Capitulo 17

474K 33.8K 2.6K
                                    

—Veo que a ti también te han llamado. ¿Cómo te ha ido la semana? —pregunta con interés.

—Bien... —le digo sin más explicación mientras analizo sus lesiones. La preocupación me golpea—. ¿Qué te ha ocurrido?

—Oh, nada importante. Un pequeño accidente —me dice mientras rasca su cabeza y trata de forzar una sonrisa.

—No debe haber sido muy pequeño si te ha dejado en ese estado —insisto. Mil ideas pasan por mi mente, pero trato de desecharlas tan rápido como llegan. Realmente estoy preocupada.

—Parece más de lo que es, créeme. En un par de días todo estará sanado.

—Buenos días. ¿Son ustedes Natalia Montero y César Engel? —una voz ronca y madura nos interrumpe desde la puerta de entrada.

—Sí —decimos los dos a la vez.

—Vengan conmigo.

Seguimos al hombre hasta otra sala más pequeña. Cierra la puerta en cuanto entramos y nos ofrece asiento.

—Soy el Agente Fernández. Quien les llamó ayer —se presenta—. Intentaré ser breve para no entretenerles demasiado —nos mira a los dos, y como no contestamos continúa—. Las razones por las que les he citado hoy son varias. Tenemos información y, a su vez, necesitamos información. ¿Por dónde quieren que empiece? —nos mira de nuevo.

—Primero la información —se adelanta César.

—Bien —dice el agente, y abre una carpeta en la que pone expediente seguido de un largo número y varios datos más que no logro leer. Saca varios folios y nos entrega uno a cada uno—. Estas son las copias del informe pericial —no sé de qué habla—. Como bien pueden leer en este recuadro —lo señala con su bolígrafo—, y tras barajar varias posibilidades, la principal hipótesis es que todo ha sido un acto de sabotaje —el agente se dirige a César—. En resumen, sus frenos han sido cortados intencionadamente. Causa por la que usted ha sufrido ese accidente —miro con los ojos muy abiertos a César y un agobiante calor se apodera de mi cara, no puedo creer lo que acabo de oír. Ahora encaja todo—. Sabemos también que Mario está detrás de todo esto. Hay varias huellas suyas en la carrocería y en las piezas internas —siento una fuerte punzada de culpabilidad en mi pecho, y mi cabeza da vueltas intentando procesarlo todo. Mario ha intentado matar a César.

—Señorita Natalia... —oigo como el agente me llama—. ¿Natalia?

—Sí, dígame —respondo sacudiendo la cabeza para volver en mí.

—¿Estás bien? —me pregunta César preocupado. Asiento.

—Le estaba diciendo que si podemos pasar a la ronda de preguntas.

—Disculpe, estoy tan absorta en lo que acaba de decir que no le había oído.

—No se preocupe. ¿Necesita unos minutos? —me pregunta.

—No, no, está bien. Pasemos a esa parte.

El agente me hace varias preguntas sobre Mario. Sus lugares favoritos, hábitos, direcciones de sus amigos, lugares que frecuenta, razones por las que creo que se comporta así... En definitiva, todo lo que les pueda servir de pista para encontrarlo o, al menos, poder adelantarse a su siguiente paso. Además de todo eso, le cuento que llevo días sin recibir mensajes ni amenazas, y eso me tiene extrañada. Firmamos unos nuevos papeles, y cuando estamos a punto de acabar el agente vuelve a hablarnos.

—Les aconsejo que tengan especial cuidado hasta que consigamos detenerlo. La experiencia me dice que va a por todas y no parará hasta que lo consiga. A mi juicio, ustedes están en peligro, y les aconsejaría, siempre que esté en su mano, que se hagan con algún tipo de seguridad externa. Nosotros solo podemos enviar un coche patrulla a su zona mientras investigamos.

—Así será —dice César con seguridad.

Le agradecemos sus palabras y nos despedimos. Salimos juntos y en silencio hasta la calle. Una vez fuera sigo tan conmocionada que apenas puedo pensar.

—Bueno, yo ya me tengo que ir —le digo a César, incómoda.

—Natalia, me gustaría poder hablar contigo. Hay algo acerca de Erika que debes saber —me dice con bastante pesar.

—No te preocupes, no tienes que darme explicaciones. Es tu vida y puedes hacer lo que quieras con ella —finjo una sonrisa.

—Sí, es mi vida. Pero necesito aclararlo.

—De verdad, no me interesa. Que tengas un buen día —camino hasta mi nuevo coche, deseando subirme cuanto antes en él. Esta vez por una razón muy distinta: quiero evitar el enfrentamiento, solo oír cómo la nombra me enerva.

—Natalia —pone su mano en mi hombro y me sujeta. Me giro para protestarle el gesto y su intensa e hipnótica mirada me paraliza—. Erika me confesó lo ocurrido —dice con tristeza y los dientes apretados—. De hecho, está fuera de mi vida desde aquel maldito día. Siento mucho que te hiciera creer aquello. Jamás te pediría que te marcharas.

—Hay un refrán muy usado en mi pueblo que dice Cuando el río suena, agua lleva —le digo. Seguro que si ella me dijo aquello es porque él debió comentar algo al respecto—. Pero está bien, un día quedamos y lo aclaramos todo —si le digo que no le creo no parará de insistir, y lo único que quiero en este momento es irme cuanto antes.

—No puedo esperar, esto me está matando, Natalia. Te echo de menos —su tono de voz muestra angustia, y baja la mirada para decir su última frase, pero solo quiero huir.

—Ya hablaremos —le dejo con la palabra en la boca y casi corriendo me voy de allí. Necesito urgentemente refugiarme en cualquier sitio y poner en orden mis emociones, ya que no puedo pensar con claridad en este estado.

Cuando por fin estoy dentro del coche con la puerta cerrada dejo salir la gran bocanada de aire que, sin darme cuenta, estoy reteniendo en mis pulmones. Mis manos están húmedas por el sudor. Necesito aprender a controlar estas crisis o acabaré dando un espectáculo o diciendo cosas que ni siquiera pienso.

Saber que César está en peligro por haberme ayudado va a ser mi perdición. No sé cómo voy a conseguir apaciguar mi ansiedad con esa idea en mente. Y, para colmo, una sensación de culpabilidad me está matando, ni siquiera he tenido la decencia de quedarme a escuchar lo que tenía que decir. Como siempre cuando me pongo así, mi primer instinto es alejarme del foco.

Cuando estoy más tranquila arranco el coche y me dirijo de nuevo al pueblo. Durante el trayecto no puedo quitarme de la cabeza el feo que le he hecho a César. Mi conciencia está intranquila. Trato de poner música para ver si consigo distraerme, pero nada, mis pensamientos son más fuertes. Estoy bastante pesarosa con mi reacción. Como mínimo, debería haberle prestado atención, se le veía realmente atormentado. Cuando llevo cerca de una hora de camino no puedo más, y en el primer desvío doy la vuelta. Voy a verle.



Dr. Engel (EL 16/01/2020 A LA VENTA - EDITORIAL ESENCIA DE GRUPO PLANETA)Where stories live. Discover now