amiga.

—Tu hijo dijo que tal vez necesitabas una amiga con quien hablar, así que vine y traje... ¡Tequila! ¡Noche de chicas!

—¿Adán te llamó?

—Sí, dijo que creía que su papá había sido un idiota contigo, otra vez.

—No puedo beber tequila, mañana trabajo.

—Eso no nos lo ha impedido nunca, si bebíamos a veces hasta en el colegio. No seas aburrida.

Mientras su amiga iba a buscar vasos, limones y sal, Lexie fue a hacer dormir a la pequeña.

—¿Quieres un cuento a antes de dormir?

—No, mami. Tengo mucho sueño.

—Bueno, entonces hasta mañana, princesa —le dio un pequeño beso en la frente y apagó la luz.

Luego se dirigió a la habitación de Adán para decirle que no se quedeara hasta muy tarde jugando y también para agradecerle por haber llamado a Jo. A pesar de necesitarla, ella no la habría llamado ya que se sentiría culpable de que su amiga dejara su Danny, sus hijos y Maddie solos pero se alegraba de tenerla ahí, como siempre, escuchándola y aconsejándola.

Cerraron la puerta de la habitación de Lexie y abrieron la botella mientras le contaba a su amiga todo lo que había pasado esa tarde, o casi todo. Evito la parte de los besos, hasta que se habían bebido la mitad del tequila.

—Se está comportando nuevamente como un idiota —dijo rellenando su vaso. Su lengua comenzaba a trabarse—, en cambio Gianluca es tan atento, tan perfecto... y cuando me besa me siento tan bien, tan...

—¡Alto ahí! —exclamó Jo y Lexie se tapó la boca con las dos manos al ser descubierta—. ¿Dijiste «cuando me besa»?

—Yo no dije eso —intentó hacerse la inocente y su amiga le lanzó una almohada en la cara.

—Claro que lo dijiste y ahora espero los detalles. ¿Cuándo fue?¿Dónde? ¿Besa bien? ¿A que sí? Debe besar como los dioses, con lo bueno que está.

Ambas rieron y Lexie le comenzó a contar toda la historia a su amiga, cuando se dieron cuenta de la hora, eran las tres de la mañana y ya estaban totalmente ebrias. Lexie tomó su teléfono y marcó el número del médico, su amiga en otra ocasión no se lo habría permitido pero estaban en peores condiciones que ella, llamando a Danny para recordarle lo mucho que lo amaba.

—¿Lexie? —contestó el médico somnoliento y ella se arrepintió al instante de haber llamado—. ¿Pasó algo?

—No —soltó una risita tonta—, llamaba para saludar.

—¿A las tres de la mañana? —preguntó él, divertido. Esa mujer era una caja de sorpresas.

—Me acordé de ti.

—¿Estás ebria?

—¿Yo? —se hizo la ofendida y luego volvió a reír—. Un poquito.

—Que te acuerdes de mí en ese estado me da esperanzas.

—¿Y que te pida un beso mañana también? —preguntó ella en su intento de coquetearle.

—Veo que el alcohol te quita toda la timidez.

—Sí, mañana tal vez me arrepienta del ridículo que estoy haciendo pero ahora me siento muy bien. Siento haberte despertado, por favor, no te molestes.

—Descuida, nunca podría molestarme contigo.

—¿Nos vemos mañana? —ella recobró la timidez, ¿qué era lo que tenía ese hombre?

—Claro y cobraré mi beso.

Con una sonrisa satisfecha en el rostro, Lexie se despidió y cortó el teléfono, cuando miró a su lado vio que su amiga estaba durmiendo profundamente por lo que la cubrió con una manta y se quedó dormida a su lado. Tal como en las pijamadas que solían hacer cuando niñas y adolescentes, parecía que el tiempo no hubiese pasado.

La vida sucede (LIH#1)Where stories live. Discover now