Capitulo 22

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Después de toda la tarde en las pistas preparando cosas para el próximo domingo, se nos hace tarde y decidimos volver a casa. Mi madre llama para decir que ha hecho cena para todos y que lleve de nuevo a César. Cuando llegamos todos nos quejamos de la gran cantidad de comida que ha preparado. No podemos comernos ni la mitad, por lo que aún queda bastante para el día siguiente. Estoy segura de que es una excusa para que César vuelva...

—Pues habrá que terminarse todo esto mañana —dice mi madre—. Sería una pena tener que tirarlo —mira a César.

—Lo sabía —digo acusadoramente. Todos reímos, la conocemos demasiado bien.

Ayudo a mi madre a recoger la mesa. Regaño a César porque quiere volver a fregar los platos, y me niego por sus puntos de sutura. Bastante que consentí que se quitara la venda en la comida para ayudarme. Estoy terminando de fregar cuando se me ocurre una idea. Esta noche le sorprenderé. Subo a mi habitación y recojo un par de cosas que voy a necesitar.

—Todo ha estado buenísimo, señora Pilar. Es usted una excelente cocinera —le dice César a mi madre mientras se despiden.

Mi madre le agradece sus palabras y le regala una amplia sonrisa. Está encantada con él. Subimos al coche y nos vamos. En vez de seguir la calle que lleva al hotel tomo la dirección contraria.

—No conozco mucho de la zona, pero creo que por aquí no se va —dice César con una sonrisa traviesa en su cara.

—Te voy a llevar a otro hotel, mucho más lujoso —le digo.

—¿A otro hotel? Pero no tengo mis cosas —ahora me mira extrañado.

—Donde vamos no te harán falta —sonrío al ver su cara de confusión.

Tomo un camino de tierra y me adentro en la zona verde, dirección a la montaña.

—¿Por aquí se va a ese hotel o me vas a abandonar en el campo? —dice César cómicamente. No contesto—. ¿Me vas a raptar? —le miro con una ceja levantada—. Está bien. Ya me callo —cruza sus brazos y se recuesta sobre el respaldo del asiento.

Durante más de quince minutos conduzco por un pequeño camino lleno de curvas. Es el que lleva directamente a la cima de la montaña. Todo está oscuro. Las únicas luces que vemos son las del pueblo que hemos dejado atrás.

—¡Mira! —grita César emocionado—. ¡Un ciervo!

El pobre animal, al ser sorprendido por el ruido del motor, corre asustado y se adentra en un pinar.

—¡Mira otro allí! —le señalo. Está oscuro, pero las luces del coche nos permiten verle durante unos segundos—. Es la época de la berrea —le digo.

—¿La berrea? —arquea una ceja.

—Sí, es su época de celo. Luchan unos contra otros para conseguir una hembra —le explico.

—Vaya... interesante —me dice.

—Los chicos de capital no sabéis nada de estas cosas, ¿eh...? —me río—. Bueno, creo que ya hemos llegado —aparco en una explanada casi en la cima. Tomo una mochila que tengo en el asiento trasero y salgo del coche. Apenas se ve nada. Saco una pequeña linterna del bolsillo y proyecto su luz delante de nosotros.

—Vamos —tomo su mano.

—¿Vamos a ir por aquí? —me dice, pero no se niega y camina conmigo.

—Casi hemos llegado —le digo—. ¿Puedes sujetar la linterna y apuntar justo aquí? —le señalo la zona que quiero que me ilumine y hace lo que le digo.

Dr. Engel (EL 16/01/2020 A LA VENTA - EDITORIAL ESENCIA DE GRUPO PLANETA)Where stories live. Discover now