Capítulo 18

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Los inoportunos ladridos de un perro, me desvelaron de mis escasas horas de sueño antes de tener que volver al trabajo, sumándole una armoniosa melodía de piano proveniente del exterior de mi casa.

Tardé unos segundos en percatarme que la melodía provenía de la casa de Dominique, a lo que reaccioné de inmediato. Me alcé de la cama de un brinco, y de inmediato me encaminé hasta mi ventana, la cual tenía unas claras vistas de la habitación que se ubicaba en la primera planta. Aun con la vista un tanto borrosa, logré visualizar una insignificante luz tras las cortinas de seda blanca de la ventana, las cuales se removían un tanto a causa de la suave brisa de la noche.

Mantuve toda mi atención puesta en la melodía que resonaba. Tormentosa y desoladora. Y es que Dominique nunca tocaba de aquel modo, con tanta amargura.

¿Pero por qué tanta amargura? Todo esto resultaba ser un puzle interminable. Miles de piezas y ninguna encajaba con las demás... cada una era completamente desigual al resto.

Ya no me quedaban preguntas, puesto que no entendía que sucedía. O mejor dicho, que le sucedía. Sabía que me estaba entrometiendo en un campo repleto de minas, donde con cada paso me iba arriesgando más. Al igual que sabía que debía de proseguir mintiéndome a mi misma acerca de que no deseaba volver a saber nada de él y que no me importaba en lo absoluto.

Deseaba odiarlo por todo lo que había padecido por él. Lo odiaba por tener estos sentimientos por él y por el simple hecho de no haber perdido a estas alturas la esperanza. Y quería odiarlo aun más por haberse vuelto un total desconocido a mis ojos. Pero bien sabía, que el curioso y jovial Dominique de años atrás, seguía ahí, junto a él. Siempre existía algo del pretérito que nos acompañaba pese a que tratásemos de cerciorarnos de que el pasado ya no existía y el presente en cambio sí. Siempre permanecería ahí aunque no deseemos darnos cuenta de ello o incluso tratásemos de darlo por olvidado. Pero era imposible. El olvido completo era irreal por mucho que una persona quisiera asimilar lo contrario.

Mis pensamientos se esfumaron en cuanto un vigoroso golpe contra una superficie resonó en la habitación de la otra casa. Me aproximé aun más a la ventana, arriesgando el ser vista por el mayor de los Roche.

Era capaz de visualizar la esbelta figura de Dominique en la habitación, caminando de un lugar a otro. Sus movimientos me inquietaban, más aun cuando lo observé oprimir sus lánguidas manos en su cabello, como si aspirase a desterrar la idea que se le acaba de cruzar por la cabeza.

Otro vigoroso golpe volvió a resonar en la habitación, provocando una pequeña alteración en mí, sobresaltándome por completo.

Contemplé con dificultad como la tenebrosa figura de Dominique tomaba un cuaderno del tamaño de un diario y trataba de romperlo con todas sus fuerzas, lo que le resultaba imposible. Sin pensarlo dos veces, sus actos volvieron a ser igual de agresivos que segundos atrás, y comenzó a suprimir cada una de las hojas, sin embargo, estas no las destrozaba como había intentado hacer segundos atrás con el cuaderno.

Un tercero golpe volvió de lleno, esta vez el de la puerta, lo que daba a entender que Dominique había salido de la habitación.

Suspiré pesadamente y durante unos segundos me mantuve apoyada en el marco de la ventana, intentando procesar lo ocurrido.

Justo en el momento que iba a volver a la cama, el ruido de la puerta abriéndose y cerrándose con gran vigor, originó que retomara la compostura de minutos atrás. Por unos instantes supuse que Dominique había vuelto a la habitación, sin embargo la habitación estaba vacía, lo que significaba que se había marchado de su casa.

Asomé la cabeza con cuidado por la ventana, y fui capaz de percatarme de la presencia de Dominique, caminando con suma alteración, casi trotando. Este iba encaminado al lago, puesto que había traspasado la calle que daba a este.

Enigmático (VERSIÓN SIN EDITAR) Where stories live. Discover now