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CAPÍTULO 8

—¿Y tu familia?, ¿cómo es? —inquirió Peter.

Insegura de si le estaba preguntando simplemente por educación, o para distraer su atención del inminente despegue, Lali respondió con vaguedad:

—Normal.

Cerró los ojos cuando el avión empezó a deslizarse por la pista, rogando en silencio porque Peter no se hubiese molestado por su aspereza. El aparato levantó por fin el vuelo, y Lali sintió que el estómago le daba un vuelco y la frente se le perlaba de sudor.

—Toma otro sorbo —le recomendó Peter, tomándole la mano otra vez y apretándosela suavemente en un intento por tranquilizarla.

Sin embargo, ese contacto disminuyó la efectividad del alcohol, porque apuntaba a una intimidad entre ellos qué estaba completamente fuera de lugar entre empleada y patrón. Estaba allí porque era la niñera de Dylan, y no debía dejarse llevar por tontas fantasías románticas que sólo podían acabar de una manera: dejándola con el corazón roto y con la sensación de haber sido utilizada. Lali se esforzó por recordarlo, pero, igual que no podía calmar los rápidos latidos de su corazón, tampoco conseguía reunir la fuerza de voluntad suficiente para apartar su maño de la de Peter.

El avión en el que viajaban era tan pequeño, que uno notaba bajo el trasero cada bolsa de aire, cada pequeña turbulencia, y el mirar por la ventanilla sólo aumentó la sensación de mareo de Lali.

—Gira la cabeza—le dijo Peter de pronto.

—¿Qué?

Peter puso la mano libre en su nuca. Lali dio un respingo y sus hombros se tensaron más de lo que ya lo estaban, pero Peter no dio muestras de haberlo advertido, y comenzó a masajearle un trapecio.

—Estás muy tensa —le dijo—. Esto te ayudará a relajarte.

Aunque Lali empezó a protestar, la sensación de aquellos habilidosos dedos sobre su piel era demasiado placentera, y pronto mandó el orgullo al diablo. Peter soltó su mano para masajear a la vez el otro trapecio.

Lali exhaló un profundo suspiro, notando cómo cada músculo de su cuerpo se distendía, y de repente le pareció que la sensación de estar flotando a miles de metros por encima de la tierra firme no le daba ya tanto miedo. Se arqueó, y cerró los ojos, con la impresión de que si se descuidaba se escurriría del asiento.

—Es muy agradable —tuvo que admitir.

Unas risitas a sus espaldas la sobresaltaron, y casi se derramó la bebida encima. Al parecer Dylan no tenía miedo en absoluto a volar. Acababan de pasar una bolsa de aire, y el niño había reaccionado como si estuvieran subidos en la montaña rusa de un parque de atracciones.

Peter sonrió. Su hijo no había vuelto a hablar desde el día en que llegara Lali, pero volver a oírlo reír era una buena señal.

Cuando aterrizaron en el aeropuerto de Savannah había en la pista varios miembros de la familia, esperando para recibirlos. Lali estaba aliviada de volver a tener suelo bajo los pies, pero la entusiasta bienvenida a la que fueron sometidos, con abrazos y chillidos de alegría, se le antojó casi tan asfixiante como la humedad del aire mezclado con el olor dulzón de los caros perfumes que llevaban las mujeres.

Dylan, repentinamente tímido, le rodeó con ambos brazos una pierna. Lali se agachó para tomarlo en brazos, y el pequeño se aferró a ella como si fuera un salvavidas.

—¿No me digas que este chico tan guapo es mi sobrino? —exclamó de pronto una rubia yéndose derecha hacia ellos—. ¡Pero qué mayor estás! ¡casi no te reconozco! ¿No vas a darle un beso a tu tía? —le dijo tendiéndole los brazos.

"NIÑERA" TERMINADOWhere stories live. Discover now