Capítulo 4

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SIMON

Los rayos del sol se filtraban tímidamente a través de las hojas de los árboles, creando un juego de luces y sombras en el suelo lleno de flores. Por eso supe que estaba soñando. El sol no había tocado mi hogar en años, y además, estaba ella.

Sonreía, como si el pasado ya no importase. Me transmitía paz y la sensación de que todo iba bien. Llevaba su melena oscura cubierta con un pañuelo. Tenía cicatrices y manchas en la piel oscura a causa del trabajo. Se encontraba tumbada sobre la hierba verde, mirándome. La última vez que la vi parecía tan joven como ahora. Estaba llena de vida.

—Simon... —Me llamó. Y yo caminé hacia ella. Era la única persona del mundo a la que no le podía negar nada. — El tiempo se acaba. ¡Corre!

Fue lo último que gritó antes de que el filo de una espada atravesase su diminuto cuerpo y cayese en mis brazos. Al levantar la vista me encontré con un hombre vestido de negro; era yo.

Me desperté en un colchón de paja entre jadeos y sudores fríos. Había vuelto a la cabaña a recoger todas mis armas. No sabía si volvería alguna vez. Pero la chica de mi sueño tenía razón, se acababa el tiempo.

Me dolía el pecho. Había matado a mucha gente a causa de mi trabajo. Pero su muerte no podía superarla. Y nunca lo haría. A veces me peguntaba en qué momento se me ocurrió trabajar como asesino a sueldo. Luego recordaba cuando ella estuvo a punto de morir de hambre y lo comprendía... a medias.

Me levanté del suelo en el que me había acostado y empecé a buscar todas mis armas e instrumentos importantes mientras masticaba una tira de carne de cerdo seca que había encontrado en la mesa. La lluvia golpeaba el techo silenciosamente. Me sumí en mis pensamientos.

<< Antes de que Simon muriese, vivía junto a sus padres y su querido hermano pequeño en una granja cerca de la ciudad. Su padre murió, así que él empezó a hacerse cargo de su familia. Se había fijado en una preciosa chica que también trabajaba en una de las granjas del reino. Se llamaba Kerra, y antes de que cumpliesen los quince ya estaban comprometidos. Pero la madre de Simon murió poco después y todo el peso recayó en sus hombros. Se había convertido en el heredero de la granja con tan solo catorce años. Su hermano siempre había sido un jodido celoso, pero desgraciadamente, siempre había sido más grande y más fuerte que el pobre y estúpido Simon, pese a que fuese dos años menor que él. Su hermano le había advertido de que la granja no era suya y que nunca lo sería. Y lo peor es que tenía razón. Una noche le dio una paliza a Simon y le dio por muerto. Entonces Kerra le encontró y se hizo cargo de él. Todo había sido un camino de rosas hasta ahí, pero los padres de Kerra no podían alimentar a una boca más. Así que Simon y ella huyeron. Era eso o la muerte de Simon a manos del padre de su prometida. >>

Di una patada a una silla mientras metía todo en el saco y lo cerraba. La noche anterior había ideado un plan. Rebusqué en unos de mis bolsillos. Las yemas de mis dedos palparon algo frío y frágil y lo sacaron con cuidado. Era una aguja. Ahora no daba mucho miedo. Pero tenía un pequeño bote de veneno de escorpión mortem...

<< Simon y Kerra vivieron unos cuantos meses en la ciudad. Él no paraba de intentar convencer a Kerra que volviese a casa. No le escuchó. Tenían quince años, estaban enamorados y creían que siempre había una solución para todo. ¡Qué equivocados estaban! Simon se levantaba antes del amanecer para ver si podía encontrar restos de basura con lo que llenarse el estómago. Casi nunca había suerte. En cambio aquel día encontró algo. No era comida. Un pobre civil asesinado recientemente, y llevaba unos preciosos guantes dorados protegiéndole las manos junto a una chaqueta de lana. Simon se los quedó. La chaqueta se la dio a Kerra y él se quedó los guantes. Simon no creía en la magia, así que tardó en darse cuenta de que eso se trataba de una reliquia. Poco a poco aprendía cosas. No le desvelaba el secreto a Kerra, sabía que ella no le creería. >>

Las Seis ReliquiasWo Geschichten leben. Entdecke jetzt