Capítulo 16

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Llegamos cerca de las cuatro de la madrugada al hotel, cuando ya no había nadie por la calle a excepción de algunos que iban bastante bebidos. Edmé permaneció junto a mí en aquel callejón como una media hora, hasta que logré calmarme medianamente.

La ira de Edmé en aquel momento por su hermano, era un caso perdido. No me podía ni imaginar lo que ocurriría si lo llegase a ver en el hotel, lo cual no sucedió.

Cuando llegamos a nuestra planta, salimos juntos del ascensor, yo con los tacones en mano y el semblante enrojecido, mostrando que había estado llorando. Edmé no se despegó de mí ni para abrir la puerta de nuestra habitación, sino que la abrió aun con un brazo por mis hombros.

Accedimos a la habitación, envuelta en la oscuridad y con un pequeño reflejo tras el balcón de la luna llena de esa noche, la cual resplandecía como nunca. Sin embargo lo último que deseaba hacer en ese momento, era pararme a admirarla.

Entreabrí las puertas correderas de mi dormitorio y sin descalzarme ni desvestirme, me dejé caer en las suaves colchas que gritaban mi nombre.

—¿Eli? —mencionó mi nombre Edmé desde las puertas, aun sin asomarse o acceder por estas.

—¿Sí?

—¿Necesitas algo más? ¿Necesitas que me quede contigo?

—No te preocupes, Edmé —murmuré recostándome de lado en la cama —. Estoy bien —mentí —. Puedes ir a acostarte.

—¿Estás segura? No supone ningún problema para mí el quedarme contigo —volvió a preguntar no muy convencido con mi breve discurso.

—Segurísima.

—¿Pero segura segura o no muy segura segura segura? Espera, me estoy liando.

—¡Segura de segurísima! —una pequeña risa brotó de mis labios. Edmé siempre sabía cuando robarme una sonrisa en los peores momentos.

—De acuerdo... —musitó —. Buenas noches, Eli.

—Buenas noches, Edmé —acto seguido escuché un débil crujido por parte de las puertas, lo que significaba que las había cerrado ya.

Cerré los ojos y traté de conciliar el sueño, aun teniendo miles de imágenes para nada confortadoras y desmesurados pensamientos respecto a lo ocurrido horas atrás.

Tal vez transcurrieron horas, pero aun proseguía tratando de calmar la ventisca que residía en mi mente. No obstante, escuché el sonido de la puerta de la habitación, lo que hizo que reaccionara de golpe.

Percibí unas puertas abriéndose y diversos pasos aproximándose hasta el salón. Tras las puertas correderas logré visualizar el reflejo de una esbelta figura, seguida de otra.

Intentando hacer el menor ruido posible, me aproximé hasta las puertas correderas de puntillas, recostándome contra la pared de esta y asegurando sigilosamente el pestillo.

—Joder, Edmé —el gruñido de Dominique me sorprendió —. Me has asustado.

—Deberían de asustarte más veces —la indiferencia de Edmé pareció dejar sin palabras a su hermano, quien se mantuvo en un rotundo silencio —. Deja de jugar este juego, Dominique. Es suficiente.

—¿Qué juego? ¿Qué mierdas dices, Edmé?

—Lo sabes perfectamente —escupió cada una de sus palabras como afilados cuchillos —. Eli.

—¿Qué ocurre con Elisabeth? —su voz se suavizó un poco al escuchar mi nombre, lo que me generó unas descomunales ganas de salir allí y patearle.

Enigmático (VERSIÓN SIN EDITAR) Where stories live. Discover now