Capítulo 32 (Resubiendo)

299K 23.8K 5.7K
                                    

Trago saliva y mi mandíbula cae prácticamente al piso. No esperaba jamás que algo así pudiera salir de su boca, y menos refiriéndose a mí.

«¿Qué está queriendo decirme? ¿Es una especie de declaración que no pretende llevar a ninguna parte? ¿Esto está ocurriendo de verdad?». Trato de hablar, pero las palabras se niegan a salir de mi garganta. «¿Es que no ve que soy poca cosa para él? ¿Está diciéndome que le gusto pero que no tendremos nada?». Mil preguntas asaltan mi mente a la velocidad de la luz.

—César —tomo una gran bocanada de aire—. Creo que te estás equivocando de persona —bajo la mirada apenada—. Mereces a alguien mejor que yo, incluso si es para pasar el rato —trato de apartarme de su lado, pero en un acto reflejo me sujeta fuertemente por los hombros.

—Natalia. Odio lo que ese hijo de puta ha hecho contigo —una ráfaga de rabia se instala en sus ojos—. Debes aprender a mirar más allá de lo que ese enfermo te ha hecho creer —arruga su frente, cabreado—. Vales tanto o más que cualquier otra persona —trata de calmarse y acaricia de nuevo mi cara tiernamente—. Eres lo mejor que le puede pasar a cualquiera. Todo eso que él ha grabado a fuego en ti solo vale para dañar tu autoestima y así poder dominarte mejor.

—¡No sabes lo que estás diciendo...! —grito y niego mientras mis ojos se llenan de lágrimas. César me mira con atención—. Dices todo esto solo para hacerme sentir mejor. ¡Pero en realidad sabes que es mentira! —vuelvo a gritar. No soporto recibir halagos de ese tipo. No creo en sus palabras. No pueden ser ciertas tratándose de mí. Yo soy insignificante—. No sabes por todo lo que he tenido que pasar.

—Nunca te mentiría en algo así. ¿Acaso crees que no te comprendo? ¿Que yo no estoy dañado? —aprieta con fuerza sus ojos y traga saliva—. Más de lo que puedas imaginar... —dice, ahora mirándome fijamente a los ojos.

—César —siento que he ido demasiado lejos. Hay dolor su expresión.

—Pero aquí me tienes, haciendo algo que jamás hubiera pensado hacer en mi vida. ¡Estoy intentándolo! ¿De acuerdo? —está alterado. Suelta mis hombros y camina por la habitación—. Quiero cambiar, quiero salir de mi agujero y apartar esa sombra de mí... Lleva persiguiéndome desde que era un niño —sujeta con fuerza su cabeza entre sus manos—. Y tú —me mira— eres la única persona que podría hacerla desaparecer. Te necesito, Natalia.

Está demasiado afectado. Mis sospechas se siguen confirmando. Algo horrible debió pasarle, nunca le he visto así.

—¡No! ¡Me niego! —no voy a dejar que me convenza. Abro la puerta a toda prisa y César se queda inmóvil—. Tú debes aspirar a algo mejor que yo. ¡Te lo mereces! No puedes cargar con cualquier fracasada —le digo antes de salir corriendo de la habitación.

No he conseguido dar tres pasos, cuando sus enormes manos me sujetan con fuerza y, de un golpe seco, me ponen contra la pared.

—No vas a huir como siempre. Los problemas no se enfrentan así —me dice con cabreo y los dientes apretados. Siento miedo por un segundo, hasta que consigo convencerme de que no me hará daño. Él no es Mario.

—Suéltame —le digo. Estamos en medio del pasillo del hotel y solo lleva puesta una toalla.

Miro en todas direcciones, preocupada. Gracias a Dios, todavía no ha llegado nadie. No sé qué pensaría la gente si nos viese así. Prácticamente todos me conocen, y no quiero avergonzar a mi familia con lo que puedan contar después.

—¡No pienso soltarte hasta que me escuches! —me dice. Sus ojos desprenden fuego.

—Te estoy escuchando —le digo para que se dé prisa. Necesito que termine cuanto antes, me preocupa que nos sorprendan.

—Tampoco es fácil para mí —baja su mirada y traga saliva con dificultad—. Ten paciencia conmigo, por favor. Déjame intentarlo. Déjame demostrarte que mereces ser feliz —vuelve a mirarme fijamente—. No sé dónde nos llevará, no sé si sabré hacerlo bien. Todo esto es nuevo para mí —su mirada cada vez es más intensa—. Solo sé que quiero estar a tu lado, Natalia.

—No sé si podré —no me deja terminar.

—Me conformo con cualquier cosa. Como amigo, como algo más, como lo que tú quieras. Sé que es pronto para ti, y voy a respetar eso. Y me está costando mil demonios, créeme —me sonríe—. Pero necesito que sepas que has plantado una semilla en mí y está empezando a florecer. Quiero saber dónde me lleva esto. No sé qué es lo que estoy sintiendo, solo sé que te necesito... y que quiero estar a tu lado, de la manera que tú me permitas.

—César —acaba de noquearme con sus palabras—. César, yo no sé qué decirte... Solo sé que no quiero volver a sentir cómo se rompe mi corazón —bajo la mirada, recordando el infierno que pasé—. Tengo miedo de que se repita de nuevo.

—Yo no te haré daño —frunce su frente.

—Sé que tú no me harías daño físicamente. Realmente es el menor de mis miedos contigo. Pero sí podrías hacérmelo de otras maneras —digo sincera—. Hay acciones que duelen infinitamente más que las palizas, y más cuando esa persona te importa —tomo aire—. Y creo que realmente yo también siento algo por ti —no puedo terminar la frase. Su boca se estrella contra la mía, pillándome por sorpresa.

Me abraza nervioso, aprieta mi cara con sus manos para que no me mueva y así tener mejor acceso a nuestro beso. Su pecho desnudo está sobre el mío, y siento su corazón latir fuertemente. Es lo más hermoso que he sentido jamás. Algo roza mis piernas y cae sobre mis pies. César, de pronto, se queda paralizado, y con los ojos muy abiertos me mira fijamente.

—¡Oh, mierda! César —mi cara debe parecer un tomate—, dime que lo que acaba de caer al suelo no es lo que imagino.

—Es lo que crees —rompe a reír a carcajadas.

—¡Oh, mierda, mierda y mierda! —pongo las manos sobre mi cara y giro la cabeza para que vea que no estoy mirando—. Por favor, por favor, ponte la toalla... ¡Corre! —le digo avergonzada—. Alguien podría descubrirnos y tendré que irme del país.

Noto cómo se agacha para recogerla y se mueve, colocándosela. Sigue riendo a carcajadas. Yo no le veo la gracia.

—Deberías sentirte privilegiada —me dice con humor—, te acabo de hacer un estriptis gratuito —todavía no he vuelto la cara ni me he destapado los ojos cuando siento cómo mis pies se elevan del suelo. Grito asustada y rápidamente mis manos acaban tocando su espalda, mi barriga está en su hombro. Me acaba de cargar encima de él como si fuera un saco.

—¡Bájame! ¡Bájame! —le grito, pero no me hace caso.

Pataleo. Pero sigue ignorándome. De una patada, cierra la puerta cuando entramos de nuevo a la habitación, y con un ágil movimiento me lanza sobre la cama. Boto con fuerza, y antes de que pueda reaccionar se hecha sobre mí. Siento su caliente cuerpo sobre el mío. Quiero que el mundo se pare. Extrañamente, y por primera vez en años, no cambiaría mi vida por la de nadie. Me empieza a gustar ser quien soy.

—Ahora no podrás escapar de mí —me dice sonriendo pícaramente.

—¿Qué te hace pensar que quiero? —le devuelvo la sonrisa.

—Me encantas —dice acariciando mi cara. Y antes de que pueda decir cualquier cosa vuelve a besarme apasionadamente.

______________________

No olvidéis dejarme vuestro comentario para saber que os parece. ¡¡GRACIASSSSSS!!

¡Os espero en mi instagram: elenagggggg!

¡Mañana más!

Dr. Engel (EL 16/01/2020 A LA VENTA - EDITORIAL ESENCIA DE GRUPO PLANETA)Where stories live. Discover now