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Pasaron dos horas sin que Peter y Dylan diesen señales de vida, y Lali imaginó que se habrían ido al pueblo. Salió del estudió y caminó sin rumbo por la casa para acabar en el salón. Se acercó al piano, la única constante en su vida, su único amigo fiel, aunque en un tiempo llegara a considerarlo su enemigo.

Se sentó en la banqueta, levantó la tapa, y acarició abstraída las teclas blancas y negras con las yemas de los dedos antes de comenzar a tocar una melodía. La música, con tintes hondamente melancólicos, que evocaban su estado de ánimo, invadió la estancia.

Permitir que fuera la música quien hablase por ella era como un bálsamo para su alma, y Lali se dejó arrastrar por las notas en un intento por calmar el intenso dolor que había en su alma. Había cerrado los ojos cuando oyó unos pasos apresurados irrumpir en la habitación. Dejó de tocar y los abrió, girándose en el asiento.

Allí de pie estaba Dylan, lleno de rasguños y con la camisa y el rostro manchados de sangre. El corazón le dio un vuelco a Lali, que se levantó y fue inmediatamente junto a él.

—¡Dylan! ¿Qué ha pasado? —le preguntó alarmada, acuclillándose frente al chiquillo y tocándole el rostro con una mano temblorosa.

El niño abrió la boca, pero de ella no salió sonido alguno. Agarrándolo por los hombros, Lali le imploró:

—Por favor, cariño, dime lo que ha pasado.

Los ojos del pequeño, tan parecidos a los de su padre, se llenaron de lágrimas de frustración. Cerró los ojos con fuerza, como para concentrarse, y volvió a abrir la boca.

—P—p—p... p—papá... he—herido...

El corazón de Lali se llenó de temor. Se levantó y salió corriendo hacia la puerta de la casa como una exhalación, con Dylan justo detrás de ella. Sin embargo, cuando estuvieron fuera, se dio cuenta de que no sabía dónde tenía que ir, y se volvió para tomar al asustado niño en brazos.

—¿Dónde, Dylan?, ¿dónde está papá?

El chiquillo señaló con un dedo sucio y tembloroso. Lali miró en aquella dirección, haciéndose visera con la mano para proteger sus ojos del sol, y vio con espanto un tractor volcado en los pastos detrás de la casa. Echó a correr a través del campo recién arado con Dylan en sus brazos. Los fuertes latidos de su corazón resonaban en sus oídos como el ruido de un tambor, amortiguando los demás sonidos, incluido el de su propia voz, gritando el nombre de Peter una y otra vez.

Probablemente Peter había querido pagar su frustración con la enorme máquina, intentando abrir surcos en la tierra endurecida por la sequía. ¿Qué no daría ella por poder volver atrás en el tiempo y evitar que aquel accidente hubiera ocurrido? Era culpa suya, culpa suya...

Al aproximarse vio que el tractor seguía en funcionamiento, con dos de sus ruedas moviéndose en el aire. Aun cuando Peter hubiese podido responder a sus frenéticas llamadas, habría sido incapaz de oírla en medio del rugido del motor. Depositando a Dylan en el suelo, Lali rogó en silencio por que el hombre al que amaba no estuviera atrapado bajo aquella mole de metal.

Probablemente, al ver que estaba perdiendo el control sobre la máquina, el primer pensamiento de Peter había sido salvar a su hijo, y Lali lo imaginó arrojándolo fuera de él como si lo estuviera viendo en ese momento.

En la distancia se oyó ruido de truenos, y unas nubes negras como el tizón comenzaron a oscurecer el cielo. Lali rodeó el tractor y encontró a Peter inconsciente yaciendo junto a él. Su sangre manchaba la tierra, y tenía un brazo doblado bajo el cuerpo. Había quedado de costado sobre el campo recién arado, y de algún modo aquello debía haber amortiguado su caída.

CAPÍTULO 41

Arrodillándose a su lado, entre sollozos Lali le tomó la mano para ver si tenía pulso. Era débil, pero no había duda de que tenía pulso. Se la apretó, dando gracias a Dios, y al hacerlo los ojos de Peter se entreabrieron un instante, mirándola sin verla.

Lali consideró las posibilidades. Si volvía a la casa para llamar al hospital más cercano y pedir una ambulancia, tardaría demasiado en llegar y Peter podría morir desangrado. Alzó la vista hacia los nubarrones que se cernían sobre ellos. Prometiéndole que volvería enseguida, le dijo a Dylan que no se moviera de donde estaba. La única esperanza de salvar la vida de Peter era llevarlo cuanto antes ella misma al hospital.

Cuando llegó sin aliento al lugar donde Peter había dejado aparcada su camioneta, miró dentro y suspiró aliviada al ver que una vez más se había olvidado las llaves en el contacto. Sin perder tiempo se subió al vehículo. Mientras encendía el motor, empezaron a caer gotas en el parabrisas. Con la sequía que habían estado atravesando en las últimas semanas, cualquier otro día Lali habría agradecido que lloviera, pero las precipitaciones en Wyoming después de un periodo de sequía solían ser torrenciales, y no quería ni pensar que la camioneta pudiera quedársele atascada en el fango.

Maldiciendo, dirigió el vehículo hacia el lugar del accidente, centrando su mente únicamente en sacar a Peter de allí lo antes posible. Activó la tracción a las cuatro ruedas, y se abrochó el cinturón de seguridad a toda prisa. Si no lo hubiera hecho, al entrar a toda velocidad en el campo como hizo, podría haber salido disparada contra el cristal del parabrisas.

Dylan estaba llorando al lado de su padre cuando Lali detuvo el vehículo lo más cerca que pudo, esperando tener la fuerza suficiente para levantar a Peter y subirlo a la camioneta. Sólo en ese momento, cuando intentó moverlo, vio lo horriblemente maltrecho que tenía el brazo derecho. Procuró tener el mayor cuidado posible al meterlo en la camioneta, pero resultaba difícil cuando a la vez tenía que sostenerlo para que no cayera fuera. Cuando finalmente lo logró, Peter emitió un gruñido antes de volver a quedar inconsciente, con el brazo colgando ensangrentado a su lado.

Lali hizo a Dylan entrar en la camioneta, y le abrochó el cinturón de seguridad. Haciendo ella otro tanto. Seguían cayendo gotas en el parabrisas, cada vez con más intensidad, y Lali pidió a todos los santos que los ayudaran a salir del campo antes de que el suelo se convirtiera en arcilla.

Las ruedas de la camioneta empezaron a dar vueltas y Lali notó que la frente se le perlaba de sudor. Cada minuto contaba, pero no quería arriesgarse a hundir el vehículo en la tierra arada con las prisas. Pisó el acelerador despacio, y se dirigió hacia el camino de grava que conducía fuera del rancho. Lo único que los separaba de él, era una alambrada de espino, pero pisó de nuevo el acelerador y se la llevó por delante.

El tañido del alambre al partirse fue como el pistoletazo de salida en su carrera por llegar al hospital en un tiempo récord. La grava del camino saltó en todas direcciones al paso de la camioneta, y justo entonces comenzó a granizar. Del tamaño de nueces, el granizo golpeó el techo y el capó del vehículo, dejándolos llenos de pequeñas abolladuras, pero Lali se dijo que, en comparación con el alambre enredado en la parte frontal, a la compañía del seguro le parecerían insignificancias.

Cuando salieron a la autopista Lali marcó el número de urgencias en el móvil que llevaba incorporado la camioneta y conectó el sistema manos libres para avisar al hospital de que iban hacia allí. La carretera estaba resbaladiza, pero no podía aminorar la marcha. Durante todo el camino, Dylan mantuvo apretada la palma de la mano del brazo sano de su padre contra su mejilla mientras se balanceaba atrás y adelante, como intentando calmarse.

—Todo saldrá bien, Dylan, ya lo verás. Eres un verdadero héroe —murmuró Lali, acariciándole el cabello.

El que, a pesar de lo traumático que debía haber resultado para él el accidente y el ver a su padre inconsciente y ensangrentado en el suelo, Dylan hubiera sido capaz de hablar para ayudarlo era en sí un auténtico milagro. Lali siempre había creído que el chico volvería a hablar cuando se sintiese preparado para hacerlo, pero hubiera querido que no hubieran tenido que darse aquellas circunstancias para darle la razón.

En silencio se prometió a sí misma que, si Peter salía de ésa, no volvería a permitir que su orgullo se interpusiera entre ellos.

—El brazo no tiene buen aspecto. Puede que haya que amputar.

Aquellas palabras de la enfermera del pabellón de urgencias fueron lo único que Peter escuchó antes de que le pusieran una inyección anestesiante y volviera a hundirse en las brumas de la inconsciencia.


"NIÑERA" TERMINADOWhere stories live. Discover now