Capitulo 6

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ROSABELLA

-¡Despertad! Se convoca a todas las brujas mayores de 14 años en el Gran Árbol Madre. ¡Es urgente! Acaba de llegar el Cazador de Hombres. Tenéis que estar allí en cinco minutos.

La voz chillona y estridente me despertó. Era inconfundible, se trataba de la guardiana del agua. Me levanté entre tropiezos, con los ojos arenosos y el dolor a causa de las quemaduras de las pruebas.

"Oh no...no conseguí pasar las pruebas"

Salí de mi casa mezclándome con el grupo de brujas que se dirigía al Gran Árbol Madre. Estaba preocupada. ¿Quién era aquel tipo? ¿Cómo le habían llamado?

El Árbol desprendía luz. Entorno a él, un corro de brujas se había formado encerrando una sombra. Pero no era una sombra...Era una chico, alto de espalda ancha y complexión atlética. Tenía rasgos infantiles que intentaba disimular con un semblante serio y una mirada fría. El pelo negro el caía sobre sus ojos verdes, impidiéndole apenas ver. Era muy atractivo, y además era como yo. No tenía el corazón en la cabeza, rasgo identificativo de las brujas, su corazón se situaba en el pecho. Jamás había visto a alguien como yo...Sentí mi como mi ritmo se aceleraba y mis mejillas se iban acalorando.

Las puertas que daban paso a la sala donde se celebraría el gran consejo se acababan de abrir. Todas las brujas comenzaron a entrar. Al llegar mi turno la guardiana del aire me detuvo.

-Señorita Rosabella, no se la permite la entrada.

-¿Por qué? Si ya tengo 14 años.

-Así es, pero usted no completo las pruebas de la graduación. Por lo que su opinión no es relevante en el consejo. Por favor Maurice acompaña a esta jovencita a la plaza. -Dijo mientras buscaba la mirada de este.

No me podía creer que esas malditas pruebas no me dejaran formar parte del mayor consejo de la aldea. Y que encima me sacaran arrastras. Como si fuera un perro. No podía soportar más esa situación. Todo el pueblo se burlaba de mí. Era la primera bruja que no había logrado completar la graduación. Ahora lo único que me quedaba era resignarme y esperar a que llegaran las noticias al exterior del Árbol, donde me enteraría junto a los hombres y los niños.

Tras lo que a mí me parecieron como dos horas decidí marcharme. Puesto que a pesar de la ausencia de las brujas yo seguía siendo objetos de burlas para los demás. Como si ellos fueran mejores que yo. Pero no era así, la mayoría de los brujos poseía los mismos poderes que yo. O incluso menos... Por no hablar de los niños que ni siquiera dominaban las artes básicas.

Ya era por la mañana y todo el mundo en el exterior se encontraba hablando del consejo. Aunque a mí ya no me importaba. Había decidido que viviría al margen de los demás y en cuanto pudiese me iría de la aldea. Así que cogí mi mochila y me encamine hacia mi lugar preferido. Un risco junto a la fuente de la sabiduría. Pero había alguien más.

-¿Qué mierdas...? ¿Quién cojones eres y que haces aquí?- Me dijo un chico mientras me apuntaba con su espada.

-Eh..., salí a dar una vuelta y...Bueno lo importante no es eso, lo importante es ¿quién eres tú? Y ¿qué haces en mi pueblo?- Intenté decir con la voz más imponente que tenía. No podía parecer débil ante él. No era alguien de la aldea. Era el chico de ayer.

-Como si no supieses quien soy, y además no te importa una mierda lo que hago aquí. Me has despertado... ¡Joder! - Acababa de recoger su espada, pero por su cara estaba segura de que deseaba seguir manteniéndola erguida.

-Vale ¿eh?, vale, -no podía aguantar las lágrimas que asomaban por mis ojos- ya sé que nadie quiere nada de una mestiza como yo, de alguien que no ha logrado pasar las pruebas y además...

-Tengo bastante problemas en mi vida como para escuchar los tuyos...- me corto tajantemente- Oye....¿por casualidad no sabrás coser?- su tono había cambiado, era más suave aunque estaba muy lejos de ser amable. Mientras su mano extendía una aguja.

-Un poco... Me enseño mi abuela en las noches de tormenta, frente a las brasas.

-Pues ya tienes trabajo. Vete a por tinta, te esperaré aquí -la aguja paso hacia mi mano mientras nuestras pieles se rozaban. No me había fijado demasiado en él. Pero a la luz del día era incluso más atractivo que la noche anterior.

-¿Tinta?¿Para que la quieres?

-Tienes que tatuarme una cosa...- dijo mientras se señalaba la piel desnuda de sus costillas. Unas costillas que se encontraban cerca de unos perfectos abdominales.

-¿Cómo te voy a tatuar yo? Coser no tiene nada que ver con dibujar- mis manos temblaban. No podía imaginar tocarle. Jamás había estado con ningún brujo.

-Y tú tampoco tienes que ver mucho con las brujas y estas aquí. Lo ne-ce-si-to. Tengo que irme y no tengo tiempo.

-Vale, espera un momento, ahora vuelvo.

Su implorosa voz me convenció. Además ahora podría pedirle algo a cambio. Él decía que debía irse y yo me quería largar. Así que, ¿que mejor guía que un atractivo humano? El me defendería y me llevaría por tierras sin peligros. Bueno ahora debía concentrarme en encontrar tinta. Si no mi viaje se vería truncado.

-Ya la tengo, ¿qué quieres que te haga exactamente? Eso sí me deberás algo a cambio - Las brujas jamás dábamos nada gratis.

-Malditas brujas... ¿Qué quieres exactamente? Son unas coordenadas, nada de tu incumbencia.- cada vez que le miraba me parecía más guapo. No podía dejar que se fuera de la aldea sin mí.

-Quiero que me lleves contigo fuera de la aldea.

-¿Conmigo?- No pudo aguantarse una gran carcajada. No se lo creía.-¿Es enserio?

-¿Quieres el tatuaje o no? Si no te convence el trato me voy.- tenia que convencerlo para que me llevase o me quedaría por siempre rodeada de brujas.

-Serás...Venga sí. Pero rápido. Las coordenadas son 51° 30′ 2.2″ N, 0° 7′ 28.6″ W

Ya llevaba la mitad del tatuaje. Me estaba quedando mejor de lo que había pensado. Pero mis manos no dejaban de sudar del miedo. El Cazador de humanos me hacía sentir muy nerviosa.

-¿A qué lugar corresponden estas coordenadas?

-No te importa.

-¿Para qué has venido a la aldea?

-Necesito que tus amiguitos me den algo para hacer algo. - No parecía que fuera a responderme. Pero yo seguía preguntando.

-¿De qué se trata ese algo?

-Tampoco te importa.

-¿Al menos me dirías tu nombre?- eso no me lo podía negar.

-Los nombres no valen nada... ¿Has acabado ya?- me equivocaba

-Casi, por cierto yo me llamo Rosabella.

-Tampoco te había preguntado.- al notar que ya había acabado inmediatamente me cogió la aguja. Sin mostrarme la cara. Supongo que alguna lágrima se le habría saltado y no querría mostrármela.- De todas formas, gracias.

-¿Dónde quedaremos para huir?- estaba impaciente por marcharme ya.

-En ningún sitio. Yo te buscaré.

Estas fueron sus últimas palabras antes de desaparecer y dejarme sola. Debía confiar en que no me dejase tirada.


Las Seis ReliquiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora