Capítulo 5

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EDITH

Cuando llegamos a la entrada de "Elfolandia" me quedé sin palabras, obviando el hecho de que nunca he sido de hablar mucho. Me lo había imaginado varias veces en el trayecto, pero ninguna coincidía lo más mínimo con lo que tenía delante: la hierba más verde que he podido ver jamás decorada con casas humildes que rompían la pureza de esta tierra, a penas alterada por el hombre, bueno, por los elfos. Las casas parecían colocadas aleatoriamente y estaban hechas de madera labrada con amplias ventanas -imagino que para que entrase más luz natural y no murieran del esfuerzo de subir escaleras o algo- , todo ello en una planta circular. Pero lo realmente llamativo era el tejado, verde y diferente en cada casa respecto a su forma. Me recordaba a... La copa de un árbol. ¿Era posible? Para que tuviese ese color y esa vida no podían haber colocado simplemente las hojas que se habían caído de los árboles -"no veía a estas monjas de la Naturaleza arrancándoles hojas a los pobres e indefensos árboles. Bua bua."-, tenían que haber hecho algo más... O directamente no las habían quitado. ¿Las casas estaban construidas alrededor de los árboles? Bueno, eso explicaría su ubicación tan extraña. Miré a Tristan, ya sin intentar ocultar mi asombo, y, como no, rió. Ya no sabía si su risa me molestaba por el desdén o me gustaba porque, para qué mentir, era adorable.

-No talamos árboles, además de ser innecesario, así no nos aislamos de la Naturaleza ni estando bajo techo. Así ellos siguen vivos y nosotros tenemos nuestras casas.

-Casas hechas de madera. -puntué.

-Pero no de cortar árboles, son sus ramas. Como si les cortásemos el pelo, las uñas...

-O los brazos, ya sabes, cosas sin importancia.

-Brazos que vuelven a crecer. -se le notaba molesto, ahora la que sonreía era yo.

-Cada uno tiene sus rarezas. A algunos les vuelven a crecer los brazos, otros tienen las orejas puntiagudas...

-A otras, en cambio, les asustan las ardillas.

"Hijo de puta."

-¿Cómo lo sabes?

-Me lo susurró una brizna de hierba.

"Que controle esa chispa, no vaya a quemar su villa y le repudien cortándole la punta de las orejas."

-¿Recuerdas lo que te dije de provocar sueños? Verás, hace dos días me despertaste porque estabas gritando en sueños. Se te veía asustada, mucho. Entonces te cogí la mano, me concentré y, los elfos, antes de poder usar nuestra "magia" -sonrió, otra vez- y entrar en el sueño lo vemos desde fuera, como si estuviésemos en un tercer plano. Y te vi ahí, aterrada, huyendo de una ardilla. Esperé, quería ver si había algo detrás o si era una ardilla-monstruo, pero no. Era una normal -intentó aguantarse la risa, lo consiguió, pero se notaba-. La hice desaparecer, y, como no sabía qué hacer para que te tranquilizases te pregunté. Y me respondiste "devuélvemela". Como no sabía a que te referías volví a inquirir y me contestaste -" la daga... Mierda, ahora ya lo sabía, ¿me dejará quedarme aquí de todas formas?"- "a Edith. Edith Darkbloom".

-¿Y no dije nada más?

-No, tampoco sé a qué te referías, porque antes de que pudieses decir nada más te despertaste.

No me lo esperaba, pensé que ya había superado la conciencia, o los recuerdos, o añorar algo... Es tan inútil, todos los sentimientos te entorpecen, o te obnubilan. El amor es el peor de todos, te hace olvidarte de lo que te rodea, si yo me enamorase podría darme por muerta. Y si me pusiese a recordar también. De nada me sirve acordarme de las historias de mi padre, de los juegos con mi hermana, de las clases de caza de mi abuelo, del estofado de mi madre... Esa Edith había muerto y creía saberlo.

Las Seis ReliquiasWhere stories live. Discover now