Capítulo 12

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AMY POV

Todo está sucediendo demasiado rápido.

Me refiero a que los días pasan en un abrir y cerrar de ojos. Un minuto estás disfrutando de algún momento especial y al siguiente minuto, se ha acabado. Y entonces ese momento que creías especial se vuelve un recuerdo en tu cabeza. Un recuerdo que en el momento es vivaz, colorido, lleno de detalles. Pero a medida que el tiempo va pasando, aquel recuerdo pierde nitidez, los detalles se escapan por los bordes y ya no eres capaz de recordar el vigor de aquel momento.

Sin embargo, hay algo que siempre perdura: el sentimiento.

Existe el recuerdo de cómo te sentiste en determinada situación, cómo te afecto. Si bien los detalles son aguados, la memoria del sentimiento perdura.

Me he dado cuenta de que todo está cambiando. A cada día que pasa, es un día menos con mis amigas del colegio y por supuesto, con Max.

Es por eso que tomo fotos. Muchas fotos. A cada momento.

Con la cámara del celular.

Lo sé, lo sé. Me he vuelto una fotógrafa frustrada.

Max se ríe de mí apenas se le presenta la ocasión. Sin embargo, él es uno de mis modelos favoritos. Él posa para mí sin que yo tenga que pedírselo, pues ya está al tanto de la manía que me ha agarrado.

Creo que es por temporada. Pues en esta, mi nuevo trauma es la fotografía. Como he dicho anteriormente, soy una fotógrafa frustrada.

Ahora mismo él no me está prestando atención, está a unos cuantos pasos de dónde yo me encuentro hablando con Érica y riendo de algo que ella dijo. Y este momento es la toma perfecta, sin pensármelo dos veces enciendo la cámara de mi celular y le quito una foto.

Click.

Él levanta la vista y me observa.

Yo bajo la mirada y observo la imagen de un Max riendo, su sonrisa perfecta.

Siempre me gustaron los chicos con bonitas sonrisas, creo que estas enamoran sin que te hayas dado cuenta.

Él se acerca junto a mí, con la mochila negra colgando de uno de sus hombros. Aún faltan diez minutos para que sea el toque de salida y todos ya estamos listos, preparados e impacientes por salir de este lugar. Lo cual es irónico, dado que cada vez tenemos menos tiempo juntos.

–Tengo algo para ti –dice.

Mis cejas se disparan. Ahora, eso ha llamado mi atención.

–¿En serio?

Max asiente.

–Sí… pero no lo abras ahora. Hazlo en tu casa, a solas –entonces baja su mochila del hombro y ciertas mechas de cabello negro caen cuando él inclina la cabeza para buscar dentro de su morral. Lo cual si me pongo a pensar… es raro. Max nunca trae el morral al colegio, por lo general se conforma con un bolígrafo y un simple cuaderno.

Debí de haberlo sospechado.

Pero eso no importa porque estoy impaciente y muero de ganas por saber qué tiene él para mí.

Extrae una caja rectangular de cartón, con pegatina de un lado. Seguidamente coge mi cartera que cuelga de uno de los lados de mi asiento, la abre, mete la caja rectangular y rápidamente la vuelve a cerrar.

–Sí, no hay problema… –digo haciendo una floritura – siéntete libre de tocar mis cosas.

Sonríe.

–Tú puedes manosear todas mis cosas… hasta mi billetera y yo no puedo poner un regalo dentro?

Río recordando la vez cuando empecé a revisar cada papel en su billetera y lo mucho que me horroricé al encontrar nada más y nada menos que un preservativo en uno de los lugares en donde uno guarda las tarjetas de crédito.

Él es malas noticias!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora