Capítulo 9

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—Shh... murmuró Dominique para sí.

¿Pero ¿qué... —me llevé ambas manos a la cabeza — ¿Qué estás haciendo aquí? gesticulé con los nervios repartidos por todo mi cuerpo.

Apreciar la noche tan bonita que hace... murmuró en un intento fallido de abrir los ojos.

—Ya veo ya —bufé —. Apestas a alcohol, Dominique.

—Vaya... —una casi insonora carcajada brotó de su garganta —. Y yo que creí haber estado bebiendo agua...

—Sí, agua —rodé los ojos a un lado —. ¿Y ahora qué hago contigo? —me dije a mi misma, mordiéndome las uñas en consecuencia de la inquietud —. Si te ven tus padres así...

—No digas nada —me interrumpió instantes después —. No estropees este maravilloso silencio.

Tenía dos opciones. Dejarlo aquí tirado, como si no lo hubiera visto o ayudarle. Maldije mis sentimientos por Dominique como muchas otras veces y acto seguido me aproximé a su lado, y lo contemplé a lo largo de unos instantes.

Venga, vamos ordené inclinándome a su cuerpo, el cual yacía desplomado en el helado suelo de piedra.

Tómate una copa conmigo...

No, Dominique negué con la cabeza —. Tú te has tomado hasta la última botella. Ya no queda más —mentí. Tal vez de aquel modo me creyese.

Pues si no vienes conmigo, entonces voy yo solo.

Me sobresalté al presenciar como la esbelta figura de Dominique trataba de alzarse del lugar. Tras un par de intentos fallidos, logró mantener el equilibrio una vez de pie. Me alcé del suelo, y me permití examinar su rostro.

No tienes muy buena cara declaré observando cómo varios mechones de su cabello castaño se encontraban pegados en su frente, repleta de sudor —. ¿Cuánto has bebido?

Lo suficiente como para olvidar me sonrió con vacile, lo que causó que mi estómago se revolviese.

Entreabrió los ojos con cierta pesadez, fijando así su mirada en mí. Gracias a la luz que irradiaba el farolillo que se ubicaba entre nosotros, obtuve una clara visión de sus ojos. No parecían los mismos de siempre. Sus pupilas estaban completamente dilatadas y un tono rojizo residía en estos. Su rostro en general estaba demacrado bajo los efectos de la bebida.

¡Vamos a volar! vociferó provocando que diera un pequeño brinco . ¿A volar? habló consigo mismo, riéndose de sus propias palabras —. ¡A saltar!

Dominique, vamos... aferré con autoridad su brazo, intentando que no cayera al suelo, ya que era mucho más alto que yo y claramente, mucho más fuerte que yo.

Nooo... dijo alargando la o.

Sí, Dominique. Ya es tarde. Mañana una vez que hayas descansado podrás saltar, volar y hacer todo lo que tú quieras traté de oponerme con la escasa fuerza que tenía, no obstante, sacudió con tanta energía su brazo, que por poco terminó arrojándome al suelo.

¡Como en los viejos tiempos, Elisabeth! bramó distanciándose de mí, para así emprender el camino por el sendero que llevaba al lago.

No transcurrieron ni dos segundos, cuando todo el equilibrio que había retenido se esfumó y este se desplomó. Resoplé con pesadez y me apresuré a llegar hasta donde él se encontraba, alarmada por si se había golpeado.

Enigmático (VERSIÓN SIN EDITAR) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora