16-17

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Aunque resultaba tentador pensar que, a excepción de las tres o cuatro parejas que paseaban por los jardines, estaban lejos de las miradas curiosas, Lali sabía que aquello no era más que una ilusión. Imogene la había puesto sobre aviso con respecto a los paparazzi, y no tenía el más mínimo deseo de acabar apareciendo en la portada de alguna revista del corazón en una actitud comprometida con un miembro de una de las familias más destacadas de Georgia.

Sin embargo, soñar no tenía nada de malo. Alzó el rostro hacia el de Peter, y admiró sus apuestas facciones mientras disfrutaba de la maravillosa sensación de estar flotando con él. Era un hombre verdaderamente singular: le gustaba vivir la vida a su manera, sin ataduras sociales, pero al mismo tiempo se aseguraba de mantener los lazos con su familia, una familia que no podía quererlo más.

—Eres de los que prefieren marchar al son de su propio tambor, ¿no es así? —le preguntó curiosa.

Peter frunció el entrecejo, fingiéndose contrariado.

—No voy a negar que hace mucho de la última vez que bailé, pero no es muy delicado por tu parte que me digas que te sientes como si estuviéramos haciendo un desfile militar.

Lali sacudió la cabeza riéndose. Era un bailarín maravilloso, y se movía con una gracia que no le iba a la zaga en absoluto a su maestría sobre la silla de montar. Probablemente su madre lo había obligado a tomar clases de bailes de salón juntos con sus hermanos, y se lo imaginó, como si lo estuviera riendo, resistiéndose a ser convertido en un caballero cuando él lo que quería ser era un vaquero.

—Sabes que no me refiero a eso.

—Bueno, podría decirse lo mismo de ti: tú también te riges por tus propias normas —contestó él, escrutando su rostro a la luz de la luna.

Se preguntó por qué alguien como Lali, que tanta facilidad tenía para desenvolverse entre la gente rica y poderosa, como estaba demostrando esa noche, había aceptado un puesto de niñera en una región apartada de Wyoming.

No le cabía duda de que pronto se cansaría de la vida en el rancho que él tanto amaba. Su ex mujer había llegado a asegurar que aquel aislamiento estaba volviéndola loca. De hecho, una vez que Sheila hubo comprendido que no podría convencerlo para regresar a la ciudad, le faltó tiempo para pedirle el divorcio. Uno de los últimos rumores que corrían sobre ella era que se había ido a Río de Janeiro con un playboy, y que estaba gastándose la generosa compensación que le había dado por el divorcio como si no fuese a haber un mañana.

Cuando terminó el vals, se detuvieron los dos y se quedaron mirándose en silencio, Peter aún con una mano en su cintura. Con la otra, tomó el mechón de cabello que le caía sobre la mejilla derecha, y lo estudió fascinado, como si cada pelo fuera de oro puro. Lo soltó después, y le acarició el pómulo con el dorso de la mano, haciendo a Lali estremecerse por dentro.

Aunque una vocecilla en su cabeza le decía que por su bien debería apartarse de él, echar a correr, y no mirar atrás, era como si las piernas no le respondieran. Ya no estaban girando, pero tenía la impresión de que todo estuviese dando vueltas a su alrededor.

Peter pasó la mano por detrás de su cabeza, y desenganchó el pasador haciendo que el cabello se le desparramara sobre los hombros formando una sedosa y brillante cortina que atrapaba la luz de la luna. Lali se habría quejado de que le hubiera deshecho el elegante peinado que tanto le había costado hacerse, pero estaba demasiado aturdida por el modo sensual en que estaba masajeándole la nuca.

En ese momento se oyó el silbido de un cohete que ascendió y explotó desplegando en el cielo nocturno una estela de un azul brillante. Señalaba el inicio del espectáculo de fuegos artificiales que Abraham había anunciado.

—¡Mira! —exclamó Lali, echando la cabeza hacia atrás.

Peter, sin embargo, no se molestó siquiera en levantar la vista. Toda su atención estaba fija en la curva de su cuello, y en los gráciles hombros.

—Estoy haciéndolo —contestó con voz ronca.

CAPÍTULO 17

Lali bajó el rostro, y vio en los ojos de Peter un brillo apasionado que rivalizaba con las explosiones pirotécnicas sobre sus cabezas. Aunque desde el día en que se conocieron se había preguntado muchas veces cómo sería si Peter la besara, en aquel momento, al darse cuenta de que iba a hacerlo, sintió que la invadía el pánico.

«Esto es una locura», pensó, «soy la niñera de su hijo... no está bien...». Sin embargo, aquellos pensamientos no impidieron que se derritiera contra su cuerpo cuando la atrajo más hacia sí y tomó sus labios. Debería haberse resistido, pero le temblaban las rodillas, y quería más.

Los estallidos eran cada vez más seguidos, y la gente estaba saliendo a los jardines. Lali oyó vagamente, como si le llegaran de muy lejos, las exclamaciones admiradas de los invitados ante la belleza del espectáculo, pero las explosiones de color que iluminaban el cielo no eran sino una pobre imitación de las que se estaban produciendo en su interior, haciendo que un escalofrío delicioso recorriese su espina dorsal. La habían besado antes, pero nunca había tenido la sensación de que no se saciaría jamás, y, queriendo que Peter experimentase lo mismo, se entregó por completo, respondiéndole afanosamente.

Peter nunca hubiera imaginado que Lali pudiese ser tan ardiente. Las chispas que habían saltado entre ambos desde el momento en que se conocieron habían acabado prendiendo. Avivadas por la pasión, las llamas que habían surgido se habían extendido, y a cada segundo que pasaba, Peter sentía que iba a enloquecer de deseo.

A pesar de su aspecto delicado, Peter se dio cuenta en ese momento de que, al contrario de lo que había creído, no era una mujer frágil.

El beso que estaban compartiendo era sencillamente increíble, pero no era más que un mordisco del fruto prohibido, y Peter ansiaba poder llevar a Lali a un rincón oscuro y hacerla suya.

Claro que aquello no sería apropiado en absoluto estando donde estaban, y mucho menos teniendo en cuenta el motivo de aquella fiesta.

Intentó acallar su deseo, diciéndose que no era más que una obsesión nacida del celibato autoimpuesto en que había vivido desde su divorcio, pero aquello no impidió que hiciera el beso más profundo.

Sus lenguas se entrelazaron en una exploración casi frenética, mientras las manos de Peter subían y bajaban por la piel desnuda de la espalda de Lali. Cuando empezó a faltarles el aire no tuvieron más remedio que despegar sus labios, pero pasados unos segundos Peter inclinó la cabeza y comenzó a besarla en la garganta. Notó el pulso acelerado en la vena que estaba bajo sus labios, y se estremeció de excitación al escuchar el gemido ahogado que profirió Lali.

—Oh, Dios —murmuró en su oído con voz ronca—. Oh, Lali... te deseo tanto—De pronto, en medio aún de las exclamaciones de los demás invitados por los fuegos de artificio, el flash de una cámara los sobresaltó a ambos. Habían estado tan absortos el uno en el otro, que no se habían percatado de la aparición de un fotógrafo.


"NIÑERA" TERMINADOWhere stories live. Discover now