Capitulo 26

464K 30.2K 3.5K
                                    

 ¡NUEVAS FOTOS EN NUESTRA PÁGINA DE FACEBOOK!. Puedes encontrarla buscando como Dr. Engel o a través de este enlace:

https://www.facebook.com/DoctorEngel/.

También hemos creado un grupo en facebook en el que ya somos más de 54000 personas, se llama: Elena García (Novelas). Todo son risas allí y buen ambiente. ÚNETE

https://www.facebook.com/groups/elenagarcia/

_____________________

Natalia:

Me siento en la cama y espero a que Laura termine de arreglarse. He sido más rápida que ella. Me he decidido por un vestido corto en negro y unos zapatos de tiras. Reviso mi teléfono buscando algún mensaje que se me haya podido pasar, pero nada... César no me ha escrito ni me ha llamado en días. Mañana es la competición, y casi estoy segura de que no vendrá. No sé qué hacer. Necesito saber de él, estoy bastante preocupada, pero no quiero que piense que soy una impaciente. ¿Y si le llamo y le pillo en mal momento? Desecho la idea y trato de buscar dentro de mí otro poco de paciencia.

—Ya estoy lista —dice Laura.

Levanto la mirada y la veo. Está espectacular. Se ha puesto un vestido ajustado en rojo, que va genial con el color de su cabello, y unos zapatos con un poco de plataforma.

—Alguien acaparará todas las miradas de los mozos del pueblo —bromeo y ella ríe.

Miguel Ángel ya está en la puerta esperándonos. Lanza un silbido cuando nos ve. Subimos a su coche y nos dirigimos a la zona de bares, donde se reúnen los pocos jóvenes que quedan por aquí. Casi todos han emigrado a la capital en busca de un futuro mejor. Apenas hay trabajo aquí. Han cerrado prácticamente todas las fábricas por la crisis, y solo quedan los trabajos de campo que nadie quiere.

Aparcamos en el bar de la piscina. Tiene una pequeña terraza y ahí es donde comenzaremos la ronda. Nos acomodamos y enseguida viene el camarero a atendernos. Miguel Ángel y Laura piden un granizado de limón, pero yo necesito algo más fuerte, y elijo un ron con Coca-Cola.

—No deberías beber hoy —dice Laura—. Mañana tienes que estar en plena forma.

—Necesito algo que me calme los nervios de la competición —río, pero en realidad lo que necesito es algo que me haga olvidarme por un momento de César. Ocupa casi todo el espacio de mi cabeza.

Laura asiente y se anima conmigo. Cambia su granizado por otro ron con Coca-Cola. Miguel Ángel no está muy de acuerdo, pero no tiene nada que hacer contra nosotras. Incluso conseguimos que él también beba. Tres rondas más de copas y ya estamos para el arrastre. La bebida está subiéndose como la espuma a nuestras cabezas. No paramos de decir tonterías y reír por cualquier cosa. Laura se ausenta para ir al baño y me quedo sola con Miguel Ángel.

—Estás muy guapa —dice en cuanto esta se marcha.

—Oh, vaya... Gracias. Tú también lo estás —le digo y sonrío.

—¿Te imaginas cómo hubiera sido nuestra vida si Mario no se hubiera interpuesto entre nosotros? —acaricia mi mejilla con sus nudillos—. Yo me lo pregunto muchas veces.

—No... —le digo un poco confusa. Sé que está bebido, y trato de ignorarle. En su estado normal no diría estas cosas.

—Casi todos los días recuerdo aquel beso que nos dimos cuando éramos solo unos adolescentes... —me empiezo a incomodar.

—Miguel Ángel, no deberíamos estar hablando de esto —me acaloro. No me gusta dónde está llevando la conversación.

—Jamás he podido olvidarme de ti desde entonces —se echa encima de mí y consigue poner sus labios en los míos.

Forcejeo con él para quitármelo de encima y cuando por fin lo consigo le doy una bofetada. Me pongo de pie rápidamente. Estoy nerviosa. No me gusta lo que acaba de hacer, y no me importa que esté borracho. No tiene excusa para algo así. Cojo mi bolso de la mesa y trato de irme lo más rápido posible de allí, pero alguien lo impide. Unas fuertes manos sujetan mi brazo, y Miguel Ángel no es, porque sigue sentado.

—¿Qué pasa aquí? —dice Alex, visiblemente malhumorado.

—¿Quién coño eres tú? —le replica Miguel Ángel, que se pone de pie.

—Eso a ti no te importa —dice Alex cada vez más cabreado. Se gira hasta mí de nuevo y me toma por los hombros—. ¿Estás bien, Natalia? —algo dentro de mí explota en ese instante. Toda la tensión de los últimos días sale a flote y, como siempre, las paga el que menos culpa tiene.

—Estoy perfectamente —le digo—. Y sé cuidarme solita, así que, si no te importa, déjame en paz —camino rápidamente alejándome de ellos.

Alex intenta seguirme, pero Miguel Ángel lo impide sujetándole.

—Te ha dicho que la dejes en paz —les oigo gritar, pero ya no les veo, porque sigo andando de espaldas a ellos.

Camino por varias calles estrechas, voy sin rumbo. Lloro. Pienso en César. Estoy cabreada. No me llama, no me escribe, no significo nada para él. Apuesto a que una vez allí se ha olvidado de mí. Sigo caminando. Oigo pasos detrás de mí y doy por hecho que Alex viene a buscarme.

—Déjame en paz —le digo sin mirar atrás—. Lárgate de una vez. ¡Te he dicho que sé cuidarme sola! —nadie contesta.

Camino más deprisa. La calle cada vez está más oscura. Llego en un pequeño y estrecho callejón que hay detrás de la iglesia, y tengo que quitarme los zapatos porque mis tacones se encajan dentro de varias grietas. «¡Maldita sea!», grito para mis adentros. Los pasos siguen detrás de mí. Me giro para encararle, pero no hay nadie...

—¿Alex? —Alex no contesta. Un escalofrío se apodera de mí. Sigo caminando. Necesito salir de ese callejón, no me gusta la sensación que tengo.

Casi estoy al borde del infarto cuando vuelvo a oír los pasos. Mi corazón comienza a desbocarse. Oigo mi propia respiración agitada. El callejón cada vez está más oscuro, pero no puedo darme la vuelta para volver por donde vine. Sé que unos metros más adelante llegaré a una calle más amplia, y con suerte habrá gente en ella. Corro, pero al ir descalza no puedo tomar la velocidad que quisiera, y además me voy clavando en los pies todo tipo de piedras.

Alguien corre detrás de mí. Me armo de valor una vez más y me giro. Puedo ver cómo una sombra negra se esconde dentro del portal de una casa en ruinas, a la que solíamos venir a jugar cuando éramos pequeños. Todas mis alarmas están activadas. Noto la presión de la sangre en mis venas y todo mi cuerpo se calienta. Mi garganta está completamente seca y el pánico se apodera de mí, impidiéndome casi respirar. Veo luz al final del callejón, sé que estoy cerca, puedo ver algún coche cruzar la calle, pero aún quedan unos cincuenta metros. Nunca antes una distancia tan mínima se me había hecho tan larga.

Corro ahora todo lo deprisa que puedo, no me importa el dolor de mis pies, solo quiero salir de aquí cuanto antes. Quien sea el que me sigue piensa lo mismo. Sabe que estoy a punto de llegar a la salida y le oigo correr tanto o más rápido que yo. Sé que me dará alcance en breve. Miro detrás de mí por última vez, estoy perdida y quiero saber al menos de quién se trata. De pronto, la silueta que me persigue se para en seco.

Es mi momento. Ya llego, estoy a punto de salir, peroantes de volver la vista al frente alguien me atrapa...

Dr. Engel (EL 16/01/2020 A LA VENTA - EDITORIAL ESENCIA DE GRUPO PLANETA)Where stories live. Discover now