VIII.- Celeste

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VIII

Las clases terminaron. No había permitido que ningún tipo de pensamiento innecesario interfiriera con mi concentración en todo lo que las lecciones duraron y me siento orgullosa de mí misma por conseguirlo. Sin embargo, en cuanto salí del aula, no puede evitar que mis recuerdos viajaran al hombre con el que me había encontrado pocas horas antes; aquel que me había salvado de los maleantes que habían intentado aprovecharse de mí en el instante en el que llegué a esta ciudad. Sí, recordé a Yes.

Me había sorprendido mucho de verlo aquí, de pronto pensé que era un profesor o un estudiante. Sin embargo, al detallar la vestimenta que llevaba, noté que se trataba más bien del uniforme de alguna empresa. Me habría gustado preguntarle en qué trabajaba y si era por temas de negocios por los que había venido, después de todo, no me gustaba ser grosera, pero en verdad se me estaba haciendo tarde para ir a mi próxima clase y no quería llegar tarde; tampoco me gustaba ser impuntual. En realidad, era algo muy extraño que no comprendía del todo, especialmente porque no solían pasarme este tipo de cosas, pero de alguna manera su presencia me resultaba extrañamente familiar. Por eso me había visto orillada a indagar si había sido en verdad él quien me había dejado aquella bolsa de regalo.

Aunque había decidido no darle muchas vueltas al asunto ni inquietarme de más por ello, la realidad era que muy inconscientemente siempre quise estar segura de que hubiese sido él. Ahora me hallaba más tranquila, lo que también era inusual, pues normalmente solía ser un poco fría y desconfiada con los desconocidos, pero con él ese aspecto de mí no se veía tentado a salir a flote. Lo consideraba una persona amable, que le gustaba ayudar. ¡Hasta me había evitado una caída! De alguna manera, me recordaba a ese amigo que había tenido hace muchos años cuando era una niña, pero no era posible; él había desaparecido de repente, sin contar que Yes ya había dicho que nunca me había visto antes y era lo más lógico; los dos éramos unos simples desconocidos que por coincidencias de la vida habían cruzado sus caminos. Tan sólo era que en ocasiones algunas cosas o personas nos hacían recordar el pasado, quizás por el aire nostálgico que las envolvía a ellas mismas.

Suspiré larga y tendidamente. Tenía repitiéndomelo desde aquel día de la bolsa, pero en verdad no era buena idea seguir dándole tanta importancia al tema en cuestión; no debía desenfocarme de lo más importante para mí, que eran los estudios, así que me dirigí al estacionamiento de la universidad, donde me esperaban Justo y Gabriel. Dado que yo no tenía auto, ellos se habían ofecido a llevarme y traerme de la universidad, por lo que los tres habíamos llegado al acuerdo de que casi siempre nos íbamos juntos y volvíamos juntos. Por supuesto, lo último siempre que fuera posible ya que a veces no salíamos a la misma hora y en otras ocasiones teníamos otro tipo de compromiso, pero siempre que podíamos, volvíamos los tres.

Ambos hermanos eran muy amables conmigo; me agradaban bastante. Llegué a donde estaban aguardando, los saludé cortésmente y agradeciendo su paciencia, nos montamos en el vehículo para encaminamos a casa. En el camino, hablamos sobre lo que nos había pasado en el día, aunque en realidad quien hablaba la mayor parte del tiempo era Justo mientras que Gabriel y yo nos limitábamos a escucharlo y a responder una que otra pregunta que nos hiciera; esa también se había convertido en una de nuestras costumbres.

—Hablando de eso —intervine cuando salió el tema de cuáles eran nuestros lugares favoritos para pasar el rato—. ¿Conocen algún lugar al aire libre que sea lindo? ¿Algún parque o jardín?

—¿Un lugar lindo y al aire libre? —repitió Justo, quien manejaba el auto, en lo que fruncía el ceño, pensativo—. Hay varios en la ciudad, pero el más popular es el parque de "Los Lirios". Está bastante retirado de casa e incluso de la universidad. ¿Querías ir ahora? Podemos llevarte.

—No, no, sólo preguntaba —me apresuré a aclarar.

—¿Por qué? —volvió a inquirir Justo, curioso, en lo que Gabriel se volvía un poco sobre el asiento del copiloto para mirarme, aguardando mi respuesta también incauto.

—Bueno, me gustan las bibliotecas de la universidad o de la ciudad para hacer investigaciones y la tarea, pero prefiero un lugar abierto y bonito, con jardines, árboles y flores para leer los libros que leo como pasatiempo. Realmente no importa si es un lugar solitario o si por el contrario es muy concurrido. Como me concentro tanto en mi actividad, adentrándome al mundo de las letras, al final ni el ruido ni la gente llegan a importunarme.

—Ya veo —Justo pareció analizar mis palabras—. Precisamente el parque de "Los Lirios" es bastante visitado por su belleza; creo que te gustará. Si quieres, podemos ir este fin de semana, ¿qué te parece?

—No quiero molestarlos —me apresuré a negar, no deseando ser una carga.

—Descuida, no lo haces —aseguró Justo—. Si te hago la invitación es porque no tenemos planes, ¿cierto, Gabriel?

—Ah cierto. Por favor, Celeste, acepta —me pidió Gabriel con un notorio sonrojo en su rostro, el que ya me parecía natural en él.

—De acuerdo, muchas gracias —accedí al final, por demás complacida.

—No hay de qué. Pues bueno, está decidido. Este próximo sábado vamos al parque.

Y con estos nuevos arreglos para el fin de semana, los tres arribamos a casa, nos despedimos y nos adentramos a nuestro respectivo departamento. Ya en el mío, me dispuse a hacerme algo de comer para después darme un baño; luego hice mis deberes, lo que me llevó casi el resto de la tarde, así que la noche llegó rápidamente y por demás rendida pero satisfecha por las actividades del día, me fui a dormir no sin antes leer un poco.


Desastroso Reencuentro [I]Where stories live. Discover now