Capítulo 19 | Resaca

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Veía todo borroso. 

Abrió los ojos y miró a su alrededor, desconcertado. 

Estaba en su hotel y traía puesto una pijama de cuadros. No recordaba habérsela puesto. Su cabeza le dolía mucho. 

Se incorporó lentamente y miró a su alrededor. El reloj en el buró marcaba casi mediodía, al lado de éste se encontraba un vaso de agua y unas pastillas para el dolor de cabeza. Cuando volteó al otro lado y vio un vestido negro en el suelo, supo quien las había puesto ahí y no pudo evitar que una sensación cálida recorriera su cuerpo. Llevó la pastilla a su boca, bebió el agua y recargo su cabeza en la cabecera de la cama. Cerró los ojos y respiró profundamente, dejando que los recuerdos de la noche anterior llegaran a su mente.

Recordaba claramente el momento en que Emma había regresado a la mesa después de haber bailado con sus amigos y a partir de todo empezaba a ponerse borroso. Ella se veía preciosa y esa noche sólo deseaba tocarla. El alcohol hacía que todos sus deseos estuvieran a flor de piel. La había tomado de la mano y habían salido del lugar, le pidió al conductor que los llevara al hotel y entraron al automóvil.

Jamás se habían besado así. 

Eran uñas, dientes y labios. Sus dedos querían explorar cada centímetro de Emma y con cada toque sentía que sus dedos ardían. Siempre había reducido al mínimo el contacto físico con todos, de ahí su costumbre por usar siempre manga larga, pues no le gustaba estar tan cerca de otras personas.

Con Emma era diferente.

Él quería estar cerca todo el tiempo, su cuerpo se lo pedía. Con ella, cualquier tipo de contacto físico era como si agua caliente cayera sobre su cuerpo y las gotas acariciaran lentamente su piel.

Los recuerdos en su habitación eran aún más borrosos. Sólo la recordaba a ella frente a él, que se encontraba sentado en la cama. Emma se despojaba de su vestido lentamente, mirándolo a los ojos todo el tiempo. Movía sus caderas de lado a lado, cerca de él y sobre él. Decía cosas en coreano que ella seguro no entendía, su inglés había quedado olvidado.

Después de eso no recordaba nada.

Se levantó y se dirigió fuera de la habitación. Emma estaba ahí, sentada en uno de los sillones. Estaba usando una de sus camisas y comía de una caja de cartón algo que parecía jajangmyeon.

—Buenos días, dormilón. ¿Cómo está tu cabeza? —preguntó con una sonrisa radiante. 

¿Había pasado algo más la noche anterior?

—Podría estar mejor —admitió él sentándose a su lado. Cubrió su rostro con las manos y las llevo hasta su cabello que peinó hacia atrás descuidadamente. Volteó a verla y ella seguía viéndolo con una sonrisa radiante en el rostro, lo que provocó que no dejara de mirarla—. ¿Por qué estás tan feliz?

—Porque verte con resaca es divertido. Además, creo que ayer usé mucho labial y parece que mataste a alguien. Déjame ir por algo para limpiarte —dijo divertida. 

Dejó su comida en el suelo y se dirigió al baño. Seunghyun caminó al espejo que estaba en la entrada de la habitación. En efecto, parecía que había asesinado a alguien. Su cuello y su rostro estaba manchados de rojo, sus labios estaban hinchados y su cabello aún estaba desordenado a pesar del intento que había hecho anteriormente por arreglarlo. Se asombró cuando examinó más de cerca las manchas, pues algunas ya no tenían forma pero había unas en su mandíbula que claramente tenían la forma de los labios de Emma. 

Eran marcas muy íntimas y le gustaban.

Mucho.

Regresó al sillón y ella salió del baño con una toalla de manos mojada. Colocó su mano izquierda detrás de su cuello y la otra la utilizó para limpiar su rostro. La observó durante todo el proceso y pudo notar que hacía lo mismos gestos que cuando pintaba.

—Listo —dijo cuando terminó. 

Se alejó de él y casi le pidió que siguiera sólo para tenerla cerca, pero vio una marca en su cuello cerca de su hombro que desvió su atención.

—¿Yo hice eso? —preguntó, tocando la marca suavemente. 

Ella se ruborizó.

—Sí. Anoche fue... Fue... ¿Recuerdas algo?

—Sólo hasta que llegamos al hotel. ¿Tú me pusiste la pijama?

— Sí —respondió ella—. No pasó nada después de que llegamos. Tú... ¿De verdad no recuerdas nada?

El recuerdo lo golpeó.

Ella estaba bailando para él porque se lo había pedido. Sus caderas se movían de lado a lado, sus ojos cafés lo miraban fijamente. Se acercó a ella para despojarla de su vestido y le desabrochó el sostén en el proceso. Se levantó, la besó fuertemente y la volteó para que ella fuera la que estuviera debajo de él. 

Besó sus pechos que le encantaban por encajar perfectamente en su mano y ser tan suaves bajo sus labios. 

Le encantaba su cuello por ser tan sensible y por tener esa cicatriz que la caracterizaba y que ante sus ojos la hacía única.

Le encantaban sus piernas que eran tan largas y fuertes que cuando se entrelazaban a sus caderas no lo dejaban ir.

Le encantaba que cuando su boca se aceraba a su abdomen, ella empezaba a suspirar y a sujetar su cabello, recordándole que aunque estaba seguro de ser la persona más fuerte que conocía, tenía aquellos momentos de debilidad que lo volvían loco. 

Le encantaban sus labios, que podía besar durante horas sin descanso. 

Le encantaba su cabello que olía a manzana y que era sedoso entre sus dedos. 

Le encantaba lo sensible que era su cuerpo ante su toque y los pequeños jadeos que soltaba cuando ya no podía aguantar el placer que sentía.

La realidad lo golpeó en ese instante.

La amaba. Había dejado de ser sólo aprecio cuando accedió ir a Nueva York para verla. Debía habérselo esperado, sabía que era una persona sensible y ella le había llegado al corazón como sólo lo habían hecho las obras de arte.

Ella era una obra de arte.

Quería seguir pero la pequeña parte de su cerebro que aún no estaba afectada por el alcohol se lo impidió. Siguió besando su hombro, que era donde sus labios se encontraban en ese momento y se lo dijo. Le dijo como se sentía en pequeños susurros. Se lo dijo en coreano, pues no estaba seguro de poder expresar sus sentimientos de la misma manera en el idioma de ella y tampoco estaba listo para que ella lo supiera.

—Creo que recuerdo un poco más de lo que pensaba —respondió, no dejando de mirarla.

—Es un alivio. Pensé que te tendría que explicar todo. Con detalles —dijo ruborizada. 

Él soltó una carcajada. Besó su mejilla tiernamente y la mantuvo cerca de él para aspirar su aroma.

—¿Pediste jajangmyeon?

—Sí. Pensé que algo familiar para ti sería bueno para tu resaca, además, era de mis comidas favoritas cuando estaba en Corea.

—¿Entonces qué esperamos para comerlo?

Adicta a ti | T.O.PWhere stories live. Discover now