Capítulo 1 | Cigarrillo

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Emma estaba frente al espejo del hotel en el que se estaba hospedando. Se quedaría en Seúl por tres semanas, mucho más que en los demás países sólo por ser la última parada. Ashton, su mejor amigo y representante, le había dicho que se esperaba que su exposición tuviera mucho éxito.

Jamás se había imaginado algo así.

Había nacido y estudiado arte en Estados Unidos, proveniente de una familia que había migrado de su país de origen para vivir el famoso sueño americano.  Aunque su hogar era humilde, tenía metas y sueños muy grandes en los que nadie podía intervenir, ni siquiera sus papás, quienes se habían opuesto rotundamente a que estudiara arte pues argumentaban que sufriría muchas carencias al no encontrar trabajo.

Emma siempre supo que no sería así.

Confiaba en su talento y en su pasión por lo que hacía, aún cuando nadie había prestado atención a su trabajo hasta ese entonces.

Hasta que fue a Nueva York.

Y conoció a Ashton.

Y todo comenzó.

Las galerías habían empezado a pedir sus trabajos y pinturas. Personas venían de otros países sólo para comprar sus cuadros.

Nunca había estado tan sorprendida.

Había decidido hace un par de años iniciar una exposición llamada Memorias, una colección de cuadros y piezas que reflejaban algo que quería olvidar: su infancia.

Ashton le había recomendado hacerlo como una especie de terapia. La oscuridad de sus cuadros la había llevado a decidir que prefería ocultar su rostro y que la gente que quisiera conocerla, tendría que hacerlo por medio de sus pinturas.

Debido a esto, cuando buscaban su nombre en internet no aparecían fotos de ella, sólo sus obras y fotos de su amigo en alguna rueda de prensa.

Por eso mismo no entendía por qué había pasado tanto tiempo mirándose al espejo. Nadie la reconocería de todos modos.

Le gustaba ir a sus exposiciones para preguntarle su opinión a la gente que se quedaba viendo e inspeccionado lo que ella había creado. Esperaba que fuera suficiente con su idioma pues no sabía ninguna palabra en coreano. Ashton pasó a recogerla y llegaron juntos al museo en donde se exhibiría la exposición.

Se formó en la fila como todos los demás.

—Agradecemos mucho su presencia. Emma estaría muy feliz de ver tanta gente aquí —dijo Ashton frente a todos mientras le guiñaba un ojo sutilmente a Emma—. Esperamos que esta exposición sea de su total agrado. Muchas gracias por brindarnos su apoyo y abrirnos las puertas de este hermoso país.

Todos aplaudieron y la gente empezó a entrar. Emma empezó a pasearse por las diez salas que abarcaba la exposición y empezó a preguntar su opinión a los extranjeros que pudo encontrar.

Todos le decían que estaban maravillados por las emociones que la artista plasmaba y que coincidían en que la parte más emocional de todas era la sala en donde unas luces y muñeca rotas colgaban del techo.

A Emma también le gustaba y para ser sincera era su favorita.

Era donde había plasmado el momento más oscuro de todos.

Después de unas horas, se animó a preguntar la opinión de varios coreanos que sólo le sonreían y le decían que estaban asombrados en un inglés no muy claro. Pronto perdió el miedo y preguntaba a cualquiera que se le curzara en el camino, algunos se iban porque no sabían inglés y otros recorrían las salas con ella.

Adicta a ti | T.O.PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora