Capitulo 25

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Cuando el coche vuelve la esquina algo recorre mi cuerpo, y tal y como le he prometido, entro en casa. Todos preguntan por César, y como puedo le excuso.

—Le ha surgido un asunto y ha tenido que salir —no les quiero preocupar, aunque yo lo estoy. Y mucho.

—¿Se ha ido así? ¿Sin despedirse? —pregunta mi padre extrañado.

—Apenas le ha dado tiempo a despedirse de mí —respondo—. Era algo urgente y tenía que estar allí cuanto antes.

—¿Cuándo vuelve? —insiste de nuevo en querer saber.

—No lo sé, creo que en un par de días o tres —empiezo a estar agotada de poner excusas.

—¿Crees que estará aquí para la carrera? —dice Javier desanimado.

—No lo sé —me encojo de hombros—. Ha sido todo muy rápido. Cuando me llame os cuento —salgo del salón para que dejen de agobiarme con tantas preguntas que no sé responder.

—Pobre... —dice mi padre con la mirada baja mientras me alejo—. Espero que todo se le solucione pronto.

Durante la comida, el tema de conversación es la competición. Mi padre está entusiasmado, quizás más de lo que debería. Mi madre le pide que se calme en varias ocasiones. Se altera bastante hablando sobre ello. No quiero imaginar cómo estará el domingo. Me tranquiliza saber que al menos su arritmia hasta ahora está controlada. Con todo el jaleo, todavía no he llamado a Laura y falta poco para el gran evento. Cuando acabo de recoger con mi madre decido que es el momento de ponerme en contacto con ella.

—Nataaaaaa —grita, como siempre.

—Lauuuuuuu —digo con el mismo entusiasmo.

—¿Cómo va todo por allí? Imagino que no te dejan ni respirar —ríe al otro lado.

—Tengo varias cosas que contarte —todavía no sabe que César ha estado aquí.

—Soy todo oídos —responde.

Le cuento todo lo que recuerdo. La llamada del agente, mi viaje relámpago a la comisaría con el regalazo de Javier. El accidente de César. La visita sorpresa que le hice. El estado en el que lo encontré. Su insistencia en acompañarme. La encerrona de mi madre para conocerlo. La lluvia de estrellas. Chilla como una loca y tengo que apartarme el teléfono de la oreja. El susto de papá. Y la rápida y extraña salida con Alex.

Me asegura que estará sin falta el sábado por la mañana aquí y que vendrá conmigo a los preparativos, y el domingo a la carrera. Nos despedimos y me dejo caer en la cama. Está siendo un día verdaderamente agotador. No he pegado ojo en toda la noche, por lo que caigo en un profundo y reconfortante sueño. No sé cuánto tiempo pasa, pero el sonido del teléfono me despierta. A tientas doy con él, apenas entra luz en la habitación y me doy cuenta de que es casi de noche. Debo haber dormido durante horas.

—¿Sí? —contesto sin mirar el teléfono y aún con el cerebro oxidado.

—¿Natalia? —es la voz de César—. ¿Estás bien? Noto extraña tu voz...

—Sí, sí —carraspeo y me incorporo—. Estaba durmiendo —le digo—. ¿Cómo estás tú?

—Bien, estoy bien —me dice, pero su tono de voz es demasiado apagado—. Voy a estar por aquí unos días. Solo quería que supieras que no debes preocuparte —no me lo creo.

—¿Qué ha ocurrido? ¿Está bien la otra persona? —me atrevo a preguntar cerrando fuertemente los ojos para sacar más valor—. Te oí preguntar por el hospital en el que estaba.

Dr. Engel (EL 16/01/2020 A LA VENTA - EDITORIAL ESENCIA DE GRUPO PLANETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora