Capítulo 48

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Jared

Vivimos cada segundo a regañadientes, dejamos que cada minuto de nuestras vidas sean consumido por el aire que respiramos, mientras que nuestras almas descansan en paz. Paz, es lo único bueno que tenemos ahora, prácticamente es lo único que tenemos.

Ha pasado un día, un día sin nada. Nunca en mi vida he tenido tanto hambre y empiezo a sentir pena al saber que hay niños en el mundo sintiendo el hambre infernal que yo siento.

-Sesenta y tres estrellas. -Musita James.-

-Yo veo cincuenta y nueve. -reprocha Kai frunciendo el ceño.-

Yo he contado sesenta y ocho, pero prefiero no decirlo. Simplemente me dedico a mirar como la luna brilla hoy especialmente más que otras noches, y es curioso como cada noche brilla más cuando nosotros nos vamos apagando por dentro.

Quizás sea producto de mi imaginación, quizás la luna siga como siempre y yo en cambio la veo diferente...

-Esto es una mierda. -Murmuro.-

-Si prefieres contar árboles... -dice Kai con una pequeña sonrisa en sus labios.-

¿Cómo puede si quiera tener fuerzas para sonreír? Siento mis labios secos, cortados, y no tengo la energía suficiente para siquiera suspirar.

Cada día nos cuesta más encontrar comida, cada día hay menos. Y siento que si esto no acaba ya, no voy a poder salir de aquí tal y como prometí.

-Echo de menos mi cama. -se queja Tom mientras intenta buscar una cómoda posición.-

¿Su cama? ¿Echa de menos su jodida cama? Quiero pegarle un puñetazo por la estupidez que acaba de soltar, pero simplemente no creo ser capaz de mover mi mano de mi pecho.

Cierro los ojos e intento dormirme lo antes posible, últimamente dormir ha sido lo que menos he hecho, y estoy tan cansado que siento que en cualquier momento voy a caer rendido, a pesar de no poder por la falta de comodidad.

Después de una noche de insomnio, llega la madrugada y con ella el sol se pone, junto al canto de algunos pájaros con la finalidad de despertar a los que duermen.

Abro los ojos y el destello del sol no me deja de ver con facilidad, así que inconscientemente vuelvo a cerrarlos. No intento volver a abrirlos, simplemente los dejo cerrados  e imagino que estoy en casa, con Madison...

Llego al salón y diviso a mi preciosa novia en la cocina preparando una fuente de ensalada.

Entonces un pequeño de unos seis años que me llega por la cintura viene corriendo para saludarme.

-Hola, papi. -Me dice con un balón de rugby en sus manos, y sé perfectamente lo que quiere.-

-Hola, pequeñajo. -le dedico una sonrisa.-

-¿Quieres jugar conmigo al rutby? -me pregunta con una adorable sonrisa.-

-Rugby, Hugo, es rugby. -le dice Madison llegando a la mesa para poner la fuente sobre esta.- Y ahora no, después de comer.

-Jo. -Hace un puchero.-

-Tienes que comer antes de jugar, para coger fuerzas como un superhéroe. -le digo mientras lo cojo por sus sobacos y le doy una vuelta sobre el aire.-

Hugo empieza a reírse y su perfecto flequillo castaño se despeina levemente al igual que el resto de su pelo. Sus ojos son azules, pero la forma de estos son una copia de los de su madre.

Nos sentamos a comer y ponemos la televisión de compañía. Busco los informativos y entonces dejo el mando sobre la mesa para coger mis cubiertos y empezar a comer la deliciosa ensalada que Madison ha hecho.

DROPPED 2 - CLOUDSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora