XIII.- Yes

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XIII

Caminaba de un lado a otro de la habitación, desesperado, pues quería irme pero no sabía qué excusa poner para hacerlo; además, Ángel no ayudaba mucho a calmar mis nervios. De hecho, en el momento en que atravesamos el umbral de la puerta, se había concentrado en interrogar a Mónica, lo que me molestaba bastante. Se suponía que veníamos a visitarla para desearle lo mejor y apoyarla en su mal momento, no para agobiarla con preguntas que seguramente no deseaba contestar, pero como era tan amable aun así lo hacía a pesar de que seguramente le traían terribles recuerdos. Ángel habló otra vez:

—Resumiendo. No tiene idea de quién la atacó porque le llegaron por la espalda y la durmieron, lo más seguro utilizando un pañuelo humedecido con somnífero o algún otro tipo de narcótico. Después, cuando despertó estaba en una especie de bodega que no conocía y la mantenían atada en una silla. Quienes la golpearon usaban pasamontañas, por lo que no pudo ver sus rostros, además de la poca iluminación que había. Entre sus captores había al menos una mujer, la que seguramente y por lo que me cuenta, era la que llevaba el mando. Por último, a pesar de que no estaba amordazada, se dio cuenta de que el sitio estaba muy alejado de cualquier clase de civilización, pues por más que gritó, nadie fue en su ayuda, ¿correcto?

Miré a Mónica detallando nuevamente la gran cantidad de heridas y golpes en su rostro. Uno de sus ojos estaba tan hinchado que no se lograba ver con claridad, también tenía una profunda rajadura que partía de la comisura izquierda de su boca hasta casi media mejilla; no entendía cómo había podido contestarle a Ángel. Además, los diversos moretones le daba un aspecto grotesco y su cabello despeinado no ayudaba a que se viera mejor; los brazos descubiertos mostraban varias cortaduras y magulladuras, sin contar con el par de dedos en ambas manos que se mantenían envueltos en vendas, ahora manchadas de sangre debido a que ya no poseían uñas.

Mónica asintió ante el resumen que hizo Ángel basado en todo lo que le había contado. Él se inclinó hacia adelante en la silla en la que estaba sentado, colocó los codos sobre sus muslos y entrelazó los dedos de las manos para apoyar su barbilla en estos; pensaba, de eso estaba seguro. ¿En qué? No tenía idea, aunque la verdad poco me importaba. Lo único que quería era no seguir hostigándola a ella e irme de este agobiante lugar.

—Dígame, señorita Galindo —volvió a tomar la palabra Ángel después de unos minutos de análisis—. ¿Sería posible que tuviera viejas rencillas con alguien? ¿Que alguna persona la odiara lo suficiente como para hacerle algo así? ¿Alguna enemiga en sus días de adolescencia?

—¿De qué estás hablando? —cuestioné por demás exasperado. Hasta ahora no me había metido en la conversación, pero estas preguntas me sacaron por demás de mis casillas—. ¿Cómo se te ocurre pensar eso? Mónica no es del tipo que alguien pueda odiar así como así y tampoco creo que sea del tipo que tenga viejas rencillas. Es una buena persona.

Volvimos a quedar en silencio. A Mónica se le iluminaron los ojos; quizás estando muy feliz de que alguien confiara en ella de esa manera como yo lo hacía. En cambio, Ángel se tornó meditativo de nuevo.

—Sí, supongo que tiene razón —accedió al final—. Aunque nunca hay que olvidar que la gente está muy loca, jefe.

En eso, mi teléfono comenzó a sonar, acabando con la quietud del momento. Lo saqué de la bolsa delantera del pantalón y al observar la pantalla, vi que se trataba de un número desconocido, como el de aquella noche. Noté que los otros dos me miraban, expectantes; carraspeé aclarándome la garganta.

—Ahora vuelvo —les comuniqué saliendo de la habitación y una vez en el pasillo, contesté.

—Hola, Yesever —Escuché una voz femenina y creí que era la misma de la otra vez—. ¿Has tenido tiempo suficiente para intentar recordarme? Han pasado tres semanas desde que te llamé.

Desastroso Reencuentro [I]Where stories live. Discover now