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Le gustaba el modo en que conectaba con los niños, no sólo con Dylan. Era un buen padre, y estaba segura de que, aunque tuviera tres o cuatro críos en vez de uno, los querría a todos por igual, y aún tendría amor para repartir entre media docena más. A Dylan desde luego le iría bien tener hermanos que llenaran el vacío que había dejado su madre.

Por alguna absurda razón, su mente conjuró en ese momento una imagen de sí misma en la cama de un hospital con un bebé en brazos y Peter y Dylan a su lado, ¿En qué diablos estaba pensando?, se reprendió, sintiendo que las mejillas le ardían ante la sola idea.

—Seguro que su influencia le hará mucho bien a Dylan —oyó que le decía Jacob a su hermano, mientras Peter lo bajaba al suelo—. Hasta hace sólo unos meses Thiago era tan reservado como Dylan, pero a fuerza de cariño ha ido saliendo del cascarón.

Thiago agarró entonces al otro niño de la mano, y le dijo:

—Ven, vamos a jugar.

Dylan miró vacilante a Lali, que le sonrió y se ofreció a acompañarlos, aliviada de tener un motivo para escapar durante un rato de aquellas personas que, aunque encantadoras, le imponían bastante. Sin embargo, Peter la retuvo suavemente por el codo.

—Debes estar cansada del viaje, deja que busque a alguien para que vigile a Dylan —le dijo.

—Oh, no es necesario —replicó Lali, azorada de nuevo ante tanta amabilidad—. Estoy bien, de veras.

Además, se dijo a sí misma, aquél no era su lugar. Era sólo una chica de clase media, una trabajadora, y entre aquella gente rica e influyente se sentía como un ganso entre cisnes y pavos reales. ¿Y si aquellas deferencias para con ella fuesen únicamente un espejismo, si sólo estuviesen siendo amables? No quería caer en la trampa de mostrarse igualmente familiar con ellos, y que los parientes de Peter acabasen pensando que iba detrás de su fortuna.

En el conservatorio, sus profesores la habían instruido en el «arte» de hacer la pelota a la gente en los cócteles que seguían a los recitales. Tenía que ir de una persona a otra, iniciando conversaciones vacías, esbozando sonrisas forzadas, haciendo cumplidos que no sentía... Aquello era algo que siempre le había repugnado, y lo último que querría era que la familia de Peter pensase que eso era lo que pretendía hacer con ellos.

Y además, por agradables que le pareciesen los parientes de Peter, ¿qué sentido tenía intentar establecer vínculos con ellos cuando probablemente no iba a volver a verlos jamás?

—A Dylan le hará bien estar a solas con niños de su edad —insistió Peter.

—Oh, déjala marchar —intervino Imogene—. Seguro que se aburrirá muchísimo si tiene que oírnos rememorando viejos tiempos. Ve a darte una vuelta por la casa —le dijo a Lali—. Si te gusta el arte, hay un montón de cuadros y esculturas interesantes en cada rincón.

Lali volvió a sentirse apabullada por esa amable intercesión.

—Bueno, la verdad es que me encanta el arte... —balbució.

—Pero espero que sí acompañarás a mi hermano a la fiesta, Lali —le dijo Imogene—. Si aparece solo, habrá una estampida de chicas solteras en su dirección, y no creo que al tío Abe le siente nada bien que le robe protagonismo.

Las protestas de Peter cayeron en saco roto, porque Imogene siguió picándolo entre risas, y Lali, distraída por su tono bromista, no advirtió el brillo travieso que había en los ojos de la hermana de Peter.

—Pero, ¿seguro que no debería ir con Dylan? —insistió—. Tal vez se...

—Deja de preocuparte por él —la cortó Imogene—. Estará bien. El tío Abe ha contratado a un grupo de niñeras para que se hagan cargo de los niños de todos los asistentes. Tendrá su propia fiesta aparte, con payasos, magos, y juegos de todo tipo para que estén entretenidos.

"NIÑERA" TERMINADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora