Capítulo 12

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Visualicé tras la cortina de la ventana de mi habitación como los padres de Dominique y los míos iban colocando el equipaje en ambos coches, puesto que dejaríamos los coches en el aparcamiento del aeropuerto. No deseaba ni imaginarme lo que habría que pagar una vez que estuviésemos de vuelta en Francia.

Tras unos breves minutos, la figura de Dominique surgió junto a la de su hermano por el umbral de la puerta de su casa, junto a dos maletas, lo que suponía que era el equipaje de ambos.

Reí al ver a Edmé con una bandera de España sujeta a su equipaje. Aquel país era su mayor debilidad. Este acomodó su equipaje en el coche de sus padres, y ayudó a su madre a introducir la suya.

Visualicé la figura de Dominique por segunda vez, quien lucía más formal que de costumbre, con una sudadera gris y unos vaqueros ajustados, los cuales resaltaban sus largas y delgadas piernas. Dominique tenía la gran mayoría de los músculos de su cuerpo bien definidos, aun sin sobrepasarse.

Consiguió amoldar su cuerpo de aquella forma gracias al atletismo, el cual practicaba en el instituto, mientras tanto Edmé jugaba al fútbol como la gran mayoría de los chicos.

La constitución de ambos era semejante al cien por cien, pues ambos obtenían una altura prominente, así como una figura delgada pero bien definida.

Hoy estábamos a miércoles, y desde el incidente del sábado, no volví a hablar con Dominique, como de costumbre. Probablemente hubiese cometido un error a la hora de marcharme de su casa y hubiese sido el momento oportuno para entrelazar lazos con Dominique, sin embargo, no debía de aferrarme a esa idea.

¡Eli! me llamó mi madre desde la planta baja —. ¡Debemos de salir ahora mismo o perderemos el vuelo!

¡Ya voy, mamá! contesté de vuelta a la vez que cubría los rayos de sol con la fina tela de la cortina.

Tomé mi equipaje, el cual consistía en una sola maleta, a diferencia de mi madre que llevaba dos, arrebatándole la mayor parte del espacio a mi padre, puesto que la segunda maleta era de mi padre. Antes de salir por la puerta de mi dormitorio, eché un último vistazo para ver si algo me faltaba, no obstante, no había indicios de ello.

Al parecer, el tiempo en Barcelona no sería nada frío, y suponía que nada más salir del avión, el calor se presentaría de lleno, por lo que decidí ir preparada. Llevaba mis gafas de sol puestas, y el sombrero me lo pondría en Barcelona, solo en el caso de que el sol allí resultase ser demasiado molesto.

Cerré la chirriante puerta de mi habitación, y atravesé el pasillo a grandes zancadas para así bajar las escaleras lo más rápido posible. Contemplé como mi madre se ubicaba en la puerta principal de la casa, supuestamente esperando a que yo bajara.

Te queda muy bien la trenza al lado por muy corta que sea declaró ella sonriéndome.

Gracias. Aunque me ha costado horrores murmuré con una sonrisa de lado.

Vamos, los demás ya nos están esperando.

Asentí con la cabeza y salí del interior de la casa junto a mi equipaje.

Nada más ver a Dominique de brazos cruzados, recostado en la puerta trasera del coche de sus padres, un insignificante escalofrío recorrió mi espalda, como si un fantasma hubiera pasado tras ella. Su neutral mirada estaba puesta en mí, observándome molesto.

¿Molesto? ¿Por qué no me extrañaba?

—Hola guapísima —me sobresaltó la figura de Edmé frente a mí. Me sonrió y me besó la mejilla con agilidad.

Enigmático (VERSIÓN SIN EDITAR) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora