Capítulo 13

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~Kay~

Todo mundo dice que cuando tomas de más, no recuerdas absolutamente nada de lo que hiciste la noche anterior, pero eso es una gran mentira. Porque de que recuerdas lo que hiciste, lo recuerdas. Aunque claro, que deseemos olvidarlo, esa es otra cosa.

Sentir que la cabeza te explota o que se parte en dos, parecía lo peor que podía pasarme al despertar, pero no tuvo comparación cuando lo vi. ¡Joder! Sentado junto a la cama, con los brazos cruzados sobre el pecho y mirándome con reproche.

¿Qué había pasado anoche? ¡Mierda! ¡Mierda!

Lo último que recordaba era yo bebiendo con... ¿Ulises? ¿Miguel? ¿Aquiles? ¿Cómo se llamaba el tipo? Bueno, alguien bailaba conmigo. Eso y... ¡Joder! También recordaba a un Justin furioso partiéndole la cara al tipo, yo reprochándole que hubiera jugado conmigo y para rematar, yo besándolo. ¡Trágame tierra!

Me lleve las manos a la boca y lo mire horrorizada. ¿Por qué rayos había hecho eso? Reclamarle que se hubiera burlado de mí y pedirle que aliviara lo que sentía. Eso no debía saberlo bajo ninguna circunstancia, pero no. Yo misma le había hecho saber lo mal que estaba.

¡Maldición! ¿En dónde había quedado mi sentido común?

Supongo que muy lejos, entre las palabras de Cris o Abel o en su mirada de culpabilidad cuando entendió que lo sabía, aunque tal vez entre las sabanas de la cama que compartimos. Si, quizás ahí.

El asunto es que después de saber que tenía novia, había decidido demostrarle que no me importaba lo que había pasado, que no me interesaba él o que tuviera alguien más. Sí, claro, como si pudiera hacerlo. Para ser sinceros, me había dolido mucho, demasiado saberlo, a pesar de haberle demostrado lo contrario. Cami insistía en que debía encontrar otros clavos que pudieran sacarlo, según ella, esa era la mejor solución. ¿Más clavos? No, para mi desgracia, Justin parecía haber entrado demasiado y dudaba que tirándome a medio país lograra hacerlo. Sin embargo, aunque las ideas de mi prima eran una locura, en algo tenía razón. Deprimirme y llorar por los rincones no arreglaría las cosas.

Así que lo hice. Cada noche salía con Abel y Cris, aceptaba bailar y charlar con algún tipo que no estuviera tan mal. Pero para mi desgracia o fortuna, todos eran unos capullos, quienes ni siquiera se molestaban en disimular el hecho de que lo único que deseaban era un revolcón y luego, si te vi, ni me acuerdo. Supongo que al menos Justin había intentando no ser tan evidente en eso.

Era una tonta, sí, y mucho, pero no tanto como para liarme con ellos, claro, eso no tenía por qué saberlo él. Fingía interés en ellos y cuando Justin salía de escena, los mandaba a volar y después me encerraba en mi habitación a repetirme lo idiota que era por no poder dejar de pensar en él. ¿Qué demonios me había hecho? ¿Por qué no podía odiarlo a pesar de todo? ¿Por qué?

No obstante, esa noche las cosas no salieron como yo deseaba. Algo tenían los tragos que ese idiota me había dado y yo, en un intento de parecer normal acepte. ¡Idiota! Recuerdo que en algún momento todo comenzó a dar vueltas y luego, como por arte de magia nos encontrábamos en la puerta de una habitación. Después llego Justin y me saco de ahí.

―Al menos te sientes mal ―Dijo al ver mi mueca, llevándome las manos a la cabeza ante el alto volumen de su voz. Lo hacía para castigarme. ¡Idiota!

―Tengo resaca ―Conteste con indiferencia bajando de la cama. Desde luego que me había descuidado y casi lo pago, pero mi orgullo y terquedad evitaban que lo admitiera delante de él. No lo haría.

El BajistaWhere stories live. Discover now