Diario de un Mariquita

Costumbres y cigarros.

Cuando llegué a casa no me podía creer lo que había pasado hacía unas horas. No me entraba en la cabeza. Tenía la sensación de que todo había sido un sueño.

Me metí en mi cuarto sin saludar, estaba harto de mis padres y no quería hacerles el más mínimo gesto de cariño.

Al pasar ante el cuarto de Alejandra di un par de golpes en la puerta que se interpretaban como un saludo.

Al rato de estar sentado frente al ordenador, mi madre abrió mi puerta y me saludó con un "hola, cariño mío". Puse una mirada confusa y dura durante unos segundos, al no obtener respuesta, mi madre se marchó. No sé qué coño quieren.

Me llamaron a la mesa para cenar, pero no estaba puesta, así que me largué. Al cabo de cinco minutos me volvieron a llamar.

Ya cuando íbamos por el postre mi padre volvió a lo mismo de siempre. "Que si tu actitud no es adecuada, que si eres insoportable y bal, bla, bla." Como intuía que aquello iba para largo y no estaba dispuesto a tragármelo, lancé una mirada desesperada a mi hermana. Comprendió rápidamente y llamó a Daniela para que me sacara de aquí.

Después de un breve tiempo, sonó el teléfono fijo. Alejandra lo cogió y me dijo "Raúl, es para tí, Daniela." Una sonrisa de complicidad se dibujó en su rostro y yo guiñé un ojo como agradecimiento.

-Vístete, Rocío y yo vamos a por ti- me dijo.

Les conté a mis amigas en plan risa, mis movidas familiares, mejor reír que llorar.

Les conté también todo lo de Leyre, fliparon, igual que yo. Aún no me lo creo.

Dimos una vuelta por el parque, fumamos un par de cigarros y volvimos hasta mi urbanización. Me despedí de ellas y entré.

Marcos y Alicia, dos chicos de la urba, me invitaron a pasar un rato con ellos. Me informaron de que Lara, una chica un año mayor estaba a punto de bajar para dar una vuelta. Quise ir con ellos.

A lo lejos vi a Lara bajando la escalera a través del cristal de su portal. No bajaba sola. Un rostro familiar bajaba las escaleras detrás suyo.