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Sin más preámbulos, se puso de rodillas frente a ella, y tomó sus manos en las suyas. La miró a los ojos, y le preguntó:

—Lali Espósito, ¿me concederías el honor de casarte conmigo?

Lali miró a Peter sin poder dar crédito a lo que sus oídos acababan de escuchar. Allí estaba, de rodillas frente a ella, pidiéndose que se casara con él, y ni siquiera le había dicho que la quería. A Lali únicamente se le ocurría una razón para una proposición tan repentina.

Por el modo en que había reaccionado ante lo publicado en la revista, era obvio que nada tenía que ver con salvar el buen nombre de su familia, y mucho en cambio con su decisión de presentarle su dimisión.

Debería haber imaginado que Peter antepondría su preocupación por Dylan a cualquier otra cosa en su vida. Lo comprendía, y lo admiraba por ello, pero su corazón no podía aceptar una oferta que su cabeza le decía que sólo una idiota podría rechazar.

Peter Lanzani era guapo, rico, y bondadoso, y era también un buen amigo, un gran padre, y un amante increíble, pero Lali había aprendido que lo último a lo que debía renunciar era a su amor propio. Y, aunque quería a Dylan con toda su alma, aquella no le parecía una razón válida para casarse con Peter.

—No puedo casarme contigo sólo para que no tengas que buscar otra niñera —le dijo suavemente.

En el interior de los guantes de terciopelo que envolvían sus palabras había puños de granito. Peter se tambaleó ligeramente hacia atrás, como si de verdad lo hubiera golpeado, y alargó un brazo para acariciarle tiernamente la mejilla con el dorso de la mano.

—Cariño, ¿qué te ha dado una idea semejante?

Lali notó un cosquilleo en el lugar donde su mano la había rozado, y sintió que se derretía al oír aquella palabra de afecto. El agotamiento emocional estaba empezando a nublarle la razón.

—¿Qué sino el momento que has escogido para proponerme matrimonio?

—Creía que era lo que tú querías —le espetó Peter con una nota de exasperación en su voz—. ¿Por qué ibas a venir aquí y plantarme esa revista en la cara si no fuera para que me sintiera obligado a hacer lo honorable?

Lali se tensó ante su acusación. Aquellas palabras le habían dolido más que si hubiese descargado sobre su mejilla una bofetada, pero al menos le habían abierto los ojos. Peter pensaba que estaba intentando utilizarlo, igual que ella creía que él estaba dispuesto a utilizarla para hacer su vida más fácil, igual que sus padres y Josef la habían utilizado. Al irse de su casa se había jurado que nunca volvería a permitir que nadie se valiese de ella para sus propios fines. Por eso no iba a aceptar la proposición de Peter, porque tenía tanto derecho como cualquier otra mujer a ser amada por sí misma antes que utilizada como madre sustituía.

—Esas no son exactamente las palabras que una mujer espera oír cuando un hombre le propone matrimonio —le contestó sin fuerzas.

—Nunca dije que fuera bueno con las palabras —replicó él, subiendo irritado el tono de voz—. Además, aunque ahora mismo dijera las adecuadas, seguirías recelando de ellas, ¿no es así?

—Probablemente, sí —admitió Lali, rodeándose la cintura con los brazos y apartando el rostro.

La repentina ira de Peter la desconcertó tanto como el hecho de que, ni siquiera bajó presión, fuera Peter capaz de pronunciar las dos palabras en las que se cimentaban los matrimonios felices. Se preguntó si siquiera sabría cuáles eran. No, no podía ser ése el caso, porque en innumerables ocasiones lo había visto diciéndole a Dylan cuánto lo quería. Sencillamente no sentía por ella lo mismo que ella sentía por él.

Le parecía lo bastante buena como para querer hacer de ella una madre para su hijo, por supuesto; lo bastante buena para calentar su cama por las noches; lo bastante buena para casarse con ella por sus intereses... pero no era merecedora de su amor, y sospechaba que nunca lo sería.

Probablemente debería estarle agradecida por que estuviera siendo honesto con ella, en vez de darle falsas esperanzas como había hecho Josef, pero sentía que estaba derrumbándose por momentos.

—Lo siento, pero no puedo casarme contigo —le dijo—. Te doy un preaviso de quince días para que busques otra niñera.

CAPÍTULO 39

Su rechazo hirió profundamente a Peter, pero su orgullo le impidió insistir o suplicar. Lamentaba haberlo estropeado todo con la incapacidad que lo caracterizaba de expresar sus sentimientos, pero lo cierto era que tampoco tenía mucha experiencia en lo que se refería a proposiciones de matrimonio.

De hecho, jamás le había pedido a una mujer que se casara con él. Con Sheila había sido ella misma quien lo había sugerido poco después de anunciarle que estaba embarazada. Siendo como era un hombre honorable, se había limitado a asentir y hacer lo correcto. Aquel matrimonio le había dado poca felicidad, pero sí un hijo al que adoraba. No quería ni pensar en cómo afectaría a Dylan la partida de Lali.

Se levantó del suelo.

—Yo también lo siento. Siento que no me hayan salido las palabras que querías oír. Ahora ya sé de dónde le viene a mi hijo la incapacidad que tiene para comunicarse.

Lali levantó ambas manos para interrumpirlo y, señalando la puerta con un leve movimiento de cabeza le dijo:

—Eso no afecta a su capacidad auditiva.

Peter se volvió y se encontró a Dylan allí de pie, con su oso de peluche apretado contra el cuerpo y una expresión preocupada en el rostro. Aunque no podía verbalizar sus pensamientos, era obvio que estaba claramente entristecido al ver a las dos personas más importantes en su vida levantándose la voz la una a la otra.

Lali corrió a su lado y enjugó la lágrima que había rodado por su mejilla.

—No te preocupes, Dylan, no pasa nada. Todo va a ir bien.

—¡No mientas al chico! —le dijo Peter enfadado—. Eso mismo le dijo su madre antes de marcharse y no volver. La última palabra que le oí pronunciar a mi hijo hasta que llegaste tú fue «adiós».

Tendió una mano a Dylan, que la miró dubitativo, para mirar luego a Lali. Apretando los labios para contener las lágrimas que amenazaban con aflorar a sus ojos, ella asintió con la cabeza, y lo empujó suavemente para que fuera con su padre. Querría poder arreglar las cosas, pero no creía que hubiera nada que hacer si Peter no la amaba como ella lo amaba a él.

—Ven, hijo, salgamos de aquí antes de que diga algo de lo que me arrepienta —farfulló Peter, lanzándole una mirada ceñuda a Lali.

Momentos después salía de la casa con el niño, dando un portazo que hizo temblar la lámpara de araña del estudio donde Lali se había quedado, inmóvil como una estatua, desolada. Un silencio insoportable se adueñó de la casa, y la invadió un sentimiento de profunda soledad. Dejándose caer en el sillón de cuero que había tras el escritorio se echó a llorar, sollozando sin hacer ruido alguno. Resultaba irónico que, habiendo ido allí para ayudar a Dylan a recuperar su voz, hubiera perdido la suya.


"NIÑERA" TERMINADOWhere stories live. Discover now