Capítulo 3

63.7K 2.2K 64
                                    

MAX

El viento sopla en mi rostro, golpeándome de lleno. Inhalo profundamente, siento mis pulmones llenarse y empiezo a tomar fuerza, moviendo mis piernas con rapidez. Corriendo con todas las fuerzas posibles para salvar mi trasero.

Una vez más.

Escucho la sirena de la patrulla de policía y corro más rápido. Puedo escuchar las sonoras pisadas de Chad alcanzándome, echo un vistazo atrás y me sorprendo en encontrar a otros dos tipos corriendo a todo dar.

Aparentemente no soy el único corriendo por su vida.

Sin volver a mirar atrás, giro hacia la derecha, tomando un atajo, entrando en un angosto pasillo, la podredumbre impregna el aire; sin importarme en lo más mínimo, me siento detrás de un contenedor de basura que es lo suficientemente grande para esconderme, refugiándome en las sombras del atardecer.

Echo la cabeza atrás y siento la pared dura y fría contra mi piel.  Frunzo el ceño. Genial. Mi gorro ha vuelto a desaparecer.

Veo la patrulla pasar al costado, alejándose en las últimas luces del atardecer, siguiendo a esos idiotas que no fueron lo suficientemente listos para esconderse.

Diez minutos después estoy bastante seguro de que el olor a mierda no saldrá fácilmente de mí ni con diez duchas seguidas, entonces escucho unas cansadas pisadas y mi cabeza se dispara, mis ojos y oídos atentos. Una figura toma forma, algo sale volando y golpea mi rostro, cayendo en mi regazo. Lo tomo y sonriendo lanzo un suspiro.

—Te extrañé —le digo a mi gorro mientras me lo pongo.

Chad se deja caer al lado de mí, estirando las piernas sobre el mugroso suelo.

—Eso estuvo cerca —dice, su voz agitada por la mini-maratón.

—Sí —respondo con una lenta sonrisa, recordando la pelea que nos llevamos hace unos momentos.  Media hora después de que Chad hubo recibido el mensaje alertándonos de la llegada de una pelea inminente, volamos de la casa de ese tal Connor para reunirnos  con los chicos  y así estar listos cuando esos idiotas decidieran presentarse. No es que fuéramos por ahí buscando a chicos a quiénes golpear, no. La realidad era que teníamos cierta historia con el grupo de Leandro. Él idiota me había bolseado a mi novia un tiempo atrás, trató de sobrepasarse con ella. Y claro, yo no podía dejarlo marchar sin pagar por ello.

Y como es costumbre entre los grandes grupos de amigos, uno va a hacer algo problemático, y por muy idiota que fuera la cosa, todos tus amigos te ayudan a llevarlo a cabo.

La cosa es que, yo tenía mis amigos de refuerzo, y también lo tenía Leandro. Es así que una pequeña disputa personal entre dos chicos por una chica se convirtió en una gran pelea grupal. Y claro, ahora se había convertido en algo personal.

Y lo más estúpido de toda ésta situación es que Rebeca, la chica en cuestión, ya no es mi novia, por lo que la pelea es en vano. A decir verdad, no tenemos realmente un motivo para seguir la pelea. No había una chica en medio. No había nada. Sólo un odio mutuo, sin razón aparente. Ya sabes, existen personas que al mirarlas, inmediatamente no te caen bien. Así de simple. Pues ese es el caso... o algo más complejo.

El orgullo masculino.

El principal motivo de peleas entre jóvenes hormonales. Cada quien se había llevado una buena golpiza, y cada uno se había puesto furioso por ello. El rollo no se podía quedar así. Y hoy fue uno de esos días, en el que la manada de Leandro había vuelto por más. La pelea estaba en su punto más alto cuando la policía llegó y arruinó la fiesta.

Rápidamente todos huimos en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, no lo suficientemente rápido. Yo había estado tan enfrascado en romper la nariz de Leandro que no me importó una mierda la llegada de la policía con tal de escuchar el dulce crack que hizo su nariz cuando mi puño conectó con su rostro.

Él es malas noticias!Where stories live. Discover now