V.- Yes

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V

Era un sábado soleado y caminaba por las calles de la ciudad; la gente iba y venía con prisa teniendo muchas cosas que hacer, mientras yo evitaba a toda costa siquiera tener que rozarme con alguien. No me gustaba la gente. Continué caminado sin rumbo específico. Mi vida no tenía propósito, lo único que le daba algo de entretenido era que para cubrir las necesidades básicas tenía que hacer cosas malas, como robar o hasta estafar a la gente. Sabía que no era lo mejor que pudiera hacer a mis dieciséis años, e incluso de alguna manera a veces me cansaba toda esta situación, mas no era un fastidio tan grande como para verme obligado a cambiar el estilo de vida que llevaba.

Ese día llegué a un amplio parque de juegos que era muy popular en la ciudad. Podían verse a los niños de diversas edades saltando, corriendo, divirtiéndose en los juegos, todos contentos e ingenuos de la vida. Gruñí con irritación. A mi mente volvieron memorias de mis días en el orfanato junto a mis compañeros y sentí repulsión. Odiaba los niños. Menos mal que ya había pasado esa espantosa etapa de mi vida.

A pesar de que me introduje al parque, mi deseo fue el de salir rápidamente de él, por lo que caminé con velocidad por el lugar, no prestando atención a los infantes o a sus padres, ni al brillante verde que adornaba el lugar gracias al pasto bien cuidado y los árboles. Sólo seguí caminando, lo que seguramente hubiera continuado haciéndolo de no ser porque en ese instante, ya estando en cierta zona alejada del centro de juegos y de la gente, mis ojos negros captaron la pequeña figura de una niña, quien se mantenía sentada bajo la sombra de un frondoso árbol. Ella vestía un curioso vestido color rosa fuerte, llevaba un listón azul celeste en la cabeza como diadema, el que sostenía parte de su suelto y corto cabello castaño, mientras leía plácidamente un libro de considerable tamaño que incluso logró sorprenderme. ¿Qué se suponía que hacía esa mocosa?

Miré hacia la zona atestada de gente, notando el sonoro e irritante bullicio que se formaba en aquella parte; cada grupo de niños jugaba, de manera diferente a los demás, pero lo hacía. Volví a clavar mi vista en la pequeña. ¿Por qué ella no jugaba como los demás? ¿Qué clase de niña prefería leer antes que jugar? No me moví de mi sitio, ni dejé de contemplarla durante varios minutos que naturalmente, no sentí transcurrir. Cuando logré volver en mí, la niña seguía leyendo y yo me irrité conmigo mismo. ¿Qué demonios hacía perdiendo la noción del tiempo observando a aquella enana?

Sacudí la cabeza para despabilarme, retomando mi rumbo, aunque no pude evitar girar mi cabeza para verla de nuevo. Extrañamente, al día siguiente regresé a aquel parque, encaminándome directamente al lugar donde había visto a la niña el día anterior, pero no estaba. Sentí algo que en el momento no supe descifrar, aunque esa noche descubrí: decepción; me sentí decepcionado de no verla y me preocupé. ¿Por qué un joven de dieciséis años tendría que desilusionarse de no ver a una chiquilla de siete u ocho? Me reí de mí mismo; definitivamente algo estaba mal conmigo. Antes de acostarme a dormir me dije que lo mejor sería no pasarme por ese parque otra vez. No obstante, eso no sucedió, sino que los días siguientes, como si me tratara de una máquina programada para hacer algo todos los días, fui al parque. No la encontré hasta el sábado siguiente.

Como la semana pasada, ella se encontraba en el mismo árbol, sentada y leyendo, sólo que en esta ocasión llevaba un vestido naranja, aunque traía el mismo listón celeste, lo que me hizo suponer que siempre lo usaba. Como la vez anterior, me quedé embobado observándola a una distancia prudente, sin saber si ella estaba consciente de mi presencia o no, aunque eso era irrelevante para mí. Continué detallando cada movimiento de ella, los que se limitaban al de sus manos moverse al pasar página; fue así hasta que unos niños se le acercaron. Querían que jugara con su grupo, pero ella se negó muy cortésmente; no obstante, la respuesta pareció no gustarles porque comenzaron a presionarla. Ella siguió diciéndoles que no le apetecía jugar y entonces uno de los niños le arrebató el libro.

Desastroso Reencuentro [I]Where stories live. Discover now