Capítulo 39: Visitas inesperadas

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Tal como dijo Gianluca, la mañana siguiente habían dado de alta a Cielo y estaba pasando otro día sin complicaciones en su casa. Esa mañana, Philippe, el padre de Alexia y Danny había llegado a su casa tomándolos por sorpresa a todos, y aunque Jo ya le había contado a Lexie que vendría no esperaba que fuera tan pronto.

Lo primero que Lexie hizo fue abalanzarse sobre él y abrazarlo, no pudo evitar llorar, habían pasado tres años desde la última vez que se vieron y lo extrañaba mucho. Philippe, trabajaba en una empresa al otro lado del país, con horarios muy limitados y no tenía tiempo para nada.

—¿Qué haces aquí? —preguntó ella entre sollozos—. No puedes dejar tu trabajo sin aviso. Te despedirán.

—Mi familia es más importante que el trabajo, no te puedo dejar sola, no en estos momentos, chiquita.

—Gracias por venir, te necesitaba tanto.

—Lo sé, hermosa —tomó la cara de su hija con ambas manos y secó sus lágrimas con ternura—. No sabes todo lo que daría por evitarte este sufrimiento.

—Es mi princesa, papá —volvió a llorar con fuerza—. No entiendo por qué a ella, intento ser fuerte pero esto me supera, no puedo ver sufrir a mi hija.

—El dolor más grande de un padre es ver sufrir a sus hijos.

—Lo sé, te juro que con todo esto cada vez entiendo menos cómo la mujer que se hacía llamar mi madre pudo hacer lo que hizo. Yo daría todo por mis hijos y jamás los dejaría solos por nada del mundo.

—Yo tampoco lo podré entender nunca, y lamento mucho haberme ido de la ciudad.

—Tú siempre me apoyaste y no te fuiste hasta asegurarte de que Danny y yo estuviéramos bien.

—Pero no estuve siempre.

—El pasado se deja atrás, y tal vez no estuviste en mi infancia pero sí lo hiciste cuando más lo necesitaba. Eso nunca dejaré de agradecértelo.

—Te amo, hija. No sé en qué momento te hiciste adulta.

—Ya voy para los treinta, hace años que dejé de ser una niña.

—Lo sé, pero para mí siempre serás ese pequeño remolino rubio.

Lexie rió y luego volvió a abrazar a su padre, se negaba a soltarlo como si ese gesto lo fuera todo, o por lo menos todo lo que necesitaba. Cielo estaba durmiendo y Adán había ido con Nicolás a ver un partido de fútbol, querían distraer un poco al chico de todo lo que estaba pasando, así que al se encontrarse solos, se acomodaron en el sillón a conversar.

—¿Cómo están las cosas con Nick? —preguntó Philippe sin irse por las ramas. La última vez que la vio, la separación había sido muy reciente y estaba destruida pero en ese momento, a pesar de todo, había un brillo especial en su mirada y creyó que algo tenía que ver su ex esposo con eso.

—Mejor que antes, pero ya nunca podrá volver a ser nada.

—¿Lo perdonaste?

—En cierto modo sí, pero volver con él no es una opción. Lo más lejos que podemos llegar será ser amigos, y eso es bastante pedir.

—Lamento escucharte decir eso. Sé que siempre creíste que sería el amor de tu vida.

—No te negaré que sufrí mucho por eso pero ahora estoy bien, de verdad, estoy conocie...

Fue interrumpida por la puerta abriéndose, Gianluca la había empujado con la espalda y llevaba unas bolsas de supermercado en las manos. Lexie le había pasado una llave antes de que se fuera para que no tuviera que tocar el timbre. La pequeña Venecia iba detrás de él.

—Preciosa, ya fui a comprar las cosas y traje a Vene... —dijo Gianluca y cuando se giró, se percató de que no estaba sola y se quedó en silencio.

—Hola —lo saludó ella nerviosa, no era la manera en que planeaba decirle a su padre que estaba conociendo a alguien.

Su padre no dejaba de observar al hombre que acababa de llegar y a la pequeña, por otro lado Gianluca pudo deducir de quién se trataba ya que él parecido con Lexie era demasiado.

—Él es mi papá. Llegó de sorpresa —volvió a hablar Lexie mientras la pequeña se acercaba a ella y la abrazaba—. Y él es Gianluca, es pediatra de la clínica en la que trabajo.

—¿Es el médico de Cielo?

—Sí y no, lo era y fue quien la diagnosticó pero ahora Cielo va con un oncólogo. Si está aquí ahora es porque es mi amigo, mi... bueno, la verdad nos estamos conociendo y...

—Te estás enredando más —le susurró Gianluca y luego se dirigió a Philippe y estiró la mano—. Encantado de conocerlo, señor.

—Igualmente —le estrechó la mano y luego aclaró:— No quiero ver sufrir a mi hija, te lo aviso desde ahora.

—¡Papá!

—Lo que menos quiero es hacer sufrir a su hija, señor. Planeo hacerla feliz, si ella me deja, claro.

—Me agrada el muchacho —finalizó Philippe y sonrío, la verdad era un hombre muy relajado y le divertía asustar a los «pretendientes» de su hija en broma—. ¿Y ella quién es?

Gianluca soltó todo el aire que había retenido cuando se dio cuenta de que estaba bromeando y le presentó a su hija. Venecia seguía abrazando a Lexie y se negaba a soltarla, parecía que en ese poco tiempo ya le había tomado mucho cariño igual que su padre.

—Hola, Venecia —saludó Phil y se arrodilló para quedar a su altura—. Soy el abuelo de Cielo, ¿te parece si vamos a ver si despertó?

La pequeña asintió con la cabeza y Phil estiró su mano para que la tomara, ella lo hizo y fueron a la habitación de Cielo. Al estar seguros de haberse quedado completamente solos en la sala, Lexie se acercó y le robó un beso rápido a Gianluca pero al alejarse, él tiró de ella para darle un verdadero beso.

—Me sorprende cada vez más lo fácil que es llegar a quererte —habló él cuando solo los separaban unos pocos centímetros.

—¿De qué hablas? —rió ella, sonrojada como siempre que se trataba de su médico.

—Lo digo por Venecia, no sé qué hiciste pero parece no querer despegarse de ti, siempre que llego a casa me pregunta por la tía Lezzzie.

—¿De verdad?

—Lo juro, pregunta por ti antes siquiera de saludarme —la abrazó para evitar mirarla a los ojos, le daba vergüenza lo que diría—. Bueno, y en cierto modo también lo decía por mí.

—¿Qué? —ella se apartó y lo miró fijamente, notó que estaba levemente sonrojado y volvió a reír—. No puedo creer esto, Gianluca Maccioni, sonrojado. Lo recordaré por siempre.

—Al menos dijiste bien mi apellido esta vez.

—Solo lo digo mal cuando me concentro y claramente tenerte así de cerca me quita la concentración, ¿mencioné alguna vez que tengo déficit atencional?

—No, pero pude deducirlo desde la primera vez que te vi.

Él soltó una carcajada y ella lo golpeó en el brazo, luego lo volvió a abrazar y ahí se quedó un largo rato, perdida en los brazos del médico, perdida en su aroma, deseando quedarse para siempre así, sin que nada malo pasara; deseando con todo su corazón sentirse feliz.

La vida sucede (LIH#1)Where stories live. Discover now