Capítulo 150

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- Si busca compañía puedo quitarme el anillo un rato, y usted puede fingir que nunca lo vio.

- Pues... parece una buena idea, pero... ¿Su esposa no va a esperarlo despierta? - Jorge rio, nervioso. - Porque, si es así, mejor debería ir a casa.

- No quiero ir a casa todavía, y... no creo que me espere despierta.

- Bien... En ese caso, supongo que podría aceptarle algo.

- Excelente, pida lo que quiera. - él llamó al barman y ambos se sentaron, esta vez juntos. - A mí tráigame otro igual.

Jorge ni siquiera escuchó lo que ella pidió, porque estaba prestando demasiada atención a esa delicadeza elegante que estaba tan presente en cada palabra y movimiento de esa mujer.

Cuando ambos tuvieron su vaso lleno, se miraron.

- Salud. - dijo ella, acercándolo al de él. Jorge sonrió y chocó el cristal con el de ella.

- ¿Por qué una mujer tan bella buscaría compañía en un lugar como éste?

- Porque... Esperaba encontrar alguna divertida casualidad, hallando a alguien diferente, divertido y apasionado con quien pasar un buen rato. Y las casualidades no se encuentran en lugares de rutina.

- Es peligroso que ande sola por aquí a estas horas de la noche.

- No estoy sola. - dijo ella y le guiñó un ojo.

- Bueno, yo con mucho gusto puedo hacerle compañía para que esté más segura.

- Y yo con mucho gusto acepto su compañía.

- ¿Quiere bailar?

- Claro, me encantaría.

Se levantaron y fueron hacia el centro del lugar, donde había espacio para bailar y sólo había una pareja más.

"Qué movimientos tan sensuales y femeninos", pensaba él una y otra vez.

El baile, el danzar de los cuerpos, ha sido desde remotos tiempos el precedente al danzar de las almas, donde hay que fundirse para entregarse, ser uno solo para entender que la única forma de detener el tiempo y hacerlo eterno es el amor.

Jorge no dejaba de admirar el cuerpo de esa mujer, esas piernas perfectas sensualmente ataviadas por un atuendo que quizá en otra mujer resultaría hasta vulgar, pero no en la que estaba con él en ese bar.

Notaba cómo algunos de los hombres del bar, que ya estaban totalmente ebrios, miraban a esa mujer con lujuria, mientras seguían bebiendo. ¿Qué no se daban cuenta de que ella estaba con él? Si hubiera querido estar con cualquiera de ellos, no le habría aceptado la invitación.

- ¿Sabe? Me encantan sus labios rojos, y sus ojos verdes. Son hermosos. - le susurró a ella sin que dejaran de bailar.

No supo cuántas canciones bailaron porque su cerebro estaba bloqueando con el alcohol la parte razonable que le medía sin reloj el tiempo, y que le impedía perder el control.

Cuando volvieron a sentarse, luego de un largo rato, Jorge vio que ella miraba el reloj.

- ¿Ya tiene que irse?

- Sí, creo que sería lo mejor.

- ¿Quiere que la lleve a su casa? Ya es muy tarde.

- Claro, además... me encantaría pasar un rato más con un caballero tan amable, mientras llegamos.

- Perfecto. Sólo espere un momento.

Jorge pidió la cuenta y pagó, para luego ponerse de pie junto a ella.

Detrás de cámaras y telonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora