Capítulo 30

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Recap: Amy finalmente se recompone, logra recuperar la memoria y en honor a ello, su padre Eric y su madre Angélica lanzan una fiesta/reunión en su casa, en compañía de amigos y familiares. En un punto de la velada, el abuelo de Amy pide a Max que toque una canción y él lo hace. Finalmente, aparece un invitado no deseado: Tomas, el esposo de su madre Angélica y padrastro de Amy. Él suplica a Amy que lo deje hablar y ella acepta, esperando escuchar lo que tiene que decir. Max, luego de hacer relaciones públicas, no logra encontrar a Amy.


AMY POV



Dejé la puerta abierta para Tomás y él caminó dentro. Sus ojos recorrieron el ambiente de la sala de estar, las luces bajas y la música de fondo creaban un ambiente ligero. Un cartel pegado a la pared decía "Felicidades Amy" entre dibujos de globos y fotos mías en poses tontas, estaba segura que ese cartel era el que mis amigas me habían regalado el año pasado en mi cumpleaños, pero la frase se aplicaba a esta situación en particular. Digo, no todos los días uno vuelve a recordar los detalles de su vida luego de sufrir amnesia temporal.

Mi prima pequeña pasó corriendo a un lado y su hermana menor la siguió. Sus grititos llenaron la sala. Definitivamente este no era un buen lugar para hablar. Caminé hacia la oficina de mi padre y encendí la luz, la oscuridad desapareció y una tenue luz amarilla iluminó la estancia, un estante lleno de libros tomó forma, una larga mesa de madera pulida y detrás un gran ventanal dejaba entrever el verde del jardín.

—Bien —dije y giré en su dirección— ¿de qué querías hablar?

Tomás metió ambas manos en los bolsillos. Y dio unos pasos hacia mi. Y tan sólo me... miró.

—¿Y bien? —presioné. Quería que dijera lo que tuviera que decir y así se largarse de una vez por todas.

—Mira, me quiero disculpar, Amelia. Me siento responsable por todo lo que has atravesado. Ha sido debido a mi insensatez. No debí de... —carraspeó—... haberte besado el día de tu graduación, te asusté y saliste corriendo y allí...

Y allí me chocó un auto.

Las imágenes vinieron a mi mente en ráfagas una detrás de otra. Había salido al aparcamiento que estaba frente al local, para cambiarme de zapatos porque los que llevaba puesto me estaban matando, y me encontré con Tomás, él estaba allí, había llegado tarde a mi graduación y se había perdido de toda la velada, mi madre estaba realmente enojada con él, no podía creer que Tomás, de entre todas las personas, no se presentara.

Y él estaba allí, de pie, tenía una caja negra en la mano, envuelta en una cinta blanca que terminaba en un moño por sobre la tapa, estaba bajándose del auto, cuando me vió y se quedó de piedra.

—Tomás —dije, deteniendome.

—Amelia. —Te ves...

Él me miró de arriba abajo. Despacio. Y un rubor subió por mis mejillas. De repente me sentí cohibida ante el peso de su mirada.

— ... hermosa —concluyó.

Sonreí con torpeza.

—Tú también —dije. Y en verdad lo decía. Llevaba un traje negro que le sentaba de maravilla. Su cabello a un lado, despejaba su rostro, sus ojos claros brillaban con fuerza. A veces olvidaba cuán apuesto era él.

Me acerqué al auto y abrí la puerta trasera. Tomás se acercó.

—Esto es para tí --dijo, empujando la caja negra en mi dirección. Lo miré a él, a la caja y luego a él una vez más, sorprendida.

Él es malas noticias!Where stories live. Discover now