XXII.- Celeste

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XXII

Las clases del día concluyeron, por lo que me dispuse a salir de la universidad. En el momento en el que me dieron de alta en el hospital hace ya dos meses, me había enfocado de lleno en actualizar todo lo que perdí estando internada, aún a pesar de que había adelantado un poco en el establecimiento. Las semanas posteriores a mi salida habían sido muy ajetreadas y eso que el médico me había dicho que no me sobre esforzara demasiado, ni que me sometiera a estrés excesivo. Sin duda podía ser una obsesiva con el estudio, pero afortunadamente ya para estos instantes me hallaba más tranquila, e incluso había hablado de mi situación con mis profesores y las autoridades universitarias, por lo que aceptaron los proyectos que tenía atrasados y no había peligro de repetir el parcial.

Así y todo, debía admitir que mi estadía en las instalaciones educativas no había sido de lo más agradable durante este tiempo. Mis compañeros de clase e incluso otros curiosos, me habían abordado en cuanto regresé del hospital y me habían bombardeado con infinidad de preguntas con respecto a mi vivencia en manos de delincuentes. ¿Cómo me había sentido? ¿Por qué me vi involucrada? ¿Qué sabía de los malhechores? ¿Había sido interrogada por la policía? En fin, un motón de indiscretas cuestiones que sinceramente me turbaban e incomodaban sobremanera.

Sabía que no lo hacían con mala intención, simplemente deseaban saciar su curiosidad, pero no era un asunto que realmente deseara recordar. De hecho, anhelaba sacar de mi mente ese momento tan espantoso; ansiaba que la desconfianza y la paranoia resultantes de esa noche me dejaran en paz; deseaba que las pesadillas que hasta el día de hoy me invadían cada que dormía dejaran de atormentarme. Desafortunadamente no todo lo que se quería era posible de obtener. Lo que era más, mi alteración llegó al punto en el que me vi obligada a tomar sesiones psicológicas para ayudarme a superar ese trauma y para que los ataques de pánico no controlaran cada segundo de mi existir. Era complicado, sí, pero en verdad esperaba salir adelante con la ayuda de quienes me amaban.

Por si fuera poco, también había estado adoptando una actitud de poca autoestima; no era del todo consciente ni porque me lo propusiera, especialmente teniendo en cuanta que nunca le di especial importancia a mi aspecto físico. No obstante, una cosa era no ser muy atractiva de nacimiento y una muy diferente era quedar con deformaciones o cicatrices notorias por un motivo ajeno a ti. De allí que en ocasiones me la pasara minutos frente al espejo detallando las marcas que habían quedado tan visibles en mi piel: de la rajaduras, las quemaduras e incluso mis dientes postizos. Lo que más me afectaba era cuando la gente en la calle se veía incapaz de disimular y me lanzaba miradas inoportunas, contrariándome más de lo que ya estaba. Así definitivamente nunca podría olvidar el atentado.

Dejé de pensar en tantas cosas deprimentes y terminé de atravesar la puerta principal de la universidad para ir a casa, mas me encontré con la sorpresa de que Gabriel me esperaba justo frente a esta. Finalmente, la universidad le había otorgado ayuda financiera dadas sus buenas notas, pero de cualquier manera había decidido trabajar después de clases en un restaurante de comida rápida para aportar algo a la familia, de allí que ahora estuviera con el uniforme del restaurante y en la moto que el mismo establecimiento le había designado al ser el repartidor.

Era lo que había optado hacer después de lo que pasó con Justo y precisamente el tema de él era lo único que me preocupaba, ya que Gabriel no estaba tomándose muy bien el asunto con su hermano, pues a pesar de que el mayor de los Torres seguía tras las rejas, se quería llegar a un acuerdo para que se le permitiera libertad condicional, o que pagara una multa por su libertad, o en caso de que terminara algunos años preso, que se le eximiera en un corto espacio de tiempo por buena conducta. Estaba arrepentido y no había duda de eso, después de todo, él mismo se había entregado; la conciencia lo carcomía vivo. Pero Gabriel estaba completamente en contra de cualquier muestra de compasión hacia él; no lograba perdonarlo y una parte de mí sentía que era mi culpa, así que no podía evitar sentirme mal al respecto.

Desastroso Reencuentro [I]Where stories live. Discover now