Capítulo 1

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La mañana era tan fría, que parecía ser febrero. De la misma manera, esta estaba acompañada de un desapacible viento muy común en los últimos meses. Acabábamos de entrar en plena primavera, no obstante, en Bergerac daba la sensación de que el invierno perduraría unas cuantas semanas más.

Enrollé en mi cuello una suave bufanda roja de hilo rizado y con un ligero movimiento, retiré el pelo que permanecía entre mi nuca y la bufanda. Alcé la mirada hacia el espejo, y observé el reflejo de mi figura en él durante unos limitados segundos. Me acomodé la chaqueta vaquera ya algo desteñida por el curso de los años y los lavados, y tras echarle un último vistazo a mí reflejo, caminé en dirección a la puerta de mi dormitorio.

Entreabrí la chirriante puerta de este, evitando causar el menor ruido posible, ya que tan solo eran las siete de la mañana y mis padres se encontraban durmiendo en la habitación de enfrente.

Descendí las cortas escaleras de dos en dos, y tras llegar a la planta baja, volteé a la derecha para llegar a la cocina. Las luces estaban apagadas, por lo que encendí una de ellas para tener una clara visión de la cocina. Visualicé como encima de la encimera se ubicaba un plato cubierto por un papel de aluminio. Me acerqué hasta ahí, y contemplé como encima de este reposaba una diminuta nota blanca.

Eli leí mi nombre en la nota. La letra cursiva de mi madre era inconfundible.

Destapé el papel de aluminio, y para mi sorpresa, encontré mi desayuno preparado. Dos tostadas de pan integral, una de ellas con mermelada de frambuesa y otra con mantequilla. Tomé la cafetera, en la que ya había café preparado, y lo vertí en una taza, sin importarme el hecho de que ya se encontrase frío.

Mi reloj mostraba que eran ya casi y veinte, por lo que aligeré cada uno de mis movimientos. Me bebí en tres sorbos el café sin leche produciendo una pequeña mueca ante la amargura y a continuación anduve con paso ligero en dirección al cuarto de baño. Tras cepillarme los dientes y darle un último repaso a mi tortuoso cabello, salí casi corriendo del cuarto de baño. Atrapé las llaves de mi casa y las guardé en mi bolsillo.

Me paré en seco delante de la puerta de mi casa, sospechando que me faltaba algo. Recorrí ligeramente con la mirada el salón, al igual que la cocina. Mi mirada se posó en la inmensa estantería de libros, situada al lado de la ventana del salón. De inmediato me encaminé hacia esta, y busqué un libro específico. Saqué de entre unos tantos el que tanto buscaba. El cazador de sueños de Stephen King. Amaba a ese escritor.

Abrí la bolsa de tela fina que colgaba de mi hombro, e introduje en ella el libro. Esta vez sí que estaba lista para marcharme. Salí de la casa unos segundos más tarde y cerré con cuidado la puerta de que no diese ningún portazo en consecuencia del viento. Descendí por el trío de peldaños de la puerta de mi casa, y una vez en el suelo de piedra, caminé por él.

Volteé la calle de mi casa, a lo que no pude evitar echar un ojo a la casa de al lado. Totalmente similar a la mía, a excepción de los ventanales. Sin embargo, ambas eran del mismo estilo medieval. Como cada mañana, mi mirada se estableció en la ventana de arriba del todo, cubierta por unas cortinas blancas. Unas cortinas que no se habían abierto en poco más de dos años.

Solté un corto suspiro al recordar quien vivía allí arriba y me obligué a mí misma a olvidar cada momento vivido en esa casa.

Proseguí caminando, esta vez sin detenerme a ver las fachadas de las casas, las cuales estaban demasiado vistas. Ascendí por una cuesta, provocando que mi paso se ralentizara. Una vez arriba, percibí como el viento soplaba aún más en esta zona. Me abracé a mi misma en consecuencia del helor y del viento que impactaba contra mi rostro, provocando que mis ojos se entrecerrasen por ello. Deslicé mi lengua por la comisura de mis labios, ya que los notaba algo deshumedecidos.

Enigmático (VERSIÓN SIN EDITAR) Where stories live. Discover now