18-19

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Horrorizada ante la idea de que ese momento de debilidad hubiera sido captado por el objetivo de una cámara, Lali se apartó de Peter. Por si no había tenido bastante con haberse dejado seducir por Josef como una tonta y que toda la gente que la conocía hubiese cuchicheado a sus espaldas, ahora también sería objeto de murmuraciones en Savannah.

Conociendo a esas hienas de la prensa rosa, el paparazzi vendería esa foto al mejor postor, y a la mañana siguiente aparecería en las portadas. Y sería una ilusa si creyese que no la vería la gente del pequeño pueblo que estaba cerca del rancho de Peter. Había visto revistas de ese tipo en la tienda donde Peter hacía la compra.

Cuando Dylan empezase preescolar, todos los vecinos de la comunidad pensarían que su niñera y su padre se acostaban juntos. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida? Había sucumbido de nuevo a los encantos de un hombre que no le daría más que problemas.

Se giró sobre los talones y huyó, no tanto del fotógrafo, que había violado su intimidad, como de la inquietante revelación que tuvo de pronto: se estaba enamorando de Peter.

Cuando volvió a entrar en el salón del hotel, Lali lo encontró prácticamente desierto. A excepción de unas pocas personas que se habían quedado allí charlando o tomando algo, los demás estaban fuera, viendo los fuegos artificiales.

No había conocido aún al anfitrión de la fiesta, el tío de Peter, pero dudaba que le hiciese mucha gracia cuando en la prensa del día siguiente se encontrase con una foto bastante comprometedora de uno de sus sobrinos.

Atravesó el salón, y salió al largo corredor por donde había entrado después de dejar a Dylan con los otros niños. No sabía dónde podría ir, sólo que necesitaba estar sola un rato, lejos de la fiesta y de toda aquella gente. Avanzó sin detenerse por el corredor, subió unas escaleras que encontró, y sus pasos la llevaron por un pasillo, otro pasillo... Para cuando quiso darse cuenta se había perdido. El hotel era verdaderamente laberíntico. El lugar donde había llegado era un salón con una inmensa chimenea. Antiguos retratos adornaban las paredes, recubiertas con paneles de madera oscura, y en las que había varios candelabros. No eran de verdad, sino eléctricos, aunque la luz de las bombillas titilaba para darles un efecto de autenticidad. A Lali el detalle le habría parecido curioso si no hubiese sido por el aire sombrío de la estancia, y estaba a punto de volver sobre sus pasos cuando, a través de la puerta que había al fondo vio a una figura que le hacía señas.

Se parecía extraordinariamente a aquella misteriosa dama que había visto bajo el enorme roble en Crofthaven el día de su llegada, pero tal vez fuera sólo una coincidencia. Además, la fiesta de aquella noche era un evento formal y muchas mujeres lucían vestidos largos, así que quizá la ropa que llevaba, a pesar de recordar a la clase de atuendos femeninos del diecinueve, no fuera más que un traje un tanto excéntrico de algún diseñador de alta costura.

Fue hacia ella, pero la mujer le dio la espalda y se alejó por el oscuro pasillo. Lali la siguió.

—¡Espere! —la llamó cuando estaba a punto de doblar la esquina.

La mujer se volvió, y Lali se detuvo a sólo unos pasos, emitiendo un gemido ahogado. Era de cabello negro, piel pálida y traslúcida como el alabastro y sus ojos estaban llenos de dolor; la figura parecía flotar en el aire. De su cuello pendía un relicario de oro.

No había duda de que era la misma mujer que había visto en Crofthaven, ni tampoco de que era una aparición, un fantasma.

Lali quería huir de allí, pero parecía que los pies se le hubiesen quedado pegados al suelo. El corazón empezó a golpearle salvajemente las costillas cuando la espectral figura fijó en ella sus ojos vacíos.

"NIÑERA" TERMINADOWhere stories live. Discover now