VII.- Yes

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VII

Bostecé por centésima vez en toda la mañana. Esto no estaba bien, nada bien. ¿Qué clase de estúpido era? Estaban por cumplirse casi las dos semanas desde que volví a verla y en ninguna de las noches posteriores a ese nefasto y a la vez maravilloso día, había logrado dormir bien. En serio estaba mal. No podía creer que mi obsesión por verla nuevamente llegara a tal punto que me inquietara tanto como para quitarme el sueño; ni siquiera podía cumplir adecuadamente con la simple tarea de empaquetar los alimentos. Si seguía así iban a despedirme.

—Si continúa así van a despedirlo, jefe —escuché una odiosa voz muy cerca de mí, por lo que completamente alterado y asombrado, me alejé del sitio en el que me hallaba de un salto.

Descubrí a Ángel, quien mantenía su habitual sonrisa trayendo consigo un block de notas. ¿Cuándo se había puesto detrás de mí? ¿Leyó mi mente? Me estremecí de sólo pensarlo. ¿En qué iba a parar el mundo si ese sujeto sabía leer mentes?

—¿Qué pasa, jefe? —preguntó inocente—. Parece como si hubiera visto un fantasma.

Algo peor tengo enfrente, pensé irritado.

—Por cierto —siguió diciendo él—, no tuve oportunidad de decirlo antes, pero es una pena que decidiera continuar con las terapias.

Me sorprendí ante su comentario. ¿Cómo demonios sabía eso? Apreté los puños hasta que me entumecí los dedos y los nudillos emblanquecieron. ¿De qué me sorprendía? Esta ciudad estaba bajo sus manos; era imposible que no se diera cuenta de algo o que no se enterara de cualquier cosa. Era sin duda un demonio y sus siguientes palabras lo demostraron.

—Pensé que estaba completamente rehabilitado, pero creo que sigue haciendo de las suyas, ¿eh? ¿Son por lo menos mayores de diez años?

—¡Cállate! —grité enfadado, alzando mi puño para golpearlo, pero él lo esquivó.

—También creí que mejorarían su temperamento —volvió a argumentar con sorna.

Gruñí y ahora levanté mi pierna derecha para asestarle una patada en el costado izquierdo, pero la bloqueó con su antebrazo. En verdad tenía muy buenos reflejos; era eso o también sabía algo de defensa personal.

—Dígame, jefe, ¿no tiene miedo de que lo despidan? —inquirió con naturalidad y lo miré con furia, provocando que su sonrisa se ensanchara—. Por supuesto que no. Es todo lo contrario, ¿no? Está deseoso de irse de aquí, pero es por lo mismo por lo que aún no lo corren ni permiten su renuncia, ¿cierto?

¿Eso quería decir que él tenía algo que ver con el asunto de los contratos, los nuevos empleados y los que se iban? No me extrañó pensarlo. Ya decía yo que Ángel cumplía un papel mucho más alto e importante en esta empresa que el de ser sólo el cabecilla de los de categoría baja. No sabía cómo era que tenía tanto control y poder, pero honestamente me interesaba un comino. Bufé con fastidio al no conseguir siquiera darle un buen golpe. En eso, el timbre del descanso se escuchó, por lo que le di la espalda y comencé a alejarme de él.

—Será mejor que se alimente bien, jefe —me aconsejó con falsa estima mientras apuntaba yo que sé en su block—. Lo necesitamos en su mejor forma.

Apenas alcancé a escuchar la última frase debido a que ya me encontraba apartado de él; poco me importaba lo que me dijera, especialmente si usaba su tono hipócrita de afecto. Por desgracia, no conseguí avanzar mucho porque antes de que pudiera reaccionar a tiempo, mis pies resbalaron al pisar una sustancia resbaladiza en la que no me fijé por andar distraído, y la sorpresa impidió que tuviera el equilibrio adecuado para mantenerme en pie, por lo que di a parar de lleno al suelo, de paso golpeándome la cabeza con una de las máquinas que nos entregaban los alimentos, pues caminaba muy cerca de ella.

Desastroso Reencuentro [I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora